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JongDae entró a la habitación empujando la puerta con el hombro. Sin dejar de besarla, dejó a ChoRong sobre la cama y rompió el beso mirándola fijamente a los ojos.
— Repítelo – ordenó.
— ¿Qué cosa?
— Dime que me quieres – ChoRong sonrió.
— Te quiero – JongDae cerró los ojos, disfrutando de la deliciosa melodía de su voz al decir esas palabras que hacían latir su corazón cada vez más.
— Una vez más. Repítelo, por favor. Lo necesito – pidió.
— Te quiero, te quiero, te quiero...
ChoRong deslizó sus pequeñas manos sobre el pecho de JongDae. Lo acostó sobre el respaldo de la cama, y empezó a repartir besos sobre su cuello, subiendo hasta su oído, cada vez más, haciéndolo endurecer por el deseo.
— Te quiero, Kim JongDae – susurró sobre su oído, su voz seductora y melódica – mucho.
JongDae se sintió en las nubes al oír las palabras que más le gustaba escuchar. Lo quería. ¡Hwang ChoRong lo quería!
— Eres tan hermosa... – murmuró acariciando suavemente su mejilla – y yo un idiota, ¿Cómo puedes querer a un hombre como yo?
— Simplemente porque lo hago – tomó su mano y la colocó sobre su pecho. JongDae pudo sentir su corazón, latiéndole a mil – ¿Sientes eso? Eso es lo que provocas en mí, y mucho más.
— Te quiero... oh ChoRong, no sabes cuanto te quiero.
ChoRong acunó su rostro con sus manos y lo besó. Y él pudo sentir, ese ligero cosquilleo en su estomago que se le estaba haciendo cada vez más habitual cuando estaba cerca de ella. Cuando JongDae se alejó un poco de ella para quitarse la camisa, de repente, MungMung cruzó la puerta como un rayo y se lanzó sobre la cama, justo al medio de los dos, separándolos.
JongDae arqueó una ceja, incrédulo, y cuando intentó acercarse a ChoRong, él le gruñó. Vaya, al parecer a MungMung se le había pasado el miedo hacia él y ahora estaba más que dispuesto a morderlo.
— Muévete – gruñó – a menos de que quieras que te dé otra patada, y esta vez me aseguraré que sea en las bolas.
Lejos de intimidarlo, MungMung le ladró ruidosamente y al parecer, no tenía la intención de moverse a menos de que su dueña se lo ordenara. JongDae miró a ChoRong a los ojos, pidiendo ayuda, pero en vez de hacerle caso, ella se echó a reír.
— ¿De que te ríes? – preguntó entrecerrando los ojos.
— Oh, vamos, dime que no te pareció gracioso – rió, estirando una mano para acariciar a MungMung. El perro respondió sus caricias moviendo la cola y al instante se relajó – está celoso, eso es lo que pasa. Cree que me haces daño.
— Daño le voy a hacer yo a él si no mueve su cul...
— ¡Kim JongDae!
Puso los ojos en blanco y sin nada más que decir, se levantó y salió de la habitación. ¿Celoso? Oh, si. Y por un jodido perro, que lo acaba de dejar con las ganas de follar. De repente, alguien lo abrazó por detrás. Suspiró, sintiendo como las cálidas manos de ChoRong empezaba a recorrerle el pecho, haciéndolo estremecer.
— No te enojes – susurró en un tono bajito. Besó suavemente su hombro sobre la tela de la camiseta – por favor.
Y JongDae sonrió.
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