Capítulo 31

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Un mes después no habíamos tenido éxito en encontrar el castillo donde Thrat se escondía. Era como si estuviera oculto debajo de la tierra y nadie pudiera encontrarlo por más que nos esforzábamos. Yo estaba listo para la guerra y me sentía orgulloso de admitir que había mejorado muchísimo en mi entrenamiento tanto con el arco como con la espada y lucha de cuerpo a cuerpo. No tenía mucho éxito con la pistola, pero decidí que quizá esa arma no era para mí y me concentré en lo que sí estaba rindiendo fruto. Aunque sabía que la guerra estaba cerca, aún la sentía tan lejos, como algo irreal que no esperas que suceda. No sé si alguna vez hubiera estado listo para ella, si en algún momento habría podido imaginar los precios a pagar y, si de haber sabido en ese momento, habría buscado la guerra de cualquier modo. Lo pensaría después, día tras día sin parar.

Nuestro ejército parecía ser muy grande y todos se preparaban para el llamado de los Kensington, aquel que los llevaría hacia el final de la guerra donde se definiría todo. Era escalofriante la confianza que esos cazadores y criaturas habían puesto en nosotros, o más específicamente, en Loïc. Mi hermano estaba consciente del peso que descansaba sobre sus hombros, uno que compartía conmigo, pero no podía compararse a lo que él cargaba como el rey y eso le estaba pasando factura. Siempre estaba cansado, apenas y dormía, casi no comía y solo parecía escuchar a Violet cuando le pedía, en voz suave, que debía hacerlo por su bebé. Loïc estaba frustrado por semanas de búsqueda sin resultado. Supuse que él quería terminar con la guerra antes de que el embarazo de Violet fuera notable y podía entenderlo, no necesitábamos darle más armas a nuestros enemigos para que pudieran atacarnos.
Así que podemos decir que el ambiente en el castillo era un poco tenso y sombrío. Y Sackerson no ayudaba para nada. La hermana de Shane tenía una actitud un poco... ¿cómo decirlo? Condescendiente. A menudo decía comentarios nada amables sobre todos, especialmente sobre mi guardia real y parecía disfrutar la forma en que Chasydi reaccionaba. Era bien sabido que ella no tenía mucha paciencia ni toleraba basura de nadie, era una de las cosas por las que la admiraba. Nuestros días se convirtieron en la base de sus peleas constantes, en las que Sackerson decía algo ofensivo con una sonrisa y Chasydi respondía con agresividad y eso parecía alegrar más a Sackerson. Yo no las entendía, pero comenzaba a cansarme el escucharlas discutir sin parar.

Esa mañana no fue diferente. Loïc nos convocó a todos para explicarnos la brillante idea que había tenido. Brillante fue la palabra que él usó, yo no estaba tan seguro de que fuera la indicada. Mi hermano quería visitar a Moll para pedirle la ubicación de Thrat. Si existía alguna criatura que supiera su paradero, sería ella. Y tenía razón, eso le pondría final a todo esto, pero yo no estaba seguro de que Moll fuera la mejor opción porque no teníamos idea de qué precio pediría a cambio. Después de lo sucedido con el ojo de Shane, me quedaba claro que esa criatura no tenía ningún límite y se lo dije. Debido al cansancio, Loïc no tenía mucha paciencia así que su respuesta no fue tan amable cuando me dijo que dejara de ser un cobarde. Eso fue hiriente, pero lo entendía por lo que no respondí nada. Accedí solo porque confiaba en él y porque debía apoyarlo, pero insistí en ir también porque no lo dejaría pagar precios demasiado altos. Pareció estar de acuerdo y me dijo que nos iríamos esa tarde. El rey salió de la habitación y a Sackerson le pareció un buen momento para iniciar con comentarios que nadie pidió.

—Supongo que tiene sentido —inició con una sonrisa mientras jugaba con sus anillos—, un príncipe cobarde con una guardia que no sirve para nada. Es como una comedia.

Estuve a punto de ordenarle que cerrara la boca, pero Shane se adelantó lanzándole una navaja que viajó a escasos centímetros de su rostro. Eso fue suficiente para borrarle la sonrisa del rostro. Yo me quedé pasmado sin entender qué había sucedido.

—No lo llames así —la amenazó Shane—, no te atrevas a llamarlo de esa forma o yo mismo te arrancaré la maldita cabeza, Sackerson. Es el príncipe de los Kensington y le debes respeto.

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