22. Los desaparecidos

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Keidan

Cada vez dudaba más de que ella fuera la chica que me pidió que la entrenara. A diferencia de la fortaleza que aparentaba aquella vez que me retó a convertirla en alguien, ahora solo podía ver a una niña que necesitaba que alguien la salvara del mundo. Su cuerpo se veía tan cansado dentro de aquella cápsula de recuperación que temía que fuera a romperse.

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—¿Segura de que estás lista para seguir adelante?— le pregunté.

—Segura. Creaste una guerrera.— respondió en broma.

—Una guerrera que calló en el combate así que no tan guerrera.

—Te odio.

—Igualmente.

—¿Si me odias por qué estás aquí?— hizo una pausa— Para empezar. ¿Cómo llegué  y cómo sabías que estaba aquí?

—Tú no lo sé. Yo estoy aquí porque tú me trajiste.

—¿Que yo qué? ¿Te estás escuchando?— se burló.— Desperté hace nada después de casi morir.

—Sí, Eshle, fuiste tú. No es momento para hablar sobre eso. Debemos irnos al pueblo más cercano.

—¿A dónde iremos?— preguntó.

—Corona Azúl. Específicamente a Luna.

—¿A la Luna?

—Me parto de la risa.— ironicé.— Es un pueblo en el reino de los licántropos.

—¿Cuándo veremos a mis hermanas?

—Por ahora nuestro objetivo es otro, Eshle. Para cumplirlo debemos pasar desapercibidos.

—¿Quiere decir que no las veremos pronto?

—Sí. Rowsell poco a poco extenderá sus dominios. No podemos hacer nada aún directamente, pero que no nos encuentre es un punto a nuestro favor.

—¿Por qué aún no nos ha encontrado? ¿Quiere reinar y no puede hacer ni siquiera eso?

—Si encontrarnos fuera su prioridad ya lo habría hecho porque no tenemos mucha protección. Ya ha usurpado el trono y aún no se ha coronado, posiblemente tenga otro objetivo antes.

—¿Cuál se supone que es nuestro objetivo?

—¿Quieres parar de hacer preguntas?

—¿Quieres ser un poco más claro?— dijo impaciente.— Primero dices que yo te traje aquí, lo que no tiene ninguna lógica. Luego dices que no podemos interferir porque tenemos otro objetivo. ¿Qué diablos? ¿Se te ocurrió de un momento a otro cuando estabas sentado reflexionando?

—No, me lo dijo Elizabeth.

—¿Quién demonios es Elizabeth?

—Eso no importa. Ella fue quien te trajo aquí. Ella me trajo aquí.

—¿Por qué dices entonces que fui yo?

—Porque fuiste tú.

Una vez más me miró como si me hubiera salido otra cabeza, pero no quiso preguntar más.

—Elizabeth me dijo que a mí no me buscan. De hecho a ti tampoco, pero debemos prevenir. Debes cambiar de identidad.

—Está bien comprendo.—algo pareció hacer click en su cerebro.—¿Qué te parece si mi nuevo nombre es Elizabeth?

Giré los ojos.

—Por fin estás usando la cabeza.

—Entonces fue mi yo del futuro. ¿No podías decirlo y ya? Demasiado juego de palabras incluso para ti.

—Ya sabes lo que dicen de toda esa bobada de jugar con el tiempo.

—Tenías miedo. Vaya, Keidan, me decepcionas.

Suspiré con aburrimiento.

—Que triste. Creo que hoy no podré dormir.

—Idiota. Solo cuéntame qué haremos.

—Primero que nada cambiarás el color de tu cabello.

—Que drástico. Me encanta. Siempre quise tenerlo de negro.

—Segundo, debemos encontrar la espada de obsidiana.

—¿La qué?

—La misma espada que utilizó la verdadera reina hace años en la guerra donde se creó la barrera. Es una espada muy poderosa.

—¿Nuestra misión es infiltrarnos en la sociedad para encontrarla y utilizarla a nuestro favor?

—Así es. Nuestra pista nos espera en Luna. Elizabeth o tú, quién sea, me dió un nombre. Dijo que después de encontrar a Lionel Cass todo sería más fácil.

—¿Solo con un nombre?

—Es un comienzo. Debemos largarnos de aquí pronto. Esa cosa está a poco tiempo de auto destruirse.

—Pregunta. ¿Cómo sabremos dónde está Luna? Otra pregunta. ¿Cómo me voy a cambiar el color del pelo en mitad del bosque?

—Primero. está cápsula fue creada especialmente para ti y tiene una conveniente ubicación, siguiendo recto llegaremos. Segundo. Dios, Eshle, después de tantas imprudencias que cometieron tus hermanas y tú con la magia me estás enserio preguntando esto?

Casi al instante me arrepiento, sé que no se toma bien lo de ser la que menos dominio de la magia tiene.

—No lo sé, nunca tuve la necesidad de cambiar mi color de cabello.— dudo entre si solo lo dice bromeando o si enserio no le da importancia.

—Inténtalo. No dejaré que hagas algo de lo que te puedas arrepentir.

—Bien, es bueno que no haya ningún enojón que me prohiba usar magia.

—Claro que te lo prohíbo y no soy ningún enojón.

—Tu lo dijiste, no yo.

De repente comienzo a notar las puntas de su cabello cambiar de rubio a negro hasta llegar a las raíces.

—¿Ves? No fue tan difícil.

—¿Quién eres y qué hiciste con Mr Keiki el enojón?

—Sigo siendo yo, tú eres la rara con pelo teñido.

Por supuesto que no iba a decirle lo linda que me parecía.

—Eres un idiota.

—Como quieras.

—Ya.

—Si.

—Odioso.

—Teñida.

—Infantil.

—¿Infantil yo? Tú eres la que siempre busca pelear conmigo.

—Tú nunca haces nada para que termine la pelea.

—Bueno basta.

—No quiero.

—Eshle.—le advierto.

—Elizabeth—me corrige.

—Elizabeth.

—Bueno listo, dejemos de pelear. Estampita de amistad— dice pegándome una carita feliz en la nariz.

—¿De dónde sacaste eso?

—No sé. Talvez fue Elizabeth.—dijo orgullosa de sí misma.

—Eso es una prueba de que nunca dejarás de ser tan infantil.

Es divertido molestarla porque nunca se cansa de contratacar.

—Insoportable.

—Como digas, pero ya déjame en paz.



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⏰ Última actualización: Aug 11 ⏰

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