Parte 6

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Nota: Joffrey aquí sólo es dos años menor que Lucerys, quien ya tiene diecisiete años.

Aquí tienen el cap:

Daeron quería ver a Aemond, decidió pedirle a su tío-abuelo permiso para permanecer unas semanas con su madre y hermanos exclusivamente para poder estar junto a su tercer hermano en ese nuevo camino que se labraría en el mar. Ni más ni menos que siendo parte de la tripulación de aquel alfa con quien mantenían un profundo rencor trás la pelea en Marcaderiva. Esperaba estuviera bien y no hubiera sido obligado.

Más no imaginó encontrarse primero a Joffrey, el cual lo recibiría con su misma actitud juguetona de siempre, hablándole al oído y cubriendo sus ojos.

—¡Adivina quién soy!

—Si hablas, sé quién eres...– Replicó Daeron entre risas.

—Respuesta incorrecta. Penitencia: en tu próxima metamorfosis vamos a Volantis, yo inventaré una excusa al lord Hightower– Respondió Joffrey en voz baja, abrazando desde atrás el cuello del beta.

El cuero cabelludo del platinado se erizó, sin sorprenderse por la mención de su transformación en sirena.

Desde que eran niños sólo queriendo jugar por los pasillos de la fortaleza roja, y sin previo aviso se dió la metamorfosis en Daeron sin los acostumbrados dolores que sentían horas antes de llegar el momento, como si los huesos se rompieran y pelearan entre sí queriendo atravesar la piel. En sólo quince minutos Daeron estaba en el suelo inconsciente por el dolor, y una brillante cola con aletas y escamas en lugar de piernas a la vista. Joffrey si bien apenas lo podía creer, priorizó buscar ayuda y trajo a Criston Cole. El caballero afortunadamente actuó como si fuera algo natural y cubrió con su capa la aleta del pequeño platinado para cargarlo hasta donde la reina.

Daeron recordaba su madre fué muy firme al hablarle a Joffrey que no podía contarle el secreto a nadie, ni siquiera a Rhaenyra aunque fuera su propia madre, enumerando todos los posibles peligros casi entre lágrimas. Claro no explicó era algo familiar, y que sus otros hijos también poseían esa magia, y pese al miedo constante que la llevó enviar a su hijo menor con su familia en Oldtown, Joffrey en verdad no contó nada, y se mantuvo intercambiando correspondencia con el menor de sus tíos, a veces hasta aparecería de sorpresa allá.

Una sonrisa repleta de cariño y el sonrojo adornó el rostro de Daeron, le dió un suave empujón con el codo al castaño, corriendo trás un pilar. Joffrey lo persiguió mientras el otro se escurría de entre sus brazos y le mostraba la lengua burlonamente.

—¡No puedes esconderte de mí!– Exclamó Joffrey.

—¿Esconderme? Quiero me atrapes, ¡Eres muy lento!

—¡Te enseñaré quién es el lento!– Cambio su dirección en cuanto notó Daeron intentaba engañar hacía qué dirección seguiría, y apretó la cintura del platinado atrayendolo hasta que sólo centímetros los separaban. Daeron se sorprendió, y su corazón se detuvo en el acto, anonadado y de piedra teniendo tan cerca el apuesto rostro del alfa rozando sus narices.

Aún así, tragó saliva y colocó un dedo sobre los labios del castaño, antes que sus labios se encontraran.

—Mi madre está cerca, no debemos– Replicó.

Joffrey suspiró y tomó las manos de su tío, doblando su rodilla en el suelo.

—Cásate conmigo– Pidió con voz profunda, y el otro abrió de par en par los ojos.

—¡¿Qué?! ¡Joff, no sabes qué estás diciendo!

—Quiero besarte todos los días, y hacerte mío. Por favor, Dae.

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