D O C E

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T E V E O A T I.

E M M A.

¿Siete años ya? Siete años. Una de las razones por las cual he bebido hasta no saber de mí, es por esto. La idea de que hoy se cumplan siete años de que ellos dos se fueron me sigue doliendo. Duele incluso como ese día y creo que aún más, porque con los años comienzo a aceptar que no van a volver, pero eso no quiere decir que no me duela, porque claro que lo hace. Al igual que todos los demás soy humana y tengo sentimientos. Se que muchas personas podrían criticarme y decirme tantas cosas por el hecho de que aún después de siete años sigo traumada con todo lo que pasó. Pero ellos jamás van a saber lo que me dolió.

Nadie sabe que fue exactamente lo que sentí esos momentos, claro que lo podrían imaginar porque mi aspecto lo gritaba, y mis llantos y gritos lo hacían igual. ¿Y como no? Solo era una niña de 14 años que acaba de perder a su familia, justo días antes de cumplir los 15 años. Lo cual fue mucho peor, porque me terminó de destruir que nisiquiera tuve que esperar meses para sentir lo que es pasar un cumpleaños sin las personas que amas. Todo paso tan rápido que nisiquiera me dio tiempo de respirar.

Papá y Sara jamás me prepararon para tener que vivir el dolor real, porque el dolor de perderlos a ellos dos jamás se compararía con todos los golpes de Sara, ya que esos eran solo físicos, y el dolor sentimental jamás se compara a ese. Es diferente de alguna manera, de una que destruye más lentamente, pero, al final, termina tomandote por completo. Consumiendo tu luz, apagando tu brillo, tu magia. Se lleva todo de ti y solo deja tu corazón roto y tú alma adolorida.

He leído frases que dicen que el dolor se irá cuando deje de enseñarme, y talvez es cierto, ¿Pero no me ha enseñado lo suficiente? Supongo que talvez no, aunque no estoy muy segura de merecer todo esto. Mi solución para acabar con todo el dolor es morir, pero muy en el fondo también quiero saber si es verdad la frase que dice que al final del oscuro túnel está el arcoíris, o el que dice que al final de la tormenta sale el sol. Yo solo espero que sean verdad si al final tengo que seguir aquí.

No tengo ánimos de nada y solo me siento cansada y afligida. El dolor de cabeza pasa a segundo plano cuando despierto y veo que no sufrí un coma etílico. Sigo muy viva y puedo sentir todos los efectos de la resaca. La luz que entra por la ventana se siente como si me pusieran una lámpara a centímetros de los ojos, y es realmente molesto.

Miró bajo mis brazos y encuentro a Aysel dormir, no recuerdo nada así que no se en qué momento llegó. Tengo mi pijama puesta y no recuerdo nada, lo último que viene a mi mente soy yo tomándome una segunda botella de Whisky y de ahí en adelante es como si me hubieran borrado la memoria, lo cual es frustrante porque no sé si hize algo mal.

Me siento y miró por la ventana. No tengo nada de ánimos de hacer algo simple como levantarme de la cama, así que solo me quedo mirando como es que hoy el cielo tiene el mismo tono grisáceo que en los demás días, lo cual es muy normal y nisiquera tengo esperanza de que en estos días salga el sol.

—¿Que hora es? —pregunta Aysel que se acaba de despertar, supongo.

—No lo sé —me limito a responder.

Se levanta de la cama y va a buscar su teléfono que está alado del televisor. Lo toma y lo vuelve a dejar en el mismo sitio. Se sienta a mi lado y al igual que yo solo se queda mirando por la ventana.

—¿Que haces aquí? —pregunto.

—¿No te acuerdas? —lo miró y frunce el ceño— Me hiciste una videollamada desnuda.

Joder, ¿Lo hize? No, mierda. Abro los ojos de par en par. El medio sonríe y suspiro aliviada.

—Me llamaste y me di cuenta de que estabas ebria —me mira fijamente a los ojos—, así que vine para asegurarme de que no destruyeras mi casa o te robaras alguno de mis autos.

Bajo Un Eclipse Lunar #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora