Tom Kaulitz.
Casi podía escuchar el ruido de la aguja del reloj pasando los segundos. Mi padre nos ha citado a mí y a mis hermanos a la sala principal -la cual pocas veces utilizamos-, lo extraño es que no ha aparecido nuestra madre. ¿Qué habremos hecho ahora? Se podría decir que tenemos una relación especial con nuestro padre, también se podría decir que es por su trabajo, el pasa gran parte del día en su oficina en casa, o si no en la empresa donde trabaja como contable, no lo vemos demasiado, a no ser en las cenas, las cuales son estrictamente familiares.
Miro a mis costados, a mis hermanos. Ambos están con sus manos entrelazadas en su regazo aparentando ser unos finos y jóvenes adolescentes que en su tiempo libre no se dedican a ver y participar en carreras ilegales. Todo el mundo sabe de ellas, son pequeñas carreras que empezaron hace dos años a las afuera de la ciudad, en su momento fueron pequeñas, solamente participaba un grupo de amigos -los cuales habían empezado todo-, luego el rumor se extendió hasta el lugar más recóndito de Chicago, a pesar de que todo mundo sabe de ellas nadie parece prestarle atención al término "ilegal". Los hermanos Kaulitz no se podían quedar fuera de ello.
Éramos conocidos por ello.
Finalmente nuestro padre aparece por el gran arco que une el pasillo con la sala principal en un inmaculado traje con zapatos italianos -seguramente comprados por su jefe, quien tiene una grave obsesión con las apariencias de sus empleados más cercanos-. Como si ya lo tuviéramos asumido los tres nos paramos rígidos, erguidos. Esperamos hasta que el estuviera en frente nuestro para volver a nuestro asiento, aún más erguidos que antes. Mi padre cree que las apariencias lo son todo, probablemente eso vino incluido junto al lavado de cerebro con el nuevo empleo. No siempre fue el hombre de familia frío, quien no tiene relación con sus hijos, antes era así, recuerdo cada sábado jugar al Rugby -así es, los Kaulitz son una familia de rugbiers- en el patio trasero y los domingos a casa de la Abuela.
No siempre participamos en las carreras de motocicletas, no siempre mi padre fue un tipo superficial, todo empezó cuando pisamos tierra estadounidense.
Él se sentó en su sofá de siempre, cruzo sus piernas dejando colgar su tobillo en su rodilla, esperamos pacientemente a que lo soltara de una vez.
—Necesito que por una vez un su vida se comporten bien. —el empezó tranquilamente a hablar, con ese tono grave y suave que adopto recientemente. Miro fijamente nuestros rostros, uno por uno, así que mire a mis hermanos para ver su reacción. Ambos los estaban mirando fijamente sin quitarle la vista de encima ni por un segundo, y por un momento pude leer sus pensamientos "¿Y ahora porque?"— Verán —cambio su pierna hacia el otro lado—, mi jefe necesita de mi ayuda y yo no pude negársela. Él tiene asuntos que resolver, y mientras tanto su pequeña hija tendrá que vivir acá.
Con que eso era todo. ¿Una pequeña niña revoloteando por aquí y por allá, por todo el lugar, chismoteando hasta lo más recóndito de la casa?, lo único que puedo decir es; mamá va a estar feliz. Siempre quiso una niña a quien peinar y jugar con las muñecas. Una tranquila, mansita, sumisa, nosotros siempre fuimos del tipo piojoso, travieso, es por eso que siempre estamos castigados.
—No quiero que se le acerquen, siquiera la miren. No le hablen. No la toquen. No la miren. —fijo sus ojos cafe en los de cada uno traspasando la retina, hasta llegar a nuestra mente y haciéndonos repetir la mantra una y otra vez en nuestro foro interno.— Los quiero a un metro de ella, mejor que sean tres. Fuera de su camino. No lo arruinen.
Ouch. Eso dolió.
De todos modos, ¿Como si nosotros quisiéramos estar cerca de una niña? No, gracias.
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Prohibida | tom kaulitz.
FanfictionEn la vida me han prohibido un millar de cosas, pero lo peor es cuando conoces al amor que potencialmente puede llegar a ser el de tu vida, y te lo prohíben. Lo prohibido es adicción, todo el mundo lo sabe. Novela adaptada.