Capítulo 2

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Al terminar de cenar los adultos decidieron ir a tomar una última copa al bar de la playa. Mi hermana, Claudia y Oliver se quedaron viendo una película en nuestra habitación. El resto buscamos algún hueco libre en la arena para sentarnos y observar las hogueras.

- Cada año me impresiona más todo esto - Nati se puso sobre sus hombros un pequeño abrigo de croché. Aunque estábamos en agosto, la humedad era más que evidente cerca de la orilla.

Las hogueras eran preparadas por el resto de clientes que venían a la playa del hotel a pasar un buen rato. La gente se divierte, escuchan música y bailaban al ritmo de la canción, otros incluso se traen sus instrumentos. Sin duda es de las mejores tradiciones que conservan aún en este hotel. Antes solíamos comprar chucherías en los pequeños puestos del paseo de la avenida, mientras observábamos el mar abierto, al que a mucha gente le aterra de noche pero a mí me encantaba ver el reflejo de la luna en él.

- Espero que aún tengan hueco en sus estómagos - Daniel y Hugo nos pasaron a cada uno unas pequeñas bolsitas de plástico con algunas chucherías.

- Son los mejores, chicos - mi sonrisa era enorme al ver que la mayor parte de mis chuches eran fresas, mis favoritas.

- Pero si vamos a volver a las viejas costumbres, hagámoslo bien - Brenda se puso de pie y se sacudió la arena de sus manos. Se acercó a un grupo de adolescentes y volvió con un altavoz en sus manos.

- Estás tan loca - Ingrid y yo estallamos en carcajadas. Nati sacó su iPhone de su pequeña bandolera, puso su playlist de Spotify aleatoriamente y conectó su móvil al altavoz. Los primeros tonos de "We can't stop" de Miley Cyrus comenzaron a tocar.

- Vamos - poco a poco nos fuimos poniendo de pie bailando y cantando ganándonos muchas miradas curiosas del resto de grupos.

- Levanta de ahí - con toda la fuerza que tenía tiré de la mano de Adrián, que vergonzoso observaba nuestra escena y bailamos una, dos, tres y quién sabe cuántas más canciones.

- Estoy agotada - Brenda se tiró al suelo, todos estábamos agitados por nuestra pequeña actuación. Hugo le devolvió el altavoz a sus dueños y se ganó uno que otro número de teléfono. Era el guaperas del grupo. Un morenazo de 1,90 metros de ojos verdes y cuerpo muy ejercitado. La familia Suárez era de tez morena, los más morenos del grupo con diferencia. Ese era su rasgo característico. Sus hermanos Adrián y Natalia también eran morenos, pero él se había quedado con la mayor parte de la genética.

Yo sentía las miradas de ese grupo puestas en nosotros durante toda la noche. Y cuando Hugo estaba intercambiando algunas palabras con las chicas, escuché que nos invitaban a unirnos.

- Iré a decírselo a mis amigos, enseguida vuelvo - y ahí estaba esa sonrisa tan seductora que siempre le funcionaba. Un truco infalible que llevaba desde los 13 años practicando.

- Chicos, creo que sería buena idea relacionarnos un poco con ellos y conocer a gente - Hugo ayudó a su hermana Natalia a ponerse de pie en la arena.

- Vamos, llevo un buen rato echándole el ojo a esa rubia - Daniel fue el primero en recoger todo y apagar la hoguera con un pequeño cuenco de agua que nos daba el hotel.

Nos acercamos al grupo y enseguida ellos hicieron un círculo más grande para que todos cupiésemos. Me senté en la arena al lado de Ingrid y de un chico de pelo castaño.

- Eso fue gracioso - dijo una de las chicas refiriéndose a nuestra escenita. Enseguida me sorprendió escuchar su acento, era evidente de que no era española y mucho menos canaria.

- Gracias por prestarnos el altavoz - Daniel le dio una sonrisa amable a la rubia que ya le había echado el ojo.

- ¿De dónde son? - pregunté curiosa.

- Somos de Italia - contestó el chico de pelo castaño que estaba a mi lado. La sorpresa era evidente en todos nuestros rostros.

- Pues sinceramente para ser italianos dominan muy bien el español - habló Adrián.

- Eso es porque llevamos aquí un año de Erasmus. Quisimos venir aquí a estudiar el primer año de universidad y tuvimos la suerte de que nos destinaron a todos a esta misma isla - habló una chica con el pelo negro.

