Capítulo 4

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Sonó la alarma y perezosa estiré el brazo hasta la mesilla de noche para apagarla. Me levanté de la cama restregándome los ojos y agarré del armario del baño una toalla. Me di una ducha, me cepillé los dientes y me lavé la cara. Cuando volví a mi habitación cogí una mochila para guardar todo lo necesario: la toalla, protector solar, mis gafas de sol, un bikini y una ropa de repuesto. En el vestidor elegí un bikini celeste, un short, un top básico blanco y unas cholas doradas. Me solté la toalla de la cabeza y me cepillé el cabello. Agarré mi mochila, mi teléfono móvil y mi cartera y salí de mi habitación.

- Buenos días - papá estaba leyendo el periódico que cada día compraba en el bazar de la recepción del hotel con una taza de café en sus manos - tu madre ya se fue a desayunar con sus amigas. Dijo que cuando te despertaras te recordara que te espera a ti y a las chicas en el spa -

- Buenos días, papá. Ya lo sé. No hace falta que lo repitan constantemente, no me voy a olvidar - agarré un puñado de uvas del racimo que había dentro de una cesta de la cocina y salí al pasillo de camino al buffet del hotel.

- Hola guapa - Ingrid me dio un beso en la mejilla - creo que nunca hemos hablado de lo bien que te ves cuando se te quema la naricilla y las mejillas - sonrió

- A mí también me encanta. Solo espero no pelarme -

- ¡Buenos días chicas! - Bianca se acercó a nosotras - tenemos un pequeño problema. Los camareros no nos dejan ponernos en vuestra mesa -

- Hablaré con ellos - me acerqué a la entrada del restaurante donde un camarero apuntaba algo en una lista - Buenos días, soy Sheila Santana -

- Buenos días señorita Santana, ¿qué desea? - enseguida dejó de hacer lo que estaba haciendo para prestarme atención.

- Necesitaré que prepare una mesa para 12 personas para mis amigos y yo -

- Enseguida se la preparo señorita - cogió un pequeño transmisor para comunicarle a los otros trabajadores que necesitaban una mesa grande libre. El resto del grupo también se acercó y todos esperamos por un corto tiempo a que nuestra mesa estuviera lista. Nos situaron en una mesa junto a los grandes ventanales. Muy cerca de donde estaban nuestras madres y hermanos pequeños, Emma, Claudia y Oliver. Le saqué la lengua a mi hermana y ella hizo lo mismo.

- Vaya pero fíjate si tenemos sitio vip - bromeó Giovanni.

- Esto es una auténtica pasada - Sofía admiraba las hermosas vistas.

- Voy a ir a ver qué hay hoy para desayunar - Aless se levantó cogiendo un plato de la mesa. Mis amigos y yo nos miramos. Los ricos y su falta de costumbre de hacer las cosas por sí solos.

Cogí mi plato y seguí a Aless, que observaba atentamente la comida. Devorándola con sus ojos. Su plato ya estaba casi rebozado.

- Te recomiendo estas salchichas, están deliciosas - su plato estaba a full de salchichas, huevo, tortilla, bacon, un pan y hasta un donut.

- No gracias, no suelo desayunar mucho - dije mientras que con las pinzas agarraba unas lonchas de pavo. Luego cogí algo de aguacate y un croissant. En un pequeño cuenco me eché algo de yogur de fresa y un pequeño trozo de melocotón.

- ¿Qué sueles beber? ¿Café, leche, zumo?

- Un zumo de piña estará bien, gracias - le sonreí y cuando dejó su plato en la mesa se dirigió a las máquinas con dos vasos.

Sentí unos dedos intentando llamar mi atención. Al seguirlos vi a mi madre con un gran signo de interrogación en el rostro mientras en sus labios podía leer: ¿Qué estás haciendo? ¿Quiénes son? Le hice una seña con el dedo para indicarle que más tarde hablaríamos.

Sucedió en CanariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora