Eloise Jones.
Tom había desaparecido de mi vida, o por lo menos eso es lo que había jurado el en el momento en que abandono aquel estacionamiento abandonado. No la había dicho en palabras textuales, pero lo había visto en su mirada, esa mirada tan familiar que reflejaba decepción, pero yo no podía cambiar mi pasado ni tampoco estaba demasiado avergonzada de ello como para tratar de suprimirlo de mi presente.
Yo necesitaba a Marc junto a mí.
Y eso no cambiaría.
Marc me estuvo abrazando por el hombro en todo el camino hacia la casa de los Kaulitz, me sentía cálida entre sus brazos, me sentía en casa, él fue mi hogar muchos años. Sabía que Marc no me apreciaba de la manera en que lo hacía Tom, o como yo lo había hecho hace años, pero podía vivir con eso.
Al momento de entrar a la casa de los Kaulitz me despedí de Marc con un seco beso en la mejilla y un “nos vemos pronto” que nunca cumplíamos. Probablemente pasen años hasta que nos volvamos a ver.
Me encogí en forma fetal sobre mi cama y dormí, teniendo pesadillas sobre el martirio que sería el día de mañana.
Cuando despierto a la mañana siguiente, me encuentro sola, tal y como me había dormido la noche anterior. Tom no había aparecido y dudaba en que lo hiciera, el sentía vergüenza ajena por todo lo sucedido.
Lave mi cara y me sorprendí cuando vi mis ojos inyectados en sangre por las lágrimas contenidas. Trate de remediarlo, pero nada funciono. Finalmente, me rendí y baje las escaleras lentamente como quien no quisiera estar allí, y justo en este momento realmente no quería.
La familia estaba reunida en la mesa del living, lo que era extremadamente extraño ya que por lo que había notado no se trataba de una familia súper unida que tomaba los desayunos como algo sagrado, pero no me extraño cuando vi la carencia de los ojos cafes de Tom en la mesa.
Les sonreí y tome un beicon, limitando a no preguntar por Tom.
—Tom no se sentía bien. —dice la señora Kaulitz justificando su ausencia en la mesa. Ella se lame los labios con delicadeza, suprimiendo la azúcar del beicon en sus labios.— ¿Puedes llevarle el desayuno, Eloise? —y deja escapar la bomba. El señor Kaulitz la mira con una cara de muerte, estoy segura de que tendrán una larga conversación luego de esto, pero no sé por qué se enfada. ¿Tom le habrá dicho?
—Deja desayunar tranquila a Eloise, Simone. —el señor Kaulitz se dirige a su mujer con una mirada glacial, pero ella no se inmuta por ello y me da una sonrisa que me desconcerta.
—A Eloise no le molesta ¿o sí? —dice Simone, dedicándome una sonrisa maternal y por un momento puedo ver un flash de mi madre sonriéndome.
—No, claro que no. —sí, de hecho me molestaba. Tom no quería verme, yo era la razón por la que no había bajado a desayunar y sabía que él amaba los desayunos. Aún más los beicons.
—¿Ves? —le dice a su esposo con una sonrisa de autosuficiencia, y él bufa.— Toma, Elsie, llévaselo a Tom. —ella me tiende un plato con varios beicons.
Tomo el plato y camino hacia las escaleras, rezando por que el plato no se me resbale por las manos empapadas por el sudor que provocaba el nerviosismo. Una vez en la planta alta camino, camino y camino por el largo del pasillo, hasta llegar a la última puerta, la de Tom.
Toco la puerta en tres golpes, marcando un ritmo propio y desorganizado.
Pero nadie responde, así que lo intento nuevamente y nuevamente, nadie responde.
Empujo la puerta lentamente con la cadera y mi primera visión de la habitación es un Tom acostado boca abajo en su cama, tapando su cabeza con la almohada.
—Tom —susurro temerosamente. Mi voz hace que Tom levante la cabeza rápidamente y fije su mirada en mí—. Tu madre me dijo que te traiga el desayuno —balbuceo inútilmente, ¿Cuándo un chico me hizo balbucear de esa manera? Ah sí, nunca.
—No te quiero ver. —dice Tom, tirando las cosas que ocupaban lugar en la pequeña mesa que se encontraba a un costado de su cama.
—Entonces mejor me voy. —digo, y no solo me refería de su habitación sino de su casa, de su continente y de su vida. Me volvería a Inglaterra, eso sería lo mejor. Dejo el plato en el lugar que hizo en su mesa y doy la vuelta lista para salir, sin más humillación.
—No —dice Tom—. No quiero que te vayas, pero no soporto verte —musita. Eso suponía un gran problema, vivíamos en la misma casa y nos cruzaríamos constantemente, aunque lo evitáramos, existían momentos cruciales que nos cruzaríamos inevitablemente. Niego con la cabeza.
—Será lo mejor. —digo. Y él no dice nada, vuelve a echar la cara en la almohada y no dice nada, permite que me vaya.
Y lo hago, me voy.
''No me abandones hasta que realmente tengas que irte. No te alejes antes de tiempo. Aprovechemos las horas, los minutos, los segundos que nos quedan. Bésame hasta que el último suspiro indique nuestro fin.''
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Prohibida | tom kaulitz.
FanfictionEn la vida me han prohibido un millar de cosas, pero lo peor es cuando conoces al amor que potencialmente puede llegar a ser el de tu vida, y te lo prohíben. Lo prohibido es adicción, todo el mundo lo sabe. Novela adaptada.