- Nosotros empezaremos este nuevo curso la universidad - por lo que comentaban, eran todos un año mayor que nosotros. En nuestro grupo de amigos la más pequeña es Nati, con 16 años. Hugo y Daniel son los mayores con 18 años recién cumplidos. Adrián, Ingrid, Brenda y yo tenemos 17.

- ¿Tienen pensado quedarse a estudiar aquí o irán fuera? -

- Iremos todos a estudiar fuera - contestamos todos al unísono. Ellos rieron.

- Lo más sorprendente de todo es que Sheila y yo queremos ir a estudiar periodismo a Italia - dijo Ingrid mientras se metía una chuche en la boca.

- Vaya eso está genial - comentó un chico moreno - nosotros después de estas merecidas vacaciones volveremos a casa, así que si consiguen esas plazas en nuestro país, estaremos encantados de resolver todas vuestras dudas - asentí agradecidamente.

- Pero qué mal educados somos, chicos. Ni siquiera nos hemos presentado. - Hugo sujetó la mano de una de las chicas rubias y besó su palma. Salamero - Mi nombre es Hugo y estos de aquí son mis amigos, Daniel, Brenda, Ingrid y Sheila. - nos fue señalando uno a uno y les di un pequeño saludo con la mano - Y estos - señaló - son mis hermanos Adrián y Natalia.

- Mucho gusto - habló la chica rubia - yo soy Sofía y ellos - imitó a Hugo - son Bianca (la morena), Chiara (la otra rubia), Giovanni (el chico moreno) y Alessandro (el castaño que estaba a mi lado).

- Hola Sheila, encantado - Alessandro me estrechó la mano. Pude fijarme con más detalle es sus facciones. Tenía unos preciosos ojos color miel, cuando sonreía se le formaban unos hoyuelos en las mejillas, estoy segura de que si sonríe mucho es de esa clase de personas a los que se le achinan los ojos. Ni un solo grano, se nota que se tomaba muy en serio el cuidado de su cara. Llevaba un pendiente en su oreja derecha, un pequeño casi diminuto aro plateado. El pelo no era ni muy largo ni muy corto, un intermedio perfecto, cuyo color castaño daba la impresión de haber pasado mucho tiempo al sol y en el agua salada. Llevaba una camiseta básica de color rojo que dejaba escapar algún que otro tatuaje en sus brazos.

- Hola Alessandro - le devolví el saludo y le sonreí.

- Llámame Aless, Alessandro suena muy formar, ¿no crees? -

- Claro sin problema, pero cómo acabamos de conocernos no quería ser atrevida -

- No te preocupes, estoy acostumbrado a que me llamen así y lo prefiero -

- Está bien, Aless - ambos sonreímos - tú puedes llamarme Sheila, Sheili o Shei. Como prefieras. Todos suelen llamarme así - asintió.

- ¿Entonces mañana sobre qué hora? - esa pregunta me distrajo de mis pensamientos haciendo que vuelva a prestar atención a la conversación en general que estaban teniendo el resto.

- Yo creo que después de desayunar, sobre las 10:30 sería una buena hora - dijo Hugo mirando su reloj.

- No entiendo, ¿para qué es una buena hora? - pregunté confusa totalmente ida de la conversación.

- Nos están invitando mañana a venir aquí a hacer algo de deporte. Por lo visto son grandes surfistas y como nosotros, aún siendo canarios, no tenemos ni idea del surf quieren enseñarnos - Ingrid me susurró al oído.

- Tienen que llegar unos italianos a enseñarnos a hacer surf en nuestras playas - se burló Daniel.

- Hay un problema - Ingrid y Brenda me miraron confusas - nuestras madres nos dijeron que mañana estuviéramos listas a las 12:00 para la sesión en el spa-  los italianos soltaron una gran carcajada.

- Oh vamos Sheila estaremos de vuelta antes de que sean las 12:00, cálmate - Ingrid le restó importancia.

Justo en ese momento estaba encendiendo mi teléfono móvil cuando saltó una llamada. Aunque sabía perfectamente quién era el remitente observé su nombre iluminándose en la pantalla: Gabriel.

- Perdonad - me levanté de la arena y me alejé un poco del grupo para contestar a la llamada, iba a acabar con esto de una vez por todas.

- ¡Sheila! Al fin contestas a mis llamadas -

Sucedió en CanariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora