Había una vez

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Había una vez una niña a la que no le permitían amar. Su mamá la castigaba si veía que se sonrojaba por el contacto con algún niño.

- No quiero una prostituta en mi familia. De esas sobran en la calle - le dijo su madre al oído antes de que ella saliera a la calle para encontrarse con su vecino. Semanas después se rompió su amistad. 
En casa de la abuela siempre relataban mitos y cuentos, pero de esos que son para romper sueños.

- Hubo una vez una mujer en la montaña que se enamoró de un cazador. Él solía pasar por el camino a su casa y un día un toro lo cornó. Ella le dio la hospitalidad de su casa, convivieron unos días, él le robó su cuerpo y se marchó. - contaba su abuelita al tejer.

- Solo una tonta cree en el amor - respondió su tía - Los hombres son monstruos, seres de instintos. Es mejor hacer lo que dicen  antes que pagar las consecuencias.

- ¿Es malo el amor? - preguntó la niña.

- Es peligroso, a veces peor que la muerte.

La niña tenía miedo a querer. Ella había estado enamorada de un compañero de su primaria, juaba con él y era feliz cada que se tomaban de las manos, pero algo cambió. Ya no podía verlo, el hecho de estar frente a él le provocaba pavor. Sentía que él era un farzante y que tenía cuernos en la frente. Cuando estaba con ella los ocultaba, pero a escondidas los afilaba para poderla apuñalar.

Un día su hermana llegó llorando a la casa y se enserró en su habitación. Por días no salía y era difícil hacerla comer.

- ¿Qué le pasó? - pregunta ella al ver a su hermana llorando frente al televisor

- Se enamoró y la engañaron - menciona su mamá antes de salir de su habitación - fue su culpa por confiar ciegamente.

Y así es como se cierra un corazón con costuras permanentes. Ya no solo le tenía miedo al amor, sino también a los hombres. Al día de hoy escapa de cualquier confesión o acto de malinterpretación, porque no quiere que la maten, que la humillen, que la usen, que la lastimen. Lo curioso es que se siente prepotente de no poder sentir, de no permitírselo por instinto.

El amor también puede ser el mayor miedo de cualquier ser vivo.

Un girasol que no encuentra solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora