IV

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Sentimientos.

Matthew.

Debía admitirlo, esta chica me encantaba, y la acababa de conocer. Sentía muchas cosas por ella.

Amaba su perfume. Amaba su rubio cabello. Amaba sus ojos azules. Amaba cuando se sonrojaba, apenada. Me encantaba todo de ella. Y la acababa de conocer.

Al estar cerca de ella sentía un extraño cosquilleo en todas las partes de mi anatomía humana. Y la acababa de conocer.

Iba llegando casa de Audry. Le pedí el auto prestado a mi papá, me dijo que se lo devolviera en la noche porque debía salir por trabajo.

Revisé de nuevo la ubicación que me había enviado. Ya había llegado a mi destino. Toqué la bocina del auto y ella salió.

Si estuviera en las comiquitas de Tom and Jerry se me hubiera caído la mandíbula hasta el suelo de lo impresionado que estaba.

Llevaba puesto unos shorts de tela de jeans cortos, mostrando sus piernas, tenía una camisa blanca que le llegaba a los muslos, unas zapatillas Converse negras y llevaba el cabello suelto. Se veía sexy, fantástica, perfecta...

Y de repente, mi cerebro confundió su imagen con la de mi hermana. Recordé a mi hermana esa noche. La última vez que la vi. Si se parecían mucho, tenían muchos rasgos en común.

Reaccioné y bajé del auto, di la vuelta para abrir el asiento del copiloto para que ella entrara. Ella se acercaba con una sonrisa que claramente mostraba pena. Mucha pena.

—Hola Matt—dijo al llegar a donde estaba yo.

La miré de arriba a abajo, sin disimular mucho.

La verdad, no disimulé para nada. Los shorts le quedaban horriblemente perfectos.

—Estás hermosa.

Estiré mi mano para tomar la suya. Ella accedió. Al sentir su mano sobre la mía mi cuerpo tuvo una reacción de cosquilleos. Le dejé un suave beso en los nudillos, mientras, ella respondió mi comentario:

—¿Tu crees?

—No—dije al separar mis labios de su mano. Hice una pausa mientras alejaba su mano de mi rostro, aún sosteniéndola, después de ver su cara de vergüenza le aseguré—: estoy más que seguro de eso.

Ella se sonrojó. Se veía muy tierna y linda así.

Que cursi me estoy poniendo.

Jalé de su mano para guiarla adentro del coche, y ella entró. Cerré la puerta y le di la vuelta al auto de nuevo para entrar en el asiento del piloto.

Los dos ya en el auto. Ella pensaba que solo sería un recorrido por la ciudad, pero yo sabía que está sería nuestra primera cita no oficial. Porque las citas eran para conocerse ¿No? Yo la quería conocer. Encendí el coche, arranqué y puse música en la radio.

El silencio reinaba en el auto. Pero no era un silencio incómodo, aunque decidí romperlo:

—Te llevaré primero al parque, allí hay un heladero, los mejores helados del pueblo. Luego iremos por unas malteadas en una de las cafeterías más concurridas. Después iremos a la biblioteca a buscar unos libros para la tarea de hoy (ya que el profesor nos dijo que solo quería información de ese libro). Y por último, iremos a cenar hamburguesas en la calle de los trailers. Pero de igual forma, pasaremos por todas las calles de por aquí para que conozcas mejor el lugar.

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