Parte 11

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En las horas desde que Lucerys había zarpado, todavía Jacaerys no veía por los cielos a su hermano escapando en Arrax por su vida. Eso significaba de algún modo iba bien, y pudo con Aemond.

Él tenía problemas propios, por supuesto. Romper una unión matrimonial no era fácil ni breve, pero estando ahogado de responsabilidades menos. Tenía que asegurarse su madre no se preocupara por nada y se limitara a cuidar de Visenya, la niña omega que tanto esperó dar a luz luego de tener sólo alfas por mucho tiempo. Debía disfrutarla al máximo, y como hijo mayor no quería ella atravesara ninguna dificultad, además acallar las bocas de todos los que pensaban no daría la talla. Eso significaba hacer reuniones, conocer otros lores, involucrarse en la política, los banquetes y siempre estar atento de los deberes del reino que la reina administraba en lugar del rey. Ofrecerse en lugar de su madre, porque de algún modo su rama tenía que estar presente en todo.

Antes solía también visitar muchos maestres, pues antes de decidir separarse de Aegon, hizo de todo para que estuviera feliz y arreglar el problema que tenían con los continuos abortos. La reina era una Omega bastante fértil, y sus hijos omegas también. Jacaerys tenía que ser el del problema. Pero nadie sabía qué respuesta darle, normalmente los líos de fertilidad sólo eran asociados a los omegas y no encontraba tratamiento para alfas. 

Los ojos le ardían, y su cuerpo pesaba por el cansancio. Sin embargo, tenía que estar presente dentro de unos minutos con el resto de sus parientes de apellido Velaryon, los cuáles no desperdiaban oportunidad para insinuar del modo más discreto cualquier mínimo defecto se debía a ciertos rumores que Jacaerys odiaba escuchar. Era hijo de su madre, no debería importar nada más.

Tomó una profunda bocanada de aire antes de beber la leche de amapola, e ignorar por enésima vez al maestre. Debería guardar su paciencia para los superficiales nobles queriendo arruinarle la noche, que en otras circunstancias no dudaría en golpear.

Ya le había pasado estando prometido con Aegon, resultó en problemas por comentarios susurrados a un costado que decían “se merecían mutuamente, igual de dignos”, con sonrisas que pretendían ser corteses en lugar de burlonas. Esa vez Jacaerys no aguantó el doble insulto oculto, Aegon no tuvo responsabilidad ni elección de nada, todo lo que arruinó su reputación fué desafortunado e innombrable.

Y fué así que Jacaerys acabó provocando un intercambio de puños, que casi arruina la ceremonia de no ser porque Aegon demostró compartir la misma sagacidad de su madre en cambiar el ambiente a pesar de parecer disociado la mayoría del tiempo, haciéndolo ver como algo romántico su prometido perdiera el juicio por él, dedicando unas palabras llenas de sentimiento a su futuro esposo, y motivando un baile con música exhótica que la reina se apuró a indicar fuera improvisado a los músicos. Desde entonces, Jacaerys evitó volver a tener un arranque igual a ése, teniendo al menos el consuelo no volvieron a decir nada de Aegon. Un futuro rey no debía perder los estribos, tenía que pulir cada detalle propio y exterior.

Escuchó la puerta tocar, y el castaño casi golpea la cabeza contra la mesa imaginando sería uno de sus primos con el emblema del caballito de mar colocado hasta en las orejas. Si no estaba nadie cerca, estaba dispuesto romper una nariz. Afortunadamente, quien entró fué su hermano Joffrey, acompañado de Daeron.

—Sobrino, ¿Estás bien? Parece que acabas de correr toda la plaza– Daeron dió un paso al frente espontáneamente, y miró inquisitivo al contrario, a pesar no pudiera disimular su sonrisa.

—Anoche no dormí mucho– Respondió, y antes que su hermano comenzara a indagar, rodeó los hombros de Joffrey diciendo amigablemente– ¿Todos se han ido al salón?

—Sí, pero quería que fueras el primero en saber esto– Joffrey levantó su mano, y Daeron intercambió una mirada con él. Jacaerys apenas conocía a su tío menor, desde muy niño el otro fué enviado repentinamente con su familia materna y de sus hermanos sólo Joff mantuvo correspondencia. Pero incluso él pudo adivinar la noticia ante el profundo sentimiento intercambiado en el simple gesto– ¡Jace, vamos a contraer nupcias! ¡Por fin pude tener el sí!

Perlas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora