Capítulo Veintiuno

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Los disparos crepitaban abriendo el fuego de las M-16 como petardos en los esteroides. La tierra se sacudía por la explosión de un IED. Los camiones volaban por el aire, lanzándolo a él y a los otros como si fueran canicas sobre el cemento. Gritos... tantos gritos. El sudor se derramaba por su cara, o tal vez el líquido caliente era la sangre. Su corazón martilleando, esquivando otro lado del callejón, se sumergió en un edificio. Su casco había desaparecido en algún lugar. El parejo, sordo ruido de unas cincuenta mierdas se abrió, y a continuación, el rugido de un helicóptero de evacuación médica. Movió su mirada, sabiendo lo que vería. Demasiado tarde para el rescate. Su equipo, oh mierda, su equipo. Vetas rojas en la arena como un caleidoscopio lleno de sangre. Gritos de agonía. Hombres cruzando al otro lado del callejón, viniendo hacia él. Sus manos apretadas sobre...

—¡Seokmin!

Manos que lo sacudían, pequeñas manos. Apretó los brazos del soldado. Suaves. La voz no era correcta, alta, utilizando su nombre. Parpadeó y vio ojos preciosos, piel pálida, labios de color rosado. Se obligó a aflojar sus manos.

—Soonyoung —su voz sonaba como si la tuviera áspera en carne viva.

—¿Estás despierto ahora? —Soonyoung le alisó el cabello hacia atrás de su cara sudorosa—. Eso sonaba como una desagradable pesadilla.

Su aliento sopló hacia fuera.

—Sí —sus manos se apretaron sobre sus hombros, el color rojo aún seguía tiñendo los bordes de su visión. ¿Qué había hecho? ¿Lo había golpeado?—. ¿Estás bien?

—Bueno, seguro. Yo no era quien estaba teniendo una pesadilla —se salió de sus brazos y corrió al cuarto de baño; las últimas dos velas encendidas se reflejaron en su piel pálida.

Suspiró, su interior más agitado ahora que lo que había estado el propio día del horror. Maldición, ¿cómo podría haberse quedado dormido? Podría haber...

—Aquí —un brazo debajo de sus hombros lo instó hacia arriba. Seokmin tomó el vaso que le dio y lo miró.

—Seokmin, bébelo.

El agua fría despejó la sequedad de su garganta. Después de poner el vaso sobre la mesa de noche, Soonyoung limpió el sudor de la cara y de su pecho con un paño.

—No.

Antes de que Seokmin encontrara las palabras para decirle que tenía que irse, Soonyoung lo empujó hacia abajo y se acurrucó junto a él, poniendo su cabeza sobre su hombro. Uno de los brazos redondeados se curvó sobre el pecho, sosteniéndolo con delicadeza.

—Odio las pesadillas —murmuró y se quedó dormido dentro de dos respiraciones.

Seokmin se quedó mirando el techo, demasiado consciente del chico acurrucado encima de él como un cachorro confiado. Ya profundamente dormido. Después de un minuto, puso una mano debajo de su cabeza y envolvió la otra alrededor de sus hombros. Soon parecía tan fuerte, ¿no? Teniendo en cuenta su descripción del ataque del perro, probablemente lo sabía todo acerca de las pesadillas.

Soonyoung seguramente peleaba contra ellas un infierno de mucho mejor que él. Nunca había hecho nada después excepto sentarse en el borde de la cama y agitarse. El agua que le había dado le había quitado más que la sequedad, el paño más que el sudor, de alguna manera lo había hecho volver a la realidad y desterrar la acostumbrada prolongación persistente.

Su respiración creaba una pequeña mancha caliente sobre su hombro, su pecho subía y bajaba en el tranquilo ritmo del sueño.

Tomó un largo, cuidadoso suspiro. Había tenido suerte y no lo había lastimado. No habría sueño para él esta noche, sino la alegría de poder encontrarse en el aquí y ahora.

鸡 ㅤׄ ㅤ El amo del placerㅤ :ㅤ SeokSoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora