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JongDae cerró la maleta. Cuando se giró, encontró a ChoRong apoyada en el marco de la puerta. Su mirada entristeció. Él se acercó hacia ella y la besó.
— No estés triste, cariño. Volveré en tan solo dos días, ¿Vale?
— No quiero que te vayas – acarició su mejilla – te voy a extrañar.
Sus palabras resonaron en sus oídos. "Te voy a extrañar", JongDae se tensó ante esa última muestra de afecto. Nunca antes alguien lo había extrañado, y se sentía fantástico, poder oírlo de parte de ella.
— Yo también te voy a extrañar – admitió – pero tengo que ir a ver a mi padre.
— Claro, lo entiendo.
— MinSeok vendrá todos los días para saber cómo estás. Ven aquí – la abrazó y la besó en la frente – estaré de vuelta lo más pronto posible.
— Espero que sea así – suspiró, sin despegarse de su pecho.
— ¿Sería mucho pedirte un último beso? – ChoRong sonrió. Una sonrisa amplia, sincera, preciosa, una de esas sonrisas que llenaban de ternura el corazón de JongDae.
— Claro que no – dijo y lo besó.
JongDae cerró los ojos, disfrutando de la exquisitez del beso. Entreabrió los labios y sus lenguas se juntaron. Tomándola de la nuca, la acercó más a él y sus manos acariciaron sus mejillas, demostrándole que quería ser tierno con ella.
Y la amaba. Ya no podía ocultarlo, no podía negar lo que era obvio. Siempre la había amado. Desde la primera vez que la vio, cuando tenía diecisiete años de edad, supo que era especial. Y ahora que él tenía veinticuatro años, aún ChoRong seguía siendo su debilidad. Daría su vida por ella. Era la mujer que cualquier hombre desearía tener. Incluyéndolo.
Ella había pasado por tanto sufrimiento por culpa de él, que ahora pensaba que no podía hacerla feliz. ChoRong merecía a alguien mejor. El solo pensamiento de imaginársela con otro hombre que no fuese él, le destrozaba el corazón. Por primera vez quería ser egoísta. Quería tener algo sólo para él, algo que lo hiciera feliz. Y esa felicidad era algo que ChoRong solo le podía dar.
De noche. ChoRong estaba sentada en el sillón de la sala principal mientras leía un libro. MungMung dormía acurrucado a sus píes. JongDae se acercó, se sentó a su lado y encendió la televisión. ChoRong lo miró por el rabillo del ojo. Se veía tan hermoso, y no era justo que un hombre fuese tan guapo.
Bebió de su Red Bull, relamiéndose los labios y ella no pudo evitar imitar su acción. De pronto, una soledad invadió a su corazón al imaginárselo lejos. Lo único que quería era mantenerlo cerca de ella por toda su vida. Besarlo y decirle cuanto lo amaba. JongDae se iría a Corea mañana por la mañana, seguramente antes de que ella se despertara y el simple pensamiento de no estar junto a él le dolía en el alma.
— ChoRong – la voz ronca de JongDae la sacó de sus pensamientos. Se volteó para mirarlo.
— ¿Si?
— Haz el amor conmigo.
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