Cap8. El juego de Dregarnuhr y Ventuchte

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Después de limpiarse y cambiarse de ropa, se dirigieron al templo. Asegurándose de llamar el carruaje que solían usar cuando participaban en la oración de primavera y el festival de la cosecha.

"¿Seguros que estarán bien?", escucharon la voz de su padre antes de verlo. "Ferdinand y Rozemyne están acostumbrados a no usar asistentes. Pero ustedes no."

"Estaremos bien, padre adoptivo", aseguro Aldebarán demasiado emocionado.

Tocaron la puerta de la habitación del sumo obispo, antes de que un sacerdote gris abriera la puerta, dejándolos pasar, apenas sus ojos se encontraron con los de sus antiguos amigos, ambos peli azules se sonrojaron, desviando la vista ante las sonrisas socarronas de la pareja.

"¿Están bien?" pregunto alarmado el Aub, quien nunca los había visto reaccionar así.

"Si...", mascullo él aun sin poder mirar al frente.

Aldebarán sonrío acercándose a su hermano adoptivo sin dejar sonreír, antes de darle una herramienta de evita de escuchas que aceptó a regañadientes.

"¿Que te pasa, hermano? Pensaba que no te afectaba que te vieran."

"No me afectaba", carraspeo antes de mirarlo con odio. "Esto es tu culpa."

El castaño se río una vez más antes de girarse hacia el Aub.

"Están bien, padre adoptivo. Solo parece que tropezaron y Ferdinand cayó en Rozemyne", anunció el castaño haciendo un ademan sobre su pecho. Provocando que el sonrojo aumentara en el rostro de ambos.

"Bien... entiendo", murmuró el sumo obispo, asintiendo con satisfacción antes de carraspear y mirar a sus hijos, "supongo que se sentirán incomodos por un tiempo. Pero fue un accidente. No es como que lo hayan hecho con intención de danzar en el borde del invierno", agrego con una risita que pretendía calmarlos, pero solo empeoró la situación.

El silencio que siguió era demasiado incomodo, pero por algún motivo que los invitados no lograron entender, Karstedt lucia aliviado.

"Muy bien, entonces. Aldebarán, Hannelore. Avisen si no se quedaran en la ciudad baja. ¡Que se diviertan!"

.

"¿Qué pasa con mi padre adoptivo?", pregunto Aldebarán en japonés cuando subieron al carruaje. "Parecía demasiado... complacido de que actuaran de forma tan tímida 'después de ese accidente', es claro que está preocupado de que invoquen el invierno antes del otoño."

"Eso... si, lo sabemos."

Rozemyne miraba hacia la ventana, suspirando sin responder, aumentando la confusión de sus contrarios.

"¿Por qué se preocupan por ustedes?" preguntó la pelirosa, "¿Los encontraron jugando a la mamá y el papá?" quiso saber ahora, un tanto divertida.

"Algo así", dijo Ferdinand cuando el carruaje se detuvo. "Les contaremos más tarde. Por ahora, traten de no ponernos en situaciones que nos delaten."

"¿Qué clase de...?"

"¡Es Myne, mi Myne!" gritó un hombre grande tomando a la joven en brazos apenas se asomó por la puerta del carruaje, haciéndola reír, sorprendiéndolos. "¡Que alegría que vengan dos días seguidos!"

"Estoy en casa, papá", sonrió ella abrazando al hombre. "Pensé que tenías el turno de la tarde", agregó cuando la dejó en el suelo.

"Tengo el turno de la mañana, iba a enviarte una carta. Quería ver si puedes entrenar con los reclutas."

"Tengo tiempo. Volveré a la soberanía en dos días. Debo retomar mi estudio."

"Ah, el señor Benno me habló de eso."

La Revelación de VentuchteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora