Capítulo 25

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Apo arregló su reloj mientras caía un silencio tenso en la habitación. Podía sentir la mirada estupefacta de todos. Soltó un suspiro agotado y, luego de estirar sus músculos del cuello, se puso de pie y caminó hacia Mile.

—Apo—la voz de Mile sonaba distorsionada, Apo nunca lo había visto así, al límite, se sintió intrigado por ver al verdadero Mile—¿eso que dijo mi hermano es cierto?—

Apo lo miró y ladeó la cabeza, estudiándolo con curiosidad.

—Lo es, no tienes ningún derecho legal sobre ellos—

Mile frunció el ceño y analizó rápidamente, eso era imposible, era el padre biológico de los bebés, no le podía negar la custodia, mucho menos enfrentarlo en la corte, era el maldito rey de Lottus. Sinceramente, debía inclinarse ante él, Apo interpretó a la perfección su papel, pero él era mucho peor de lo que imaginaba.

—Soy su padre, no los puedes alejar de mí —dijo lentamente —

—Puedo y lo haré, no querrás que la corte te designe no apto para tu puesto ¿cierto?—el tono de voz del moreno era engañosamente dulce—

—¿De qué mierda está hablando Mile?—el señor Romsaithong perdió los estribos, estaba a punto de estrangular a Apo si no fuera porque Nathanee tenía su brazo agarrado —

—No te atreverías—Mile apretó la mandíbula —por tu bien, te sugiero que no intentes nada contra mí, porque tú y yo sabemos quién saldrá perdiendo —murmuró sin dejar de mirarlo a los ojos —

—Mile, creo que todavía no nos entendemos bien—Apo acarició su pecho —tú y tu familia me hicieron daño, uno casi irreparable. Mi cuerpo jamás será el mismo, mi vida no será la misma porque ahora tengo que cuidar de cinco hijos a los cuales no quería tener ahora—escupió con sentimiento—creo que esto no es nada comparado con lo que me hiciste, todavía soy misericordioso —

Mile analizó el comportamiento de Apo y, se percató con sorpresa, de lo afectado que estaba el hombre en realidad. Era mucho pedir que aceptara tan dócilmente todo lo sucedido. Apo podía ser muy buena persona, pero tampoco rayaba lo estúpido. Sabía lo que estaba haciendo, presionó los botones correctos para girar las tornas, pero Mile era más astuto.

El pelinegro sabía de la inestabilidad mental de Apo, lo supo desde el principio por su comportamiento y forma de hablar acerca de su infancia. No es que estuviera loco, no era eso, pero creaba una dependencia enfermiza con las personas más cercanas a él. Apo lo necesitaba para vivir, aunque lo odiara por todo lo anterior, no podía dejarlo ir, lo quería para sí mismo, de una forma egoísta. Sabía que lo lastimaba, pero aún así lo quería tan mal. Él usaría esa carta, porque lo que sí no iba a permitir es que sus hijos sufrieran, deseados o no, eran unas criaturas indefensas que nada tenían que ver con el problema que tenían entre ellos.

—No, quien será misericordioso seré yo, Apo—Mile agarró su mano con una fuerza descomunal y sacó sus garras. Las largas uñas se enterraron en la muñeca del moreno y la sangre brotó enseguida. Apo ni siquiera parpadeó, demasiado ido mirándolo a la cara—todavía no has visto lo mejor de mí. Te aconsejo que no cruces la línea. Sí, descubriste mi enfermedad, pero me he estado tratando desde pequeño, es muy difícil que resurja a esta edad—

—No lo sé, puedes sufrir un ataque repentino —Apo siguió provocando, disfrutando de la expresión de Mile, la dura presión en su muñeca, quería ver más —

—Sí, podría. Así que no te sorprendas si un día amaneces con la garganta abierta —Mile lo dejó ir como si su piel quemara —te dejaré ser, quiero ver hasta dónde eres capaz de llegar —recogió una servilleta sobre el escritorio y se limpió las manos ensangrentadas —pero te advierto, no te atrevas a volver a utilizar a nuestros hijos, porque lo próximo que vendrá, no será una advertencia —

Catarsis//MileApo +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora