Desde que ingresaron a la academia, Ferdinand y Rozemyne habían llamado la atención tanto de alumnos como de profesores, dos niños prodigios, altamente bendecidos por Mestionora. Dos niños que parecían ser obras maestras de Kunstlerzea.
Rozemyne Toucher Ehrenfest y Ferdinand Adotie Ehrenfest.
Ella parecía un reflejo de la amada hija de los dioses, la diosa que había sido protegida por la pareja suprema, sus abuelos, y los dioses pilares. Tan bella y elegante como la diosa de la sabiduría debía ser. Una dama perfecta bendecida por todos los dioses del panteón.
Él era tan perfecto y bello como un dios, su rostro, voz, tono, todos sus movimientos eran siempre tan elegantes y firmes. Su sonrisa evocaba los cálidos días de verano.
A sus diez años, se manejaba con tanta gracia que los rumores sobre ellos comenzaron a surgir, uno tras otro.
Algunos decían que eran hijos reales, bautizados en Ehrenfest por algún motivo, los más extravagantes afirmaban que ni siquiera eran humanos.
Hablarles daba miedo, no porque ellos fueran inaccesibles, daba miedo debido a lo inalcanzables que parecían, aun si no era así. Ambos pasaban mucho tiempo en la biblioteca, dando asesorías gratuitas a quien lo necesitara.
Música, danza, esgrima. Podían hacerlo todo.
Las fiestas de té, la socialización, todo se realizo correctamente. Compartiendo una nueva tendencia tras otra, creando las bases para expandir sus propias industrias.
Todo lo que los rodeaba era un misterio, lo era aún más debido a la forma en la que se comportaban.
Él apreciaba y mantenía cerca a cualquiera que compartiera su amor por la experimentación y la creación, a los discípulos de Vulcanift.
Ella a quienes disfrutara de los libros y el conocimiento, como una verdadera discípula de Mestionora.
Durante su tercer año, el campo de ditter se lleno de más vida que nunca, los jóvenes resultaban un manjar a la vista, claro, si lograbas verlos, sus movimientos eran tan veloces, tan exactos, que verlos combatir siempre evocaba la danza de espada.
Los laboratorios también se llenaron de vida. El ambiente bullía con un experimento tras otro. Tantas herramientas mágicas elaboradas.
Ese año, sin embargo, algo cambio.
Mientras los alumnos se reunían en el salón más pequeño para los giros de dedicación, una risa cantarina armonizada con una grabe y profunda inundo el lugar.
Aldebarán, un candidato de Ehrenfest sujetaba a Ferdinand por los hombros, algo debía haber dicho para lograr que ambos peliazules rieran.
Lady Hannelore de Dunkelfelger se encontraba con ellos, intercambiado palabras en voz tan baja que nadie era capaz de escuchar la conversación.
Un sonrojo cubrió entonces los pómulos de la joven Mestionora mientras que las orejas del joven se teñían del color noble de Gedulh.
Las obras maestras de Kunstlerzea, los jóvenes de belleza etérea y divina, se volvieron humanos frente a todos, volviéndolos de alguna manera aún más impresionantes.
Después de todo, era más fácil aceptar la perfección de ambos, al verlos como deidades.
Los conmocionados alumnos, iniciando con los estudiantes de segundo, tuvieron problemas para girar, solo el grupo de Ehrenfest parecía estar tranquilo.
Rozemyne, Ferdinand, Aldebarán y Hannelore de cuarto, fueron los primeros en completar la danza de forma satisfactoria. Melchor y Teodoro, también de cuarto, no habían conseguido el aprobado, no aun, pero no les falto mucho para obtenerlo.
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La Revelación de Ventuchte
FanfictionHan pasado un par de años desde que los bautizaron, Ferdinand y Rozemyne ahora se enfrentaran a ellos mismos, mientras descubren uno a uno los secretos que guarda la academia real. Saga: La Bendición de Durzetzen.