Capítulo 24

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"Está despertando" decía una voz lejana. Era un susurro, algo tan suave como el viento, rodeándome. "Dean, estoy aquí. ¿Me escuchas?" Quería responder que sí, que podía escucharlo, pero era imposible. Quise abrir los ojos, mover el cuerpo, hacer algo. No pude y eso solo me causó una sensación de pánico. "No, no, Dean, escúchame. Estás bien, estás a salvo" ¿Estás a salvo? ¿Por qué no lo estaría? Quienquiera que fuera, no estaba ayudando a ese ataque de pánico. "Dean, escucha. Concéntrate en mi voz, solo sigue mi voz. Estoy aquí" Hice todo lo posible por calmarme, me dije que estaba bien, estaba vivo, o al menos eso creía. Poco a poco esa nube en mi mente comenzó a disiparse y yo fui más consciente de la realidad. Pude sentir las sábanas que me cubrían, la almohada debajo de mi cabeza, voces y susurros a mi alrededor, una mano sujetándome la muñeca con fuerza.

—Aquí estoy, Dean. Puedes hacerlo.

Comencé a abrir los ojos de forma paulatina, parpadeando varias veces porque la luz me lastimaba y los párpados me pesaban como nunca antes. Reconocí mi habitación, la bombilla del techo alumbrándome. Nieve cayendo afuera de las ventanas. Todo igual a como lo recordaba. Excepto que a mi lado, sujetando mi mano, estaba Alex. Exhaló aliviado cuando lo miré.

—Ey, bienvenido a la tierra de los vivos, enano —dijo con una sonrisa burlona. Quise decirle que se fuera al diablo, pero la garganta me dolía y solo pude abrir la boca, acomodando una mueca de dolor—. No, tendrás que guardarte los insultos por un par de días. Ya pedí que te traigan algo de tomar, así que espera. Eso te ayudará.

Asentí, ese había sido el peor resfriado de mi vida. Mi cuerpo aún se sentía débil y cansado, pero estaba mejor. Un nuevo ayudante entró por la puerta, tenía una tez morena, ojos negros al igual que su cabello. No era muy alto, de mi estatura tal vez. Nunca lo había visto en el castillo. Alex me ayudó a sentarme en la cama, lo que me costó mucho más esfuerzo del que pensé que tomaría. Era un té diferente, de un aroma frutal con un toque de miel. Lo bebí despacio disfrutando del alivio que enviaba a todo mi cuerpo. Alex le ordenó que me llevara algo de comer y por primera vez en días, estaba hambriento.

Mi garganta no estaba mejor, pero me las ingenié para hablar.

—¿Dónde está Shane? —pregunté con voz rasposa, como si hubiera fumado veinte paquetes al día por los últimos quince años. Alex se tensó un poco, fue casi imperceptible. Su expresión vaciló, aunque se recompuso casi de inmediato, manteniendo esa sonrisa en la cara.

—Está en una misión. Le pedí que fuera mientras yo me quedaba contigo. No fue nada fácil.

Sonreí y me tallé el rostro.

—¿No deberías de estar ahí?

—Nah, pueden hacerlo sin mí. A demás, ¿qué clase de rey sería si mis súbditos no pueden hacer las cosas sin mí?

Asentí. Mi mente no estaba tan clara como debería, pero era suficiente en esos momentos. Comí en la cama y todo me supo realmente delicioso, como nunca antes. Alex se quedó conmigo charlando durante horas de todo menos de la guerra que se desarrollaba fuera del castillo. Era casi evidente la forma en que él evitaba hablar al respecto, pero yo estaba tan feliz de tener a mi hermano aunque solo fuera por un par de horas, como para prestar atención a las cosas evidentes.

—¿Dónde está Nwosu? —pregunté cuando él se disponía a irse. Se detuvo en el marco de la puerta, su espalda se tensó una fracción de segundo.

—Hubo un ataque a su pueblo, me pidió permiso para volver con su familia.

—¿Todo esta bien? ¿Necesita ayuda?

—No te preocupes por eso. —Se giró a medias y me sonrió—. Duerme, hablaremos en la mañana.

Podría pensar que después de haber dormido por días, quizá no estaría cansado, pero lo estaba y me dormí de inmediato.

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