Capítulo 19

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El palacio de los Kensington no era nada de lo que yo había imaginado. Era algo colosal, tan grande que no me parecía real y tuve que tallarme los ojos varias veces porque quizá el cansancio me hacía alucinar. Las puertas de una muralla se abrieron y dio paso al carruaje dónde iba con Alex y su escolta, el cazador llamado Gaye y Shane. Un carruaje de verdad, ¿puedes creerlo? Yo no podía, parecía todo una película en la vida real. Entramos al pueblo primero y todas las personas corrían a la orilla del camino gritando emocionados por el rey Loïc. Alex me dijo que pronto gritarían también mi nombre y eso, por alguna extraña razón, no me alegró. Seguimos por un sendero hacia el bosque y pude distinguir un pequeño lago a nuestro costado. Por fin llegamos al castillo y parecía no tener fin, era como si creciera con cada paso que daba. Nos bajamos del carruaje cerca de una entrada principal, rodeando una fuente circular con una sirena en ella. Había escoltas, hombres con armaduras y armas que hicieron una reverencia cuando Alex y yo pasamos. Detrás de nosotros venía su escolta y después la mía. El castillo, en definitiva, no estaba en ruinas. En realidad no podía imaginar que hubiera estado en mayor esplendor que en ese momento, lleno de guardias y servidumbre ocupando cada lugar por dónde pasábamos. Todos se detenían y hacían una reverencia y Alex me decía qué lugar era: la biblioteca, el comedor, la cocina, etc. Pero yo me sentía perdido y abrumado.

Llegamos finalmente a la que sería mi habitación y entonces ya solo nos seguían Gaye y Shane porque yo me negaba a que lo dejaran lejos de mí. El cuarto era más grande que nuestra casa anterior, completa. Tenía su propio baño gigantesco, una cama que podía albergar a cinco personas, enormes libreros, una sala, un pequeño comedor y hasta un estudio. Los ventanales daban a un jardín privado que estaba verde y frondoso, con árboles enormes llenos de frutos y una fuente más pequeña que la principal, con un pescado que simulaba saltar del agua.

—¿Te gusta? —preguntó Alex al ver que yo me quedaba pasmado. Era demasiado, simplemente demasiado para mí, pero no se lo dije.

—¿Dónde se quedará Shane? —pregunté en su lugar.

—La servidumbre se queda fuera de la casa principal —respondió Gaye con desprecio, apenas mirándolo por encima del hombro. Shane le habría respondido en cualquier otra circunstancia, pero no lo haría frente al rey de los Kensington.

—Quiero que se quede conmigo —dije mirando a Alex—. Aquí conmigo o en una habitación cercana.

—Está bien —accedió después de unos segundos.

—Mi rey...

—No es un sirviente —interrumpí a Gaye—. Es mi Odjur y se quedará donde yo me quede.

—Por supuesto que sí —concordó mi hermano y se volvió a él—. Te recuerdo, Shane. Veo que continúas honrando tu juramento aun después de tanto tiempo.

Shane solo hizo una reverencia, parecía tan abrumado como yo con todo esto.

—Gaye, pídele a los sirvientes que preparen la habitación contigua para Shane.

—Quiero que tenga una puerta —hablé de nuevo—, una que conecte mi habitación con la suya.

—Dean... —susurró Shane.

—¿Qué pasa si algo intenta atacarme? ¿Cómo lo sabrás?

—Estás a salvo aquí —aseguró Alex—. Es el castillo de los Kensington.

—Seguro, porque la última vez que estuvimos aquí nada estuvo a punto de matarnos, ¿cierto?

—Dean. —Shane me llamó con más fuerza. Alex no parecía molesto, sin embargo. Levantó la mano indicándole a Shane que estaba bien y me miró con comprensión.

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