Capítulo 32

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Anya miró a Apo detrás de sus espejuelos de montura negra. Había esperado pacientemente su llegada y, cuando por fin comprobó que estaba bien de salud, pudo respirar tranquila. La rubia había sido la médico real de los Wattanagitiphat desde que se había graduado hacía más de diez años. Sabía perfectamente de la situación de Apo, hizo todo lo que estaba en sus manos para ayudar al niño tan dulce y necesitado de atención que una vez fue.

Apo era tan cariñoso y amable, tenía tanto amor para dar, pero nadie parecía interesado en quererlo. Ella se sentía mal por él, pues su inestabilidad emocional comenzó desde una temprana edad. Solo su hermana mayor lo protegía de todo y todos, sus padres casi nunca paraban en casa. La felina recordó la seria conversación que tuvo con ellos cuando la etapa rebelde de Apo llegó a sus 15 años. Si no estaban ahí para él, todo iba a empeorar.

El moreno era promiscuo, follando con quien se le atravesara con la equivocada esperanza de que alguien lo querría para más que una noche i e comportaba de esa forma. Nat se sentó con él e intentó razonar, estaba preocupada, solo se estaba haciendo daño y no terminaría bien. Pero Apo era terco, de hecho, ese es un rasgo que todavía persiste, se dijo Anya. No fue hasta que un día los padres de Apo hablaron con él de forma firme y sin espacio para refutar que él se encarriló.

Apo le tenía mucho cariño, la quería como una segunda madre y ella lo amaba como su hijo. De hecho, cuando acudió a ella con la sospecha de estar en cinta hace un año, ella no dudó en ayudarlo y darle un pronto diagnóstico y tratamiento para su compleja situación. Nunca se perdonaría que algo le pasara al menor.

Ahora, meses después de la última llamada que tuvieron, Apo estaba sentado frente a ella con la espalda recta y las manos inquietas.

—¿Y bien?—Apo miró a su doctora a los ojos—¿pudiste encontar los registros médicos?—

Anya asintió y abrió una carpeta frente a ella. Este era un tema en el cual no quería involucrarse. La muerte de los Isarapongpon no se hablaba, nunca. Era un secreto guardado bajo siete llaves, y ella sabía  que se estaba exponiendo a la ira de los reyes al mostrarle estos documentos a Apo.

—Lo hice—dijo la mujer—lo que estoy a punto de contarte es algo secreto de tu familia Apo. Ahora mismo podría ser mandada a ejecutar—

Apo frunció el ceño ante la gravedad del asunto.

—No te preocupes, no haré nada con esta información, solo quiero descubrir la verdad. Prometo que tu nombre no será mencionado, esto solo lo sabemos nosotros dos—Apo agarró su mano y la miró a los ojos—

—Bien—Anya suspiró—realmente los padres de Barcode sí murieron en un accidente—dijo hojeando los documentos—pero la  causa de muerte no fue el choque en sí, sino más bien balas—

Apo se quedó en blanco un segundo, alguien los había asesinado con disparos, probablemente en una emboscada. ¿Qué era lo que habían descubierto que los llevó a la muerte?

—¿Pero por qué los asesinarían?—Apo presionó—hay algo aquí que no encaja—

—Bueno, esto fue lo que escuché de tus padres en aquel entonces, pero puede que no signifique nada—Anya bajó la voz como si temiera que alguien la escuchara—tu madre dijo que los había enviado a espiar en el norte del planeta—

—Pero allá no hay nadie relacionado con nosotros—Apo no entendía lo que estaba sucediendo—

—Te equivocas, allí se asentaron los Sumettikul, parientes lejanos de la tercera rama familiar de tu madre. Ellos cometieron traición hace ocho siglos y fueron desterrados a esas tierras—

Apo estaba estupefacto con el descubrimiento de este hecho. Cuan podrida debió haber estado su familia desde hace miles de años, primero con los Satur y ahora los Sumettikul.

Catarsis//MileApo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora