Parte 17

581 83 15
                                    

—Sir Tom Tanglebeard se dirige en camino a encontrarse con el príncipe Aegon, se alegró por la noticia cuando supo que volverían a verse– Informó Criston, para alivio de Alicent.

Aegon necesitaría un amigo, aunque insistiera en no contarle a Jacaerys del bebé y que prefería ser madre soltero, su embarazo seguía siendo delicado y no tenía compañía cerca. Tom siempre fué leal a él y podría cuidarlo.

—Majestad, ¿El príncipe Aegon no vendrá para la boda del príncipe Daeron?– Inquirió el caballero, inquieto.

—No lo sé– Se lamentó la reina, golpeando las yemas de sus dedos sobre la mesa de forma nerviosa.

Como reina no debería apoyar que su nieto nazca fuera del matrimonio y como madre aún menos permitir que Jacaerys abandonara a Aegon, pero su hijo seguía siendo impulsivo y las hormonas lo tenían peor. Después de la agresión que su primogénito padeció, no pudo dormir hasta que logró convencer a Jacaerys de que en vista estaba obligado por orden del rey a elegir entre uno de sus tíos para casarse, que se fijara en Aegon.

No fué difícil, a decir verdad. Helaena ya estaba unida con el Lord Stark, Aemond era la mejor opción como consorte pero Jacaerys no tenía una buena relación con él, Aegon era quien se llevaba mejor con Jacaerys. Si decidía ignorar el fraude de la supuesta legitimidad de los primeros hijos de Rhaenyra, incluso podía admitir que Jacaerys era un joven decente y, como se imaginó, terminó tratando muy bien a Aegon. Durante mucho había creído que nunca conseguiría casar a su primogénito, fué un gran alivio cuando logró verlo incluso unido a un alfa que lo hacía feliz.

Hasta que el príncipe Jacaerys dijo que planeaba separarse de Aegon.

Su ansiedad se veía aún más afectada en vista de que era la primera vez estando tanto tiempo alejada de Aemond. Su hijo era un adulto aguerrido de dieciocho años, pero omega, viajando solo con varios alfas en barco y no tenía idea de cuánto podía confiar en Lucerys para la protección de su hijo. Todavía se preocupaba más sabiendo que ese alfa sospechaba de la otra forma de Aemond.

“Qué hermoso cantan, suenan como sirenas”

—Al menos el príncipe Daeron se casará, tiene sentimientos correspondidos con él príncipe Joffrey– Comentó Criston y Alicent pellizcó la carne de sus dedos pensando en lo hablado que sería el primer matrimonio entre un alfa y un beta masculino, con la única defensa de que ellos estaban muy por debajo de la línea para tener que preocuparse por herederos– ¿Lo ve? Ambos estarán bien. Y los príncipes Aegon y Aemond estarán bien, el collar de Aegon aún brilla mucho y la de Aemond... Es curioso.

—¿Curioso?– Levantó la mirada de su escritorio, frunciendo el ceño. Temía el cambio en la esencia de su tercer hijo fuese negativo, pero al ver la mirada suave del caballero y cómo el otro mostraba calmadamente el collar con la gema, relajó su entrecejo.

Tomó entre su palma la cálida gema azul en forma de gota, suspirando al sentir el calor de su cachorro en el objeto. Un polvo plateado y brillante resplandecía como diminutas estrellas atrapadas dentro.

—¿Eso qué significa?– Interrogó Criston.

La beta lo miró a los ojos en silencio, concentrándose en el pensamiento del legado de su familia pasado de generación en generación, normalmente sólo entre padres e hijos, de esposos a sus parejas, un conocimiento que guardaban celosamente al punto de decidir no compartirlo en los libros de la Ciudadela. La metamorfosis tenía que mantenerse en la mayor discreción posible, sólo transmitiendo el conocimiento a su propia prole mientras tuvieran una gota de sangre Hightower y a sus parejas. Rhaena misma ocultó el secreto incluso a su hermana y padre, al elegir casarse con un miembro de la familia de origen de la reina consorte.

Perlas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora