- ¿Prefieres una 4 quesos o una carbonara? - preguntó Aless mirando a la pantalla del menú del restaurante.
- Creo que optaré por una carbonara - mi estómago rugió de hambre. El olor de las pizzas recién hechas inundó mis fosas nasales.
- Pediremos una pizza carbonara y otra de barbacoa por favor - Aless ordenó el pedido. Después de llegar al puerto donde el barco nos dejó tras la actividad estuvimos paseando por la avenida y compramos algunos souvenirs en las pequeñas tiendas.
- ¿Crees que le gustará? - preguntaba Aless indeciso mientras sostenía una percha en sus manos. Era una camiseta rosa con las islas dibujadas que le quería regalar a su hermana. Asentí con la cabeza.
- Le encantará - sonreí. Me parecía adorable.
Apenas habíamos comido nada en todo el día. Por eso se nos ocurrió disfrutar de un picnic en la playa a base de pizzas y algún que otro granito de arena que se le colaría en nuestros paladares. Aún así, soy una amante de este tipo de picnics, cerquita del mar y con la brisa despeinando mi cabello.
Coloqué sobre la arena el mantel que habíamos comprado antes en una de las tiendas y con mucha delicadeza Aless dejó sobre ella las pizzas. Me senté en uno de los lados limpiándome la arena. Lo miré con el ceño fruncido cuando vi que se dirigía hacia el bar.
- Nos faltaba esto - dijo divertido zarandeando una botella de vino y un par de copas. Reí y asentí dándole la razón.
- Sinceramente, estas pizzas dejan mucho que desear - habíamos decidido repartirnos la mitad de cada pizza.
- Supongo que eso es justo lo que diría un italiano - enarqué una ceja divertida.
- Bueno - se limpió la boca con una servilleta y bebió un poco de su vino - no es por menospreciar pero nunca probarás una mejor pizza que las que hacemos en Italia -
- Creo que eso tendré que comprobarlo por mí misma - rellené mi copa con más vino.
- Me encantaría enseñártelo todo - sostuvo su copa en el aire y rellené la suya. Ambos mirándonos a los ojos con una sonrisa pícara.
- ¡Ay por dios! - solté el vino inmediatamente cuando sentí un líquido resbalar por mi pierna. Había rebosado la copa.
- No te preocupes - dijo mientras intentaba limpiar el desastre y estallábamos en carcajadas por mi torpeza.
- Esto se ha vuelto algo tan nuestro - lo miré confundida - mira - señaló con la cabeza al frente. Suspiré maravillada mientras admiraba la belleza que se formaba ante nuestros ojos en ese mismo instante.
- Es simplemente impresionante - lo miré con una sonrisa enorme. Y tenía razón, de alguna manera el cielo siempre se teñía de los colores más bonitos que jamás haya imaginado cuando estábamos juntos.
- Cada atardecer lleva tu nombre - mi corazón creció ante sus palabras y me abalancé hacia sus brazos para besarlo.
- Tú me hiciste brujería - Ingrid cantaba y bailaba alegremente ante mí sujetando esa copita de más en su mano. Reí y negué con la cabeza. Tras pasar el día con Aless me acompañó hasta mi suite donde nos despedimos y me prepararé para ir a cenar con el grupo. Ahora estábamos en el bar junto a la playa tomando algo y disfrutando del espectáculo.
- Mira a esos dos - dijo refiriéndose a Hugo y a Brenda quienes bailaban juntos. Hugo no podía apartar sus manos de nuestra amiga. De repente se me borró la sonrisa del rostro.
- Qué mal puede acabar esto - suspiré. Ingrid asintió.
- Tendremos que estar atentas y tener siempre el ojo puesto en ellos - tomó un sorbo - si es que a ti te sobra alguno claro, porque creo que todos tus sentidos están puestos en un guapísimo italiano del cual estoy comenzando a sentir envidia de todo el tiempo que pasas a solas con él - bromeó.
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Sucedió en Canarias
RomansaSheila y Alessandro, una canaria y un italiano, se encontrarán en el hotel Palace durante las vacaciones de verano. Ambos se encuentran en puntos parecidos de su vida. Un desamor ha desatado la poca cordura que les queda. Casualmente, sin quererlo o...