Unidos por un mismo corazón (2)

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     Este episodio contiene representaciones de violencia que podrían herir la sensibilidad de algunos lectores.

     El silencio que se ha instalado en el callejón es interrumpido por el sonido de la lluvia, que cae con fuerza sobre el pavimento, mezclándose con la sangre que se desliza por el cuerpo de Bruno. En este momento, el miedo y la incertidumbre se apoderan de la pandilla, que se pregunta quién ha sido el autor de aquel acto de violencia.

     —¡¿Quién eres?! —ruge Ed, mientras su rostro muestra un enojo palpable.

     Pero ninguna respuesta viene, solo el silencio inquietante, un cuerpo inerte en el suelo y un charco de sangre creciendo lentamente en torno a él. frente al grupo se levanta un joven alto, vestido con un rompevientos verde oliva y botas militares, avanza hacia ellos con una postura imponente, mientras de su ninjatō* resbalan gotas escarlatas.

     —¡Acabemos con esta maldita escoria! —chilla Julia.

     Su rabia cegá su juicio mientras blande su navaja y se lanza directo hacia el extraño. Los otros tres jóvenes la siguen, cada uno con sus armas listas, pero el enemigo se mantiene inmóvil, esperando su momento.

     Con un movimiento fluido, el hombre esquiva los ataques de Julia, propinándole un golpe en la cabeza con el mango de su shinobigatana, dejándola aturdida en el suelo mientras los demás se preparan para atacar.

     De inmediato el líder del grupo detiene a sus dos hombres, sabe que este es un enemigo de cuidado. Y tomando posición, los tres hombres se preparan para atacar.

     A lo largo de su vida criminal han tenido demasiados combates, por lo que no necesitan hablar para saber cómo atacar, los tres veteranos criminales se combinan en una danza letal, pero sus ataques solo cortan el rompevientos del enemigo, sin lograr hacerle daño. Finalmente, acorralan al hombre contra un muro, limitando sus movimientos y ejecutando una estrategia que ha funcionado en el pasado.

     Marc había estado esperando una apertura durante este encuentro y ahora la tiene. Mientras Robert presiona al misterioso hombre, él empuña su balisong con ambas manos y con un rápido impulso embiste hacia el brazo libre del enemigo. 

     El entramado de ladrillos es interrumpido por un hilillo rojo carmesí que se desliza por la pared. Una mueca de dolor se esboza en los labios del misterioso  sujeto y al ver esto, los tres hombres sonríen, han ganado.

     Los eventos ocurren tan rápidamente que Robert apenas tiene tiempo de reaccionar. Su oponente se recupera en un parpadeo y lanza su espada con destreza, surcando el aire y clavándose en el costado de Marc, quien cae al suelo en busca de su última bocanada de aire, luego muere.

     La ira inunda a Robert al ver a su compañero caer, y aprovechando que su asesino está indefenso, se lanza al ataque. Su manopla se hunde en el abdomen del rival, y una sensación de regocijo llena su corazón, pensando que la lucha ha llegado a su fin. Pero nada puede estar más lejos de la realidad.

     Un fuerte apretón en su brazo lo sorprende, imposibilitando que pueda sacar su arma del vientre del contrincante. A pesar del dolor que recorre todo su cuerpo, el misterioso chico desprende su brazo derecho de la pared y, aprovechando el afilado acero que sobresale del dorso de su mano, ataca con un tajo limpio. Robert observa cómo sus palmas que minutos antes estaban empapadas por el torrencial aguacero, ahora están cubiertas por el color carmesí de su sangre. El mundo que lo rodea comienza a perder color, sumiéndolo en el letargo y la oscuridad.

     Un silencio sepulcral envuelve el ambiente, solo interrumpido por el tintineo de la lluvia contra el asfalto. De repente, el grito de dolor de Julia rompe este al ver el cuerpo de otro aliado en el suelo. Arrastrándose hacia su navaja, se incorpora con todas sus fuerzas, apuntando al corazón del homicida que tiene su espalda descubierta. Pero antes de poder ejecutar su ataque, su brazo es detenido. Al girar, se encuentra con la mirada mohína del chico que han perseguido tan desesperadamente, y que ahora la mira con tristeza.

     —Lo siento...

     Estas palabras son las últimas que la chica escucha, porque luego siente una punzada en su pecho que la mece en el eterno sueño de la muerte.

     El líder del grupo no puede creer cómo dos personas han acabado con sus camaradas tan fácilmente. Sin embargo, una sonrisa se dibuja en su rostro mientras suelta su bate y saca dos puñales, tomando posición de lucha.

     —¿Por qué sonríes? —pregunta el misterioso enemigo.

     —No es nada —responde Ed mientras levanta uno de sus puñales a la altura del mentón—. Solo estoy feliz, ya que hoy tendré la oportunidad de probarme a mí mismo y acabar con ustedes.

     Vincent, quien se encuentra a unos pasos de los dos jóvenes, observa de forma mohína el cuerpo sin vida de Julia. Al escuchar la voz del otro contendiente, no pronuncia ni una sola palabra, simplemente coloca el cadáver en el suelo y se retira. Su tarea está cumplida.

     —¡No huyas, cobarde! Espera a que termine con tu aliado y luego vendré por ti —vocifera el líder con una voz cargada de furia.

     A pesar de sus palabras, el misterioso agresor no muestra signos de detenerse. Poseído por la sed de sangre, Ed se abalanza con gran velocidad hacia el encapuchado que ha segado la vida de sus compañeros. Con sus dos puñales en mano, está decidido a acabar con la lucha de una vez por todas. No obstante, a pesar de la velocidad y la agilidad de su ataque, no logra propinar ni un solo golpe a su adversario, quien resulta ser un oponente formidable. 

     Ni en sus días de servicio en el ejército ha enfrentado a un rival tan astuto y habilidoso.

     A pesar de ello, las heridas que su enemigo ha recibido lo hacen cada vez más lento, lo que le da a Ed la oportunidad de vislumbrar la victoria. Consecutivos golpes han contenido al misterioso sujeto, llevándolo contra uno de los muros del callejón. Allí, aquel hombre tiene la oportunidad de apuntar al rostro de su enemigo y darle la estocada final. 

     Algunas gotas de sangre se deslizan por la brillante hoja de su puñal, logrando su cometido. Sin embargo, en el último momento, su enemigo ha podido esquivar el mortal golpe, recibiendo sólo un pequeño corte en la mejilla. La capucha que cubría su rostro ha caído, y el líder de los bandidos observa atónito a su rival, percatándose de que tiene un asombroso parecido al joven que antes perseguían.

     —Imposible...—murmura incrédulo el líder de los bandidos, mientras examina detenidamente a su oponente—. Un Diploid... —balbucea nuevamente, antes de que sienta el frío metal del balisong de Marc clavándose en su pecho. Un descuido fatal.



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*El ninjatō (忍者刀), también conocido como ninjaken (忍者剣) o shinobigatana (忍刀), es el nombre más común del sable que un ninja portaría. De acuerdo con el libro Ninjutsu History and Tradition de Masaaki Hatsumi estos sables tendrían cierta variedad de formas y tamaños. De cualquier manera, normalmente eran más cortos que la katana daito, tradicionalmente usada por el samurái del Japón feudal.

Diploide (Volumen 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora