Prólogo

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—Oye, y... ¿Cómo te va con Audry?—me preguntó Jake quien estaba sentado en el sofá al frente de mí.

—Bueno, tuvimos una discusión el otro día y no la he visto desde entonces—di como respuesta.

—Amigo, debes disculparte con ella. Te explico: las mujeres son un caso serio, necesitan atención, si no lo haces se dejan de sentir queridas; si tienen una discusión, debes darle la razón, así no la tenga, sino no te perdonará; si no vas y le pides perdón lo antes posible, pensará que no quieres recuperar la relación y que lo dejarás ir todo a la mierda.

—Wow... Conoces mucho a las mujeres.

Jake esbozó una sonrisa malvada y de complicidad.

—Bueno viejo, vivo con mis hermanas y mi madre, además he mantenido una relación con Katy por diez años. Se podría decir que ya estoy acostumbrado a sus sentimientos, reacciones y esas cosas locas que tienen las mujeres. —suspiró dramáticamente— ...nunca las entenderé.

—Oye y ¿Que tal eso de...?

El sonido de alguien golpeando la puerta me interrumpió. Me levanté del sofá y fui hacía ella.

—Ya vuelvo, espera ahí—le dije a Jake.

Abrí la puerta y había un sobre en el suelo, pero nadie cerca. Recogí el sobre del suelo, entré a la casa y cerré la puerta. Me dirigí hacia la sala de nuevo con el ceño fruncido, extrañado. ¿Quién había dejado una carta para irse? Por lo general el cartero te hace firmar una hoja, y toca el timbre. Esto ya me parecía algo extraño.

Me senté en el sofá de la sala y abrí el sobre. Jake como buen amigo del chisme se sentó a mi lado y esperó ansioso a ver lo que decía la carta, o lo que sea que fuera.

—¿De quién es, Matt?—preguntó Jake con intriga.

—No sé, al parecer es un anónimo.

Saqué el papel que estaba adentro del sobre y lo desdoblé. No era una carta escrita a lápiz, sino redactada en una computadora y luego impresa. Pero lo más impactante fue lo que decía:

Que bonita tu novia.

Lástima que ahora es MÍA.

El Rey Oscuro.


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