Konrad y Amelia Klein...
Reemplacé alucinógenos por trabajo duro, dividí el tiempo de tal manera que al final de la jornada caía en cama, rendido. La mejor forma de no pensar en la similitud con el hombre de la fotografía. En los ratos de ocio volvía a ver la foto. Queda claro, existía un lazo entre él y yo, de otra manera no tiene lógica que su imagen estaba unida a ese registro de nacimiento. Además, escondida.
Al final de cada año la discusión con papá, era la misma. La negativa a pasar vacaciones con ellos le molestaba, insistía en que debía volver a casa. Supongo que el interés es que deseaba verme o verificar que aún contaba con el poder sobre mí. Con mamá son pocas las veces que me ha hablado conmigo, ella no se muestra interesada en que vuelva. Me prometí volver cuando tuviera todas las pruebas sobre mi pasado, para entregárselas en cara.
Magda había sido enviada al extranjero, se había graduado de medicina y optó por la misma especialidad mía. Decía que la casa estaba sola necesitaban de su hijo. Patrañas.
En los primeros años, mentí diciendo que estudiaría en vacaciones otros idiomas. Siempre dice su sueño es vernos al frente de la clínica, logré que aceptara diciendo que era hora de ampliar la clínica a otros países. Hablar fluido el idioma del país a ocupar era imprescindible.
No hice eso nunca, aprendí otros idiomas por mi cuenta. Al obtener el título de medicina, volvió la discusión. En esta oportunidad la negativa en volver era más fuerte que nunca. No encontrar nada sobre esa foto o el registro, lejos de frustrarme, animaban. No me iría sin respuesta.
Volví a apelar a estudios, en esta ocasión eran ciertos. Lo mejor de todo es que no pagaría por ello. Obvié decirle que sería en Berlín, no en Zúrich. Y los detalles de los mismos. Aceptó apenas se enteró, no generaría gastos extras.
No preguntó de dónde saldría el dinero o lo que iba a estudiar en ese intermedio, me evitó mentir. Hacerlo tantas veces significaba el riesgo de ser descubierto y de momento no me convenía.
Silke y Damián Klein no podían saber que en búsqueda de mi niñez pérdida me había vuelto amante a los cuentos infantiles. Escribir para niños me hizo conectarme con una parte del pasado que nunca tuve, niñez. Una idea que nació de Paul e Igor y fui madurando hasta materializarlo.
Había logrado publicar una serie de cinco libros con bastante acogida en el mercado. Estaba en puertas la segunda y gracias a eso contaba con el dinero para profundizar conocimientos en la escritura. Siendo escritor no me volvería millonario, pero me ayudaba a sanar y daba cierta independencia económica.
En los veranos iba a estudiar a Berlín. Alternando los conocimientos con hallar algo importante. El éxito en la búsqueda me era esquivo, pero no me rendía.
Armado con la foto y ese registro, visité la casa de la niñez de papá. La mansión de los Klein había sido vendida tras el suicidio de Konrad, al igual que la fábrica. En los lugares a los que iba encontraba hermetismo. Me cerraban las puertas en las narices sin siquiera permitirme saludarles.
No hallé ninguna registro de la clínica de papá en Berlín, ni fotos de su familia o algún rastro que me dijera, estuvo allí. En esta ocasión, pretendo tener más suerte. He hallado direcciones de varios familiares, los he anotado. Me he prometido al regresar, habré hallado algo relevante.
—Siguiente —anuncio dejando a un lado la foto y mis pensamientos.
Un chico de ocho años, ojos marrones grandes, rostro redondo y mirada inquieta ingresa al consultorio. Una improvisada escayola en su brazo derecho y varios golpes en su rostro es lo primero que noto. Espero que ingrese tras él un adulto y al no hallarlo, le advierto.
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Monstruo
RandomEl miedo de todos los niños, es a la oscuridad, el monstruo que habita debajo de la cama o del closet. En la vida de Damián Klein había dos monstruos: uno real al que llamaba papá, otro en su interior y amenazaba con destruirlo. La oscuridad era su...