Capítulo Diez

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Soonyoung se duchó y se vistió, arrugando la nariz al tener que ponerse la ropa del día anterior. Sería mejor que Soohyuk tuviera a esa perr... persona fuera después del desayuno, o lo golpearía.

Café. Necesitaba café antes de que su cerebro funcionara. Y necesitaba definitivamente la cafeína antes de pensar en anoche y esta mañana.

Soohyuk. Seokmin. Sexo.

Necesitaba café...

Bajó las escaleras y chequeó la gran sala. Alguien, probablemente Seokmin, había prendido la calefacción, y el calor irradiaba por la habitación. Sólo dos personas permanecían, entrelazados en el sofá más grande. JiGeon levantó la cabeza ante el sonido de los pasos suaves de Soonyoung, luego sacudió a la mujer sobre él.

—Se supone que tu y Amy prepararán el desayuno, ¿recuerdan?

—Al diablo con eso. Estoy durmiendo —dijo Sony—. Si trato de cocinar, voy a vomitar, maldita sea. ¿Por qué me dejaste beber tanto anoche?

—¿Cómo podía detenerte? —La cabeza del hombre se dejó caer sobre el brazo del sofá. Suspiros, quejas, y luego silencio.

Sacudiendo la cabeza, Soonyoung se dirigió a la cocina. Vacía. Encendió la cafetera, apoyándose sobre el mostrador hasta que pudo lograr una taza llena, luego se quemó la boca con los primeros tragos. Cuando la cafeína comenzó a trabajar, parecía como si el mundo se iluminara de tonos apagados a todo el espectro de la vida mientras su cerebro recobraba vida. Sin importar lo que los historiadores indicaran.

Después de tomar otra taza, estudió las posibilidades para el desayuno. La nevera contenía demasiados ingredientes para cocinar un buen desayuno occidental, le daba algo útil para hacer.

Y algo para alejar su mente de la noche anterior. El recuerdo del sólido cuerpo de Seokmin parecía impreso en él. Peló las patatas y recordó cómo lo había presionado contra el colchón y lo besó, su prominente polla contra su estómago. ¿Le hubiera permitido tomarlo si lo hubiese intentado?

Su polla se sacudió. ¿Cómo no había sido más valiente? ¿O menos valiente? Si hubiera sido inflexible en su negativa, Seokmin no lo habría empujado, y no se sentiría tan... obsceno, muy avergonzado y caliente.

Maldita sea, ¿por qué no podía haberse interesado en un swinger o dos en cambio? Ellos no eran tan aterradores. Qué le había hecho... inmovilizando sus brazos. La forma en que le había hablado y observado. Dejó escapar un gemido. Muy emocionante y muy aterrador en cierto modo.

Lo folló con los dedos. Toda una expresión. Pero eso era justo lo que había hecho. Se estremeció ante el recuerdo de sus callosos dedos en su interior, deslizándose una y otra vez, empujándolos profundamente dentro de él. Nunca se había corrido así en su vida. Nunca. "Detente", le había dicho, y "Oh, no es suficiente todavía", había contestado y siguió haciendo lo que quería con su cuerpo.

Que Soohyuk estuviera constantemente preguntando lo que quería en la cama lo había irritado. Seokmin no preguntó, y a su cuerpo le encantó. Eso fue exactamente lo que más lo asustaba en todo este asunto. Nunca se había considerado a sí mismo un chico necesitado o una presa fácil, pero seguramente actuó de esa manera con Seokmin. Entonces, ¿dónde lo dejaba eso?

El sexo... Ok, totalmente impresionante. El hombre... magnífico. Las posibles consecuencias... no se pueden prever. No más juegos con Seokmin. Si quería explorar el sexo escabroso, lo practicaría con uno de los swingers. Uno de los muy disponibles swingers.

Puso las papas en el fregadero y se quedó mirando por la ventana hacia el bosque circundante. Ellos estaban disponibles, se repitió a sí mismo. Disponibles y muy dispuestos a follar a cualquiera en el lugar. Sabiendo que casi desterró cualquier atracción hacia él. Con un bufido de una carcajada, tomó la patata, y continuó pelándola. Monógamo "L".

