Parte 15

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—Dae, ¿Qué tal está mi hermano hoy?– Joffrey interrogó, entrando a los aposentos de su prometido.

—Muy bien, el gran maestre dice que ya está recuperado– Afirmó Daeron, tragando saliva.

Estuvo haciendo un esfuerzo sobrehumano en desviar sus pensamientos hacía otros temas que no fueran Aegon y su embarazo, su madre no había logrado convencer a su primogénito sobre decirle a Jacaerys del bebé que esperaba. En las cartas que intercambiaban, todavía era inflexible respecto a su decisión de guardar el secreto. Daeron tampoco estaba muy feliz cuidando al mayor de sus sobrinos sabiendo que le pidió a Aegon separarse, pero seguía siendo el que dejó en cinta a Aegon y se enfermó al punto de casi morir.

Si Joffrey se enteraba, se lo contaría a Jacaerys, eso no era duda. Y estando casado con el deber, su sobrino mayor no dudaría en buscar a Aegon sin importar lo que quería, porque no podría dejar que un hijo suyo tenga el mismo estigma de ser un bastardo. Exactamente lo que Aegon no deseaba.

Sabían que en su posición, los matrimonios no eran por amor, eran acuerdos políticos. Viserys disolvió el matrimonio de Baela y Jacaerys para que eligiera a uno de sus propios hijos, harto de las rencillas familiares, el elegido fué Aegon contra todo pronóstico.

Daeron recordaba que su madre logró convencer en la boda a Rhaenyra de no hacer una ceremonia del lecho que muchos pedían ante la duda sobre la castidad de Aegon. Después de todo, fué abusado a los trece bajo la mirada de otros y Aegon temblaba cada vez que alguien mencionaba los "pormenores" sobre la consumación, la situación seguramente le haría revivir el traumático momento. Estaban seguros de que si Daemon y Aemond no se hubieran quedado cerca de Aegon, en lugar de refugiarse con ellos habría volado sobre su dragón lejos. Por suerte, Jacaerys de algún modo logró estar con Aegon y al día siguiente Daeron junto al resto de sus hermanos fueron a primera hora a ver cómo estaba, los tres sorprendidos de verlo tarareando con una sonrisa.

Pensaban que todo estaría bien de ahora en adelante, pero...

—¿Dónde está? No lo encontré en su habitación asignada– Joffrey volvió y Daeron se sobresaltó.

Tenía tantas cosas en mente que decidió darse un baño esperando relajarse. Daeron jadeó levemente y no supo si salir de la tina a buscar algo con qué cubrirse así, o hundirse más en el agua. Antes de decidir, el castaño cerró la puerta detrás de él esbozando una sonrisa y acortó la distancia entre ellos, tomando el rostro del beta para depositar un beso en los labios.

Las manos secas en contraste con su piel hicieron que los bellos de Daeron se erizaran. Pasó la mayor parte de su vida en Oldtown, donde ni siquiera se conocía lo que un burdel y la educación era avanzada, se supone no debía haber contacto íntimo hasta el matrimonio entre una pareja. Pero se besaron antes detrás de una estatua del rey, en Driftmark mientras hacía una visita furtiva, luego de las intensas conversaciones entre su madre y el padrastro de Joffrey respectivamente canalizaban su estrés en otras cosas...

Daeron dirigió sus manos al cuello de Joffrey, rozando su brillante esencia escondida bajo la ropa, esa gema resplandecía y su deslumbrante luz verdosa se asomó mientras el platinado abría la túnica de su prometido.

El castaño rió entre dientes dentro del beso, los labios de Daeron vibraron y Joffrey los mordió, metiendo una de sus manos bajo el agua.

El platinado gimió al sentir las yemas frías dibujando cada una de sus escamas, tocando su cola mientras su prometido mordió su hombro, antes de bajar a su pecho a succionar sus pezones.

Los gemidos de Daeron hicieron eco en el aposento y entrelazó sus dedos en el cabello del alfa, torciendo su cola bajo el agua.

Sin contenerse más, tiró de Joffrey en la tina sin importarle que el agua salpicara hasta casi vaciarse. Joffrey atrapó la cola entre sus piernas mientras la aleta descansaba, intercambiaron otro beso profundo que causó sus cuerpos se calentaran, las manos de Daeron recorrieron la piel en los abdominales y fueron bajo los pantalones de su prometido.

Perlas de AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora