Me acerqué a ella y me senté a su lado en la arena. Me di cuenta de que llevaba una copa en su mano, de vez en cuando la apoyaba en su pierna. Ella se sobresaltó, seguro que no había notado mi presencia.
- Pensé que no vendrías - confesó bebiendo de su copa.
- ¿Por qué pensabas eso? - pregunté confuso. Ella se encogió de hombros.
- Porque estabas con ella - me dijo refiriéndose claramente a Bianca. Negué con la cabeza.
- Ella no decide sobre mí - afirmé.
- ¿Qué te ha dicho? - preguntó curiosa. Suspiré.
- Por un momento continuó con la historia de que tu misma planeaste esto - abrió los ojos incrédula - luego cuando traté de conseguir alguna explicación razonable por su parte, me dijo que había sido una broma de mal gusto y se sentía bastante arrepentida por ello. Se disculpará - expliqué y ella rió irónicamente.
- Eso no es ninguna broma, para mí no es algo con lo que jugar - negó y bebió otro trago - sinceramente, a tu amiga se le va la cabeza y debería de controlar esos celos - rodó los ojos.
- Sigo sin entender por qué ha hecho eso - miré fijamente a la arena, tratando de buscar alguna explicación.
- Ya te dije que le gustas - dijo Sheila en bajo.
- No - negué rápidamente - eso no puede ser - ella abrió los ojos y sonrió irónicamente sin decir nada.
- Las chicas nos damos cuenta de eso - se colocó su vestido que se había levantado por la brisa.
- Y si eso fuera cierto - acerqué mi mano sobre la suya que había apoyado sobre la arena - a mí me está comenzando a gustar otra persona - ella se tensó y me miró fijamente.
Pegué mi cuerpo al suyo. Me acerqué lentamente hasta su oído y comencé a lamerlo. Repartí besos por su cuello, escuchando pequeños gemidos que se le escapaban y que hacía crecer el bulto que comenzaba a notarse en mis pantalones. La miré fijamente, estaba roja de la vergüenza y sonreí de lo tierna que se veía. Miré a sus labios y me relamí los míos antes de besarla suavemente. Ella aceptó mis besos y siguió mi ritmo.
- M-me ten-tengo que ir - habló entrecortadamente mientras nos besábamos -
- Quédate un rato más conmigo - insistí.
- Mi madre me ha prohibido verte -
- ¿Qué? - me separé bruscamente de ella.
- Así es - asintió - alguien le fue con el cuento de lo que sucedió hoy y no me dejó explicarle nada. Ella cree que eres una mala influencia - bromeó.
- Puede que tenga razón - continué su burla - respeto mucho a tu madre y puedo llegar a entender su decisión. Pero, lo siento por ella porque no pienso alejarme de ti - sonreí seductoramente.
- Qué tonto eres - se lanzó a mí abrazándome. Apoyó su mejilla en mi pecho y yo besé su cabeza.
- Tienes que explicarle que no volverá a suceder y que nos estamos conociendo, aún no me ha dado tiempo de cagarla - reímos.
- Va a ser complicado - confesó - pero quiero seguir conociéndote - sonrió de una manera tan dulce que besé cada una de sus mejillas, provocando una risa en ella.
- Correré cualquier riesgo - guiñé el ojo.
- Nos vemos mañana - no esperaba que me besara. Fue un beso rápido pero que igual agradecí. Rápidamente se levantó y recogiendo su bolso y la copa que ya había acabado se escabulló entre los clientes del bar hasta entrar al hotel. Yo solo la miraba alejarse como un tonto.
Me puse de pie y me encaminé a también entrar en el hotel. Sin embargo, al poner un pie en una de las salas una mujer se interpuso en mi camino.
- Voy a ser clara y concisa contigo - era la mujer que había visto antes con Sheila en el buffet. Tenía una mirada gélida y cruzaba los brazos de manera desafiante.
- Disculpe señora, ¿nos conocemos? - pregunté en un intento de sonar confundido. Ella asintió irónicamente.
- Me conoces bien, pero igualmente soy una señora que sabe comportarse - ¿indirecta? - soy Cristina Santana, la madre de Sheila - levantó el mentón.
- Es un gusto conocerla - estiré la mano hacia ella, aunque la miró fijamente nunca la aceptó. Así que la retiré introduciéndola en mi bolsillo y carraspeé.