Sacudiendo la cabeza, se acordó de la fantasía que había tenido antes de aceptar el intento de este fin de semana. Ahora que lo pensaba, su fantasía no había incluido una multitud de hombres, sino sólo uno. Un hombre entraba en su habitación. Lo agarraría, lo clavaría contra el colchón, obligándolo a cooperar. Frunció el ceño. Eso sonaba parecido a esta mañana con Seokmin. Entonces, ¿qué decía eso acerca de él?

No quería a los swingers, ¿quería ser amedrentado? Se mordió el labio. Hablaba sobre algo políticamente incorrecto, especialmente para alguien como él.

Mientras cortaba las patatas, consideró sus opciones para el resto del fin de semana y llegó a una conclusión. Soohyuk simplemente tendría que llevarlo a casa. Soonyoung no podía soportar quedarse otra noche, viendo a su novio andar por ahí, y esquivando a los otros hombres. Había cometido un error. En grande.

Sus labios se curvaron. Pero esta mañana lo compensó todo, incluso si eso lo dejaba inestable. Y malditamente confuso. Seokmin había restringido sus manos, ¿por qué eso lo ponía tan caliente?

Casa. Hora de irse a casa, Soon. Una punzada de culpa lo recorrió. Un largo viaje. En el momento en que Soohyuk lo hubiera dejado en casa y regresara de nuevo aquí, el día se habría ido.

De todas maneras.

Puso a freír unas patatas y preparó rápidamente unas galletas antes de poner el tocino en el horno. Sonrió mientras la fragancia llenaba la habitación.

Algunos de los swingers entraron en la cocina, mirando bastante animados.

—Estoy muerto de hambre —dijo Paul, ampliando las fosas de la nariz—. Pensé que habría algo de comer ahora. ¿No se suponía que Sony y Amy cocinarían hoy?

—Están indispuestas —dijo Soonyoung a la ligera—. Y yo soy madrugador —metió las galletas en el horno caliente con una satisfacción que no había sentido en mucho tiempo. Cocinar sólo para él nunca valió la pena la molestia.

Después de dar vuelta las patatas cortadas en cuadraditos, empezó a batir los huevos. Mientras contaba en su cabeza, oyó algo que rascaba en la puerta de atrás y luego un gemido bajo. La cáscara de huevo se rompió en su mano.

Paul se dirigió a la puerta de atrás.

—¡No! —el pulso de Soonyoung comenzó a correr—. Ningún perro en la cocina. Nunca.

—Él sólo se sienta allí en la puerta —dijo Paul—. Siempre llega y...

—Absolutamente no —Soonyoung lo fulminó con la mirada hasta que se dio por vencido.

—¿Cómo sabes hacer desayunos americanos? —Eun preguntó—. Yo nunca he preparado uno.

Soonyoung se limpió la mano, después vertió un poco de leche.

—Me abrí paso en la universidad trabajando en la cocina de una fraternidad. La mamá de la fraternidad me enseñó todo lo que sé, así que aprendí a hacer comida americana —gracias, Lara. Condimentó los huevos y frunció el ceño entonces—. ¿Me traes el queso del frigorífico?

Un segundo después, un bloque de queso apareció sobre la mesada.

—Gra... —su voz se atoró en su garganta mientras sus ojos veían la mano que sostenía el queso. Cicatrices en los nudillos. Poderosas y fuertes. Soonyoung sabía cuán fácilmente esas manos podían fijar a un chico a la cama. Su estómago se agitó como si alojara a un pájaro rebelde—. Gracias —jalando una fortificante respiración, levantó la vista.

Sus mejillas se plegaron, y sus ojos se comprimieron.

—No hay de qué, dulzura. Huele bien.

Seguramente el calor en su cara lo provocaba el horno.

Seokmin pasó un dedo hacia abajo de su mejilla, acercándose hasta que sus pechos se rozaban. Su cuerpo se tenso recordando su toque. Como si estuviese deseando por más.

Inclinándose hacia abajo, Seokmin murmuró:

—Esas mejillas rosadas, pequeño rebelde, hacen que me pregunte en qué estás pensando.

Antes de que Soonyoung pudiera pensar en algo para decir, azotó suavemente su culo y dejó la cocina.

鸡 ㅤׄ ㅤ El amo del placerㅤ :ㅤ SeokSoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora