- Se nos hace tarde - la interrumpí - lo siento, Luisa. Tenemos que irnos - miré a Aless, notando que estaba igual de incómodo que yo ante esta situación - espero que disfrutes de tus vacaciones en la isla - le sonreí amablemente y tras darle dos besos bajamos las escaleras mecánicas.
- Quién iba a imaginarse que te tropezarías aquí con tu suegra - intentó bromear Aless.
- Mi ex suegra - le corregí.
- Me alegro de oír eso - bromeó imitando las palabras de Luisa. Reí por su ocurrencia.
Llegamos a la tienda de batidos y observamos el menú. Señalé uno con el dedo.
- Pídete este - le recomendé -
- ¿Vainilla y cookies? - preguntó enarcando una ceja. Asentí.
- Y con doble de nata - añadí - es mi favorito en el mundo entero, hará que te quieras beber hasta la pajita - rió.
- Está bien, seguiré tu consejo. Aunque soy un amante del chocolate - me contó.
- Imposible - dije observando su rostro.
- ¿Qué cosa? - preguntó confundido.
- Un amante del chocolate es imposible que conserve esta piel tan suave y brillante - acaricié su mejilla. Él estalló en carcajadas.
- Pues créetelo. Tampoco hago nada para cuidármela, solo agua - se encogió de hombros y yo abrí los ojos en grande.
- ¿Cómo es posible que tú hagas lo más simple del mundo y tengas la piel más perfecta que yo que me hago mi rutina de skincare a diario? - bufé y él rió negando con la cabeza - vamos, tienes que tener algún secreto - insistí.
- Mi secreto es secarme la cara con la misma toalla con la que me limpio las nalgas, amore - bromeó y estalló en carcajadas. Golpeé su brazo e hice una mueca de asco.
- ¿Qué van a tomar? - nos atendió una chica joven. Aless pidió nuestra orden y nos sentamos en una mesa. Enseguida nos lo trajeron.
- ¿Y bien? - lo miré atenta beber de su batido y le di vueltas al mío con la pajita. Asintió varias veces.
- Delicioso - le dio otro trago y sonreí - tengo una idea - dijo. Lo miré confundida.
- ¿Qué idea? - le pregunté bebiendo de mi batido.
- Termínate eso - señaló a mi vaso y se limpió con una servilleta las manos. Terminé de bebérmelo y salimos del centro comercial hasta el parking. Ahí estaba nuestra moto aparcada.
- Aquí tienes - me lanzó las llaves, las cuales tuve que agarrar en el aire para que no cayeran al suelo. Lo miré atónita.
- ¿Qué? - solo pude decir eso - ¿Qué significa esto? -
- Significa que esta vez conduces tú - se abrochó el casco.
- Por supuesto que no - negué riendo nerviosa.
- Vamos, yo te enseñaré y estaré aquí contigo - insistió sentándose en la parte trasera y pasándome el casco.
- Tú estás fatal de la cabeza - lo miré como si tuviera 20 ojos - No puedes estar hablando en serio - enarqué una ceja.
- Estoy hablando totalmente en serio -
- Nos vamos a matar - le advertí.
- Eso no pasará - me aseguró - ven aquí - sonrió. Terminé de colocarme el casco correctamente y me senté en el asiento delantero.
- Es muy fácil y lo harás genial - intentó convencerme y bufé - solamente haz lo que yo te diga y tranquila - sujetó mis hombros masajeándolos.
- Está bien - cedí. Encendió la moto y colocó sus manos sobre las mías en el manillar.
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Sucedió en Canarias
RomanceSheila y Alessandro, una canaria y un italiano, se encontrarán en el hotel Palace durante las vacaciones de verano. Ambos se encuentran en puntos parecidos de su vida. Un desamor ha desatado la poca cordura que les queda. Casualmente, sin quererlo o...