Capítulo 4

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Había un sonido lejano, un sonido constante y tan precioso que logró jalarme a la realidad. Era la lluvia que chocaba contra mi puerta corrediza. Intenté abrir los ojos, pero los párpados me pesaban como nunca antes. Todo mi cuerpo se sentía pesado. Logré mirar mi habitación y sentí una especie de alivio momentáneo. Estaba vivo. Por ahora, al menos.

—Ey.

Miré hacia mi derecha. Alex estaba sentado en una silla. Me sonrió, pero pude ver el alivio y la preocupación mezclados en sus facciones

—Bienvenido a la tierra de los vivos, enano.

—Idiota —grazné. Me ardía la garganta y el aire se sentía como cuchillas que bajaban hasta mis pulmones.

—No, en serio. Qué buen susto nos diste.

—¿Mis papás?

Alex se tomó un momento en responder.

—Están hablando con el doctor. Creen que intentaste suicidarte.

—¡¿Qué?! —Hice el intento de levantarme, pero solo logré marearme y caer de nuevo a la cama.

—¿Y bien? —preguntó una vez que logré enfocarme de nuevo. Lo miré sin entender—. ¿Intentaste hacerlo?

—No —respondí sin apartar la mirada. Alex siempre me decía que cuando alguien mentía no era capaz de mantener la mirada. Por eso me aseguré de que entendiera que hablaba en serio—. Jamás haría eso.

—¿Entonces qué intentabas hacer? —Ahí estaba su enojo. Era muy tenue, lo estaba conteniendo, pero yo podía sentirlo. Sus palabras ásperas y su mandíbula tensa. Me miraba casi sin parpadear y yo no sabía que decirle.

¿Qué se supone que podría decirle? Oh, bueno, ya sabes. Una bruja me perseguía y estaba intentando escapar. Por cierto, es la misma que me atacó la vez anterior, que mató a Luka. Sí, exacto, antes de que me metieran a un psiquiátrico. Ya podría ir arreglando mi maleta para regresar al hospital.

Por fortuna no tuve que responder. Mi mamá entró a la habitación y un terrible remordimiento me sacudió cuando vi sus ojos cristalinos y su rostro enrojecido por el llanto. Si ella de verdad creía que yo había intentado suicidarme, la angustia la estaría consumiendo por completo. Quise hacerla sentir mejor, pero no podría explicar lo qué pasó. Ya fuera por ser un suicida o alguien que alucinaba, seguramente me llevarían de vuelta al psiquiátrico.

—¿Cómo estás? —Se acomodó a mi lado en la cama y enredó los dedos en mi cabello, acariciando con suavidad.

—Lo siento, mamá...

Me quedé sin palabras. No supe como fue que mi voz se cortó y de pronto ya estaba llorando. Me di cuenta de lo exhausto que me sentía, no solo por lo que había pasado sino por todo lo que había ocurrido en los últimos meses. La muerte de Luka, estar dentro de un psiquiátrico, no saber si me estaba volviendo loco. Y estaba esa cosa. Esa cosa que había intentado matarme dos veces ya, casi lográndolo en ambas. No podía hablar con nadie sobre lo que sucedía y eso era demasiado.

—Shh, cariño está bien. —Su tono era dulce. Si estaba molesta, lo ocultaba muy bien—. No pienses en nada ahora. Solo descansa ¿de acuerdo? Mañana... —Todo estará bien. No lo dijo y lo agradecí porque presentía que nada estaría bien de nuevo. No hasta que esa cosa se desapareciera o me matara.

Mamá me dio un beso en la frente y salió del cuarto llevándose a Alex. Quise pedirles que no se fueran, que no me dejaran solo porque tenía miedo de que esa cosa volviera y por fin lograra lo que había estado intentando hacer. En cambio me quedé callado y los miré irse.

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