Tom Kaulitz.
La mañana huele al cappuccino especial de mamá, es misterioso, nadie sabe que tiene, pero no es igual a los demás. Casi siempre en los desayunos con mis hermanos hacemos nuestras apuestas, pero mamá se niega a decirnos la receta, sospecho que es cappuccino en polvo con dos gotas de leche descremada, pero aún así tiene un ligero sabor a menta que no puedo deducir que es.
El primer contacto de la mañana es contra el frio suelo flotante de madera de la habitación. No se cómo llegue hasta aquí. Camino dos pasos y algo áspero raspa mis pies, miro hacia el suelo y veo la soga tirada en el piso en alguna forma abstracta, torpemente la pateo bajo mi cama, pero mi pie derecho está encerrado en un círculo, de modo que cuando estiro la soga el círculo se cierra y me tira hacia abajo.
Gran mañana.
Y en este mismo momento, una punzada ataca la parte izquierda de mi cráneo. Solo puedo pensar en una cosa, ¿cuánto tome anoche? Puedo recordar llenándome con mi cuarto Happy hour, y a Stacy mas cariñosa de lo normal sobre mi cuello, ella siempre fue una borracha cariñosa.
Maldita resaca. Se me antoja una aspirina.
Silenciosamente camino por el pasillo con el crujir de las maderas, puedo escuchar el murmullo viniendo desde la planta baja, pero no se me antoja bajar, aún. Camino hacia el baño con los músculos entumecidos y me pregunto qué hora es. Abro el gabinete y saco la caja blanca con una cruz roja que mamá siempre deja en el baño, pacientemente disfruto de la pastilla quebrando el papel metálico de la tira, finalmente, empujo la pastilla hasta mi garganta y bajo la cabeza hacia el grifo, por fin, el agua empuja la pastilla mientras trago. Lo único que queda es esperar al efecto.
Mamá esta con un chándal, eso solo puede significar una cosa, él ya no está en casa. Mi madre siempre suele usar faldas entubadas y blusas color salmón en su presencia ya que le gusta complacerlo a toda hora, él y su lavado de cerebro nos ha cambiado la vida a todos en la casa. La tomo por el costado y planto un beso en su mejilla, ella sonríe cálidamente y me entrega un vaso con lo que pienso que es cappuccino. Olfateo el contenido, efectivamente, huele a café suave, leche, menta y amor.
—Gracias. —musito quedadamente.
Miro a mis hermanos, que están peleándose como dos par de nenas. Los empujo para que dejen de ser los idiotas que sé que son, ellos me miran y siguen con su discusión haciendo caso omiso a mi semblante malhumorado. ¿Acaso ellos no tienen resaca? no puedo evitar preguntármelo.
—Dejen de pelear. —los regaña mi madre adoptando un tono autoritario y demandante. Ella me mira y acaricia mi mejilla.— ¿Todo bien, Tom?
Me limito a asentir enterrando la nariz en el vaso de cappuccino, esto huele malditamente bien.
—¿Descalzo? —mi madre me mira con el ceño fruncido y levanto los hombros restandole importancia.
—No soy un niño. —digo y mi madre me mira melancólicamente. Oh no, ella ha estado algo sensible por sus pequeños no tan pequeños.— Vale, mamá, luego me calzo algo.
Ella asiente satisfecha y gira hacia la cocina, volviendo a sus labores.
—¿Han hablado con su padre? —pregunta fregando un vaso con un pequeño trapo blanco.
No hace falta que lo especifique, habla de la pequeña molestia británica.
Mi voz y la de mis hermanos se sobreponen. Yo digo.— Lamentablemente. —mientras mis hermanos hacen comentarios alusivos a que no están demasiados molestos por ello, pero tampoco emocionados.
—¿Cuando llegara? —pregunta Lukas y yo lo secundo, en mi mente.
Mamá se da vuelta con un plato profundo entre manos, puedo ver sobresaliendo pequeños muffins de vainilla. Mis hermanos empiezan a aullar por comida y yo me acabo el cappuccino esperando la respuesta de mamá.
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Prohibida | tom kaulitz.
FanfictionEn la vida me han prohibido un millar de cosas, pero lo peor es cuando conoces al amor que potencialmente puede llegar a ser el de tu vida, y te lo prohíben. Lo prohibido es adicción, todo el mundo lo sabe. Novela adaptada.