Crush

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Ahora eres más alto,
tus ojos siguen igual,
tu mirada hace preguntas
y tu boca las oculta.

Tus hombros se volvieron anchos
y qué decirte,
ya no te conozco.
Nunca lo hice.
Me siento frágil y vulnerable al escribir esto,
pero presiento que si no lo libero
se volverán mariposas al amanecer.

¿Sabes cómo se siente crear un matadero?

Soltar duele,
pero duele más amar tu espalda
y saber que es lo único que tendré.
Tus acciones sin una dirección fija
se estamparon en mi corazón,
y ahora que me han marcado
no puedo hacerles caso.

No puedo quererte,
y me duele.
Me duele demasiado que tires la piedra
y no te fijes a quién le has pegado.

Me niego a aferrarme a pequeños espejismos en tus acciones,
al reflejo de tu rostro en el vidrio
y creer que con eso puedo conocerte.

Tal vez fue tu voz
cuando llamó mi nombre.
O fueron tus ojos
cuando después de tantos años
volviste a verme.

Quizás fue tu cabello rebelde
que no respeta el gel
y la risa que me proboca
ver tus antenas castañas
negadas a peinarse.

Quizás fue tu tacto
cuando al consolarme tomaste mis hombros
y me obligaste a verte,
o tu mano acunando mi mejilla
y tu sonrisa apareciendo a la par del rubor en mi rostro.

No sabes lo prepotente que se siente
empezar a amar a alguien que nunca conociste.
Tus aparienciones en mi vida son espejismos incompletos
que como hoy;
me muestran más tu espalda que tu cara.

Quizás fueron tus dedos
cuando estiraron el rizo de mi frente
y tu mirada juguetona.
Fue un disparo que incitó a mi vergüenza
y enorgulleció a tu descaro.

Quizás soy yo buscando una excusa
para diagnosticar ésta enfermedad compulsiva
ahora que no es tarde,
ahora que puedo medicarme.

Te diría que trato de escapar para no lastimarte,
pero la verdad es que no quiero lastimarme.
Prefiero no dejar que nazca la esperanza
antes que verla morir,
o de matarla.
No me pidas mariposas
si vivirán en un desierto.

De qué me sirven tus acciones
que muestran mucho y dicen poco,
porque el tacto es como el arte
y depende de quién lo siente para que lo interprete.

Yo sentí que había un lugar seguro,
pero nada me dice que es para mí.
Créeme, perdemos el tiempo.

Siempre duele más reconocer,
y tú siempre fuiste un desconocido.

Un girasol que no encuentra solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora