Capítulo 1

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¿Dean? ¿Como Dean Winchester? Sí, exactamente como él. ¿Quién le pondría ese nombre a su hijo basado en un personaje de una serie sobrenatural? Fácil: mi mamá. Ella decía que él fue su primer amor platónico. Pero no, mi hermano no se llamaba Sam, aunque creo que ella quería usarlo, mi papá (gracias a Dios) no lo permitió. Hicieron el trato: él escogería el primer nombre y ella el segundo. Así que mi hermano tenía un nombre genial y normal como Alex (diminutivo de Alexander que me daba material suficiente para molestarlo porque detestaba que usara su nombre completo), y yo el de una serie que nunca había visto. Después de lo que sucedió me parecía que el nombre era apropiado, porque no era nada normal. En realidad Dean y yo teníamos más cosas en común de lo que pensaba al principio.

No sé si debí haberlo notado. Había huecos, grandes y profundos. Era imposible no verlos, pero por alguna extraña razón, yo no podía verlos. No aún. Quizá simplemente no quería hacerlo y, cuando todo pasó, cuando por fin todo explotó, no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Cada vez que lo recuerdo me siento culpable y triste. Todo comenzó un fin de semana en el que Luka y yo estuvimos en cama casi todo el día jugando videojuegos. Mi favorito era "Héroes de Leyenda" porque podías fingir que eras un superhéroe con poderes geniales y derrotabas a los villanos en cada misión especial mientras avanzabas en la historia hasta llegar al peor: Koa. Era un hombre mitad demonio mitad humano, descendiente de Hades que resguardaba el inframundo. Tenía una mascota genial llamado Cerbero que, con sus magnificas tres cabezas, siempre mataba a cualquier héroe. Muy pocos habían logrado derrotar a Koa. Yo no estaba ni cerca. Parecía que no tenía ni las habilidades ni las cualidades necesarias para eso. En realidad no parecía tener cualidades para nada.

Así que después de ser derrotado épicamente por una horda de almas errantes, Luka y yo bajamos a la cocina por un poco del pay que mi mamá había llevado la noche anterior. Luka siempre caminaba detrás de mí, sin importar a dónde iba, no le importaba si hacía frío o si tenía sueño. Él siempre estaba conmigo. Y ahí estábamos, comiendo, en medio del silencio. Me gustaba el silencio, aunque a veces no lo toleraba, no me agradaba tener nada que pudiera interrumpirlo demasiado. Solía poner el sonido de la lluvia en mi celular, era un sonido suave y relajante.

Luka fue el primero en darse cuenta de que algo andaba mal. Paró las orejas y se giró hacia la puerta trasera. Comenzó a gruñir y yo solo le dije que se callara, como si estuviera seguro de que no había nada que temer, simplemente como si lo supiera, pero sí había algo. Mejor dicho, alguien. Vi sus ojos rojos primero, encendidos como fuego, asomados por el cristal de la puerta. Luka comenzó a ladrar y yo me quedé petrificado sin saber qué hacer. Eso, lo que haya sido, puso la mano contra el vidrio y una lava espesa y naranja descendió por la madera, quemándola. De pronto se convirtió en una llamarada que se expandió por la cocina y apenas tuve tiempo de tirarme al suelo antes de que me quemara. Todo se incendió de inmediato. Hubo una explosión o un terremoto, no lo recuerdo. La casa se sacudía, las paredes crujían, el techo caía sobre mí y lo siguiente que noté es que esa cosa, esa figura humana estaba sobre la barra de la cocina mirándome. Parecía ser una mujer en los huesos, con un cabello largo mal cortado, enmarañado y lleno de suciedad. Lucía un vestido gastado y roto e iba descalza. Me sonrió con dientes ensangrentados. Retrocedí por puro instinto. Entonces escuché que Luka ladraba, como si intentara amenazarla, como si pudiera hacer algo e incluso intentó lanzarse para protegerme. Lo amé aún más en ese momento. Dejó de ladrar cuando esa mujer elevó las manos al techo y un trozo de madera cayó con fuerza sobre él, aplastándolo. Mi corazón se partió en dos cuando escuché el crujir de sus huesos y el leve gemido que logró emitir. Me levanté y corrí hacia la sala, pero para entonces ya todo estaba en llamas.

Ella estaba detrás de mí y cuando me giré de nuevo, me tomó del cuello y me levantó del suelo, incluso cuando era más baja que yo. Me estaba asfixiando mientras yo pataleaba y le golpeaba los brazos para que me soltara.

KensingtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora