Había una pintura en medio del salón principal en el castillo. Era un retrato de los reyes Neylianiz y Deeinna. Mis padres, nuestros padres, al parecer. Él era muy alto, con cabello oscuro y tonalidades verdes que me recordaban a las luciérnagas. Su tez era morena con ojos color miel y sonreía apenas un poco. Usaba un traje elegante rojo y negro con una capa larga que no lucía muy útil. A su lado estaba la reina, le llegaba al hombro, tenía un largo cabello dorado y brillante, usaba un vestido rosa con detalles blancos, su tez era blanca y su sonrisa más evidente que la del rey. Él sujetaba su mano con delicadeza y lucían felices. Eso no fue lo que me impactó más, sino al niño que estaba frente a ellos. Tenía el cabello negro también, mejillas regordetas y estaba sentado en la alfombra mientras jugaba con un caballo de madera. Era Alex.
—¿Los conociste? —pregunté sin apartar la vista del cuadro. Él asintió sin mirarme.
—Cuando nos atacaron yo tenía cuatro años. Después Shane nos llevó al orfanato y, conforme crecía, me convencí de que todo esto había sido solo un sueño. Hasta que volví, entonces fue más fácil recordar quién era en realidad. A nuestros padres, este lugar, a las criaturas, incluso a Shane cuando llegó —se rió bajito—. Debiste verlo, todos pensaban que no sabía hablar. Solo es cuatro años mayor que yo, pero parecía incapaz de emitir ningún sonido.
—¿Cuatro años? Eso significa que tiene... ¿veintinueve?Luce... mayor.
—¿Cierto? La vida no ha sido buena con él.
—Espera, ¿entonces cuando nos sacó del castillo tenía solo ocho años?
Alex asintió y yo me quedé pasmado recordando las palabras de Shane cuando me contó sobre lo sucedido esa noche. "Yo quería luchar. Quería defender el reino porque era mi hogar..." ¿Pero qué le pasaba a ese Odjur? Alex se estiró a lo largo y yo volví a mirar la pintura. Eran 'nuestros padres', pero yo no estaba listo para despedirme de la imagen de mis verdaderos padres, los humanos que me habían enseñado todo lo que sabía.
—Tengo que irme, tú deberías de hacer lo mismo. Nos espera una larga noche.
Gemí y eso lo hizo reír. Me palmeó la espalda y añadió:
—Lo sé, pero ¡ey! Quizá sea peor de lo que te imaginas.
Le enseñé el dedo medio antes de que se marchara. Me quedé un momento más observando el retrato, intentando sentir alguna clase de conexión o familiaridad con esas personas. No funcionó, para mí solo eran dos extraños que habían vivido en ese lugar. Volví por el mismo lugar que antes para evitar perderme porque apenas llevaba cuatro días en ese lugar y estaba muy lejos de poder reconocer cada pasillo.
Todo el lugar era una locura. Los ayudantes, como decidí llamarlos para evitar usar la palabra 'sirvientes', corrían apresurados de aquí para allá, limpiando los pisos, lavando las ventanas, colocando cortinas nuevas y alfombras esponjosas. Subían y bajaban las escaleras como si los persiguiera un asesino serial, pero aun encontraban tiempo para hacer una reverencia cuando me veían pasar. Yo solo esbozaba una sonrisa torcida y seguía el camino hacia mi habitación. Nwosu estaba ahí acomodando mi ropa de gala para asegurarse de que no tuviera ni una sola mancha o arruga. Gemí de nuevo al ver el conjunto sobre la cama, era ridículo y parecía incómodo.
—¿Qué le parece, príncipe? —preguntó con ojos brillantes.
—Nwosu, te dije que no me llames así.
—Bien. —Asintió, echó un último vistazo a la puerta para asegurarse de que estuviera cerrada y continuó—. ¿Te gusta, Dean?
—Es un poco... —Moví las manos sin saber cómo expresarlo—. Demasiado. ¿De verdad tengo que usar eso?

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Kensington
FantasyLos Kensington eran el clan de cazadores más grande que había existido. Eran la máxima autoridad que regía al mundo de criaturas mágicas y cazadores, hasta que una noche, debido a una traición, el castillo recibe un ataque y toda la familia real mue...