- Como dije, quiero acabar pronto esta conversación. No creo que seas el mejor ejemplo que pueda tener mi hija y, como la conozco y sé que esto no llegará a nada, te pido por favor que te alejes de ella lo antes posible - Me pidió. Estaba casi seguro de que ella nos había visto hace un momento en la playa, después de que Sheila me contase que le había prohibido encontrarse conmigo.
- Mire, Cristina - abrió los ojos indignada - Discúlpeme, señora Cristina - suavizó el gesto - entiendo que esté preocupada por su hija y tiene toda la razón, lo de esta mañana es algo que no debería de haber pasado jamás. Pero yo no fui el causante de ello - negué con la cabeza. Ella enarcó una ceja - Aún así le pido disculpas por lo que hizo mi amiga. Y también le pido que deje a su hija salir conmigo. Nos estamos conociendo, somos jóvenes que solo queremos relacionarnos - insistí.
- Mira chico no te conozco de nada - negó - simplemente estoy guiándome por los hechos que tú y tu pandilla de amigos le hicieron a mi hija - me apuntó con el dedo - mi hija ya lo ha pasado bastante mal y no voy a permitir que siga sufriendo de ninguna manera - negué con la cabeza.
- Yo no tengo intención de hacerle daño a nadie - insistí - le digo que somos amigos y que nos gusta pasar el rato juntos - ella dudó.
- Te voy a dar un voto de confianza porque creo que todo el mundo lo merece - miró hacia el suelo - pero te advierto una cosa, será el primero y el último y espero no arrepentirme de ello. Porque a la próxima no vendré a hablar contigo yo, vendrá mi marido y ahí entonces te sugiero que no lo pienses dos veces y desaparezcas - amenazó - ah, y por supuesto, espero que no se te ocurra contarle nada a Sheila sobre esta conversación - tragué saliva.
- Eso no va a suceder - negué con la cabeza. Ella asintió no muy segura y sin decir nada más se giró y me dejó allí en medio solo. Sin duda Sheila no exageraba al hablar de su familia.
Continué mi camino hasta mi habitación, una vez dentro por fin me tiré a la cama y me relajé. Pensé en mi madre y en Dania. Pensé en lo mucho que las extraña. Pensé en lo loco que había sido el día de hoy. Pensé en cómo había cambiado todo desde que hace unos días conocimos a esos chicos. Pensé en por qué Bianca actuaría de esa manera. Pensé en la conversación con la madre de Sheila. Pensé en Sheila. Pensé en Sheila y en sus ojos azules. Pensé en Sheila y en sus ojos azules mirándome. Pensé. Pensé tanto que no me di cuenta hasta que amaneció que me había quedado dormido con la misma ropa puesta.
Me desperecé y me levanté de la cama. Miré el reloj sobre la mesilla de noche que marcaba las 8:34. Supongo que hoy no habrá gimnasio. Como para hoy no tenía plan aún y no me apetecía quedar con Bianca después de lo ocurrido, les envié un WhatsApp diciendo que me sentía mal y que hoy no saldría de mi habitación. Luego le envié un mensaje a Sheila: "me encantaría pasar el día contigo. Solos tú y yo. Qué dices?😉"
Lancé el móvil sobre la cama y me fui a dar una ducha. Mientras me duchaba escuché cómo sonaba el timbre y alguien llamaba a la puerta. Me apresuré a terminar de ducharme y salí envuelto en una toalla. Abrí la puerta esperando encontrarme con alguien pero estaba todo vacío. Miré los pasillos. Nadie. Seguramente sea quien sea se haya cansado de esperar.
Cerré la puerta y fui hasta la cama para recoger el móvil y comprobar si Sheila había contestado a mi propuesta. Efectivamente me citaba a las 10:00 en la avenida de la playa.
- ¿Tienes algo en mente? 😛 - le texteé.
- Yo también planeo sorpresas 🤭 - sonreí por su respuesta.
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Sucedió en Canarias
RomanceSheila y Alessandro, una canaria y un italiano, se encontrarán en el hotel Palace durante las vacaciones de verano. Ambos se encuentran en puntos parecidos de su vida. Un desamor ha desatado la poca cordura que les queda. Casualmente, sin quererlo o...