Boca

50 29 2
                                    

Prometo muchas cosas al viento
cuando silvo.
Digo muchas mentiras
cuando hablo.
Lloro mientras escribo.
Ya no sé
si soy mi versión moral
o una liberal
que se jacta de hipocresía.

Quisiera tener otra boca,
una más sincera,
una que no se atasque donde sea.
Que no me dé culpa
entre la saliva
después de pasar comida.
Que muestre una bella sonrisa
o que sepa ladrar.
Que acerque o aleje a los demás.

Una boca que no sea color pálido,
como cada que imagino mi funeral.
Roja y brillante
como una zarzamora ácida,
haciéndome parecer
que no se me escapa la vida
entre cada molar.

Sí, tendría una boca preciosa
que me quitaría el miedo a amar
por tener que impresionar
a ese alguien especial.
Entre cada arruga de mis labios,
se me va la verdad.

No, no soy feliz.
No, no soy infeliz.
Simplemente no sé cómo actuar
cuando los demás me miran
esperando cualquier acto de bondad.
Quiero creer en mí,
pero todo me hace dudar.

¿Realmente somos quienes vemos en el espejo?

¿O es nuestra boca la que miente cuando empezamos a hablar?

Se cierra cuando quiero hablar para mí.
"¿Quién soy?"
"¿Qué quiero?"
Pero igual de intrigada,
solo me da preguntas
y no respuestas.

Es la clave para mi estado emocional, pero me engaña,
se vuelve camaleón
dependiendo de la situación.
Estoy triste, pero se alegra.
Me enojo y se mantiene seria.
"¿Quiénes somos?"
Le pregunto a mis dientes,
y ellos en cambio
me muerden.

Sabor,
mi entorno va perdiendo sabor.
Antes, tan dulce y cálido,
ahora, tan salado y monocromático.
Mis papilas gustativas
no pueden mentir.
Ya no sé qué hago aquí.

- Me quiero ir

Intento decir,
pero mi boca
a fin de cuentas actora
le promete a quien me incomoda
que me quedaré aquí.
Se tragó las lágrimas que descienden
y así volvió todo salado.

No hay nada dulce ni ácido
que la cambie
o mueca que le agrande.
Simplemente es ella,
traicionándome a mí
y engañándote a ti.

Si quieres conocerme
no mires mis labios,
mejor fija la vista en mis ojos
que te están suplicando.
No escuches mis palabras,
sino la distorsión de mi voz
y verás cómo se me cierra la garganta
cuando digo algo
que yo no opino.

Suertudos los sordos,
No oyen engaños
y se comunican con el cuerpo
que te otorga su historia
aún sin saberlo.
También son maestros en leerlo.

Quiero otra boca,
una propia
que no enuncie lo que los demás
quieren escuchar.
Que no sea masoquista.

Quiero una boca que no se ría
cuando me miro en el espejo
y me diga:
- "Esto es en lo que nos hemos vuelto"

Un girasol que no encuentra solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora