Parte 9

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El barco estaba bastante limpio, pero aún así el olor salino del mar llegaba en abundancia a las fosas nasales, aunque Aemond se acostumbró casi al instante. No era el aroma a roca y tierra sólo interrumpido por las hierbas aromáticas de su madre, sino del agua y exterior rodeandolo. La prueba de que estaba afuera y dependía de sí mismo, rodeado por la libertad que por mucho tiempo anheló en lugar de la prisión que era su hogar.

Echó un vistazo al vasto océano reflejando la figura desfigurada de su dragona en el cielo, la cual se adelantó a Arrax y cubrió al barco del sol mientras Aemond estuvo en la cubierta. El omega sonrió a Vaghar, y ella posó su vista en el Dragón Marino, donde su jinete estaba, antes de seguir viendo hacía adelante.

Luego de horas se acostumbró al ligero vaivén de la nave, y también sus mareos se detuvieron luego de dibujar un mapa mental de toda la cubierta, teniendo en su cabeza la visión panorámica todo el tiempo, entonces su único dejó de picarle.

Aemond volvió a concentrarse en el nudo entre sus manos haciéndose, suspirando reconociendo extrañaría a su familia, por lo menos a la facción que venía de su madre, pero estaría construyendo su propio camino, echando raíces afuera. Gracias a los cantos de sirena, calculaba a su padre le quedaba un año cuando mucho, mínimo seis meses. Hacer por su cuenta alianza con otra casa, una que él eligiera, y tener su propio sostén era una prioridad. Claro, eso si su molesto sobrino no paraba de mirarlo cada que se agachaba o estiraba, o sólo caminando, como si pensara iba a transformarse en sirena en cualquier momento.

Podía deducir por su cuenta por qué incluso el molesto marinero que lo acosó unos minutos en Driftmark antes de espantarlo, ni siquiera estaba ahí.

Y la mitad de la tripulación incluso evitaban mirarlo, así fuera por accidente. Eso sí, sólo la mitad parecían temerle a ser echados por la borda a causa del capitán si eran atrapados viéndolo de un modo inaceptable.

Por suerte, Aemond no necesitó pedir ayuda para saber cómo atar la vela mayor y colgar su hamaca... Misteriosamente en una cámara vacía, alejada de los otros miembros de la tripulación. De haber sabido su sobrino se tomaría esas molestias, no dejaría su esencia atrás por precaución pues no quería algún idiota la tomara. Sin eso cerca el agua salada haría aparecer su escamas... Lo bueno era que no planeaba tirarse al agua ni nada parecido, mientras su esencia siguiera lejos de él debía tener el doble de precaución.

—¡Detengase ahí, su alteza!

Aemond levantó una ceja y volteó. Estaba completamente quieto desde hace un rato en los bordes del barco, esperando la próxima orden.

Uno de piel morena, joven, distinto al primer oficial pero con el mismo cabello plateado, se acercó y le estiró una cantimplora, diciendo:

—Será mejor beba agua cuánto antes.

—Estoy bien– Negó Aemond. Aunque hiciera bastante calor, Vaghar le proporcionaría sombra un rato. Y para él era un soplo de libertad todo lo que se relacionara con el mundo exterior, lejos de la fría fortaleza roja.

—Beba y me entenderá– Insistió el hombre alfa– Soy el contramaestre, Addam Waters.

—Aemond Targaryen– Respondió más por inercia que por cortesía. Sabía todos allí conocían su nombre pero no se presentó formalmente a ninguno, sólo los vió de reojo antes de firmar el contrato.

Levantó su mano y recibió la cantimplora, mientras Addam formaba una cara de desconcierto.

—¿Sabe? Pensé sería difícil tratar con usted.

—¿Por qué sería?– Dijo en tono irónico.

Se burló discretamente de la falsa legitimidad de su sobrino, en venganza por el juego sucio que le tendió el pícaro aparentando quererlo ayudar a subir por amabilidad, y al segundo siguiente pegarlo a su cuerpo frente a toda la tripulación sin vergüenza alguna. Entendía eso daría la impresión no le agradaban los bastardos... En realidad, le importaban una mierda si lo eran o no, su problema era con ciertos bastardos en específico y uno en especial.

Perlas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora