Capítulo 24.

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Eloise Jones.

Tom daba miradas furtivas hacia donde nos encontrábamos y yo rezaba por que no se desconcentrara lo suficiente como para hacer a su motocicleta volar por los aires con el sobre ella. Todo el mundo estaba enloquecido por la adrenalina de la carrera y la música metal que sonaba por uno de los parlantes improvisados no ayudaba en nada a tranquilizar el recorrido de la sangre por las venas. 

Stacy me tomaba por uno de mis hombros y trataba de tranquilizarme lo más que podía. Yo trataba de aparentar tranquilidad, y a mi parecer lo hacía bastante bien, pero Stacy con su sexto sentido femenino sabía muy bien lo que me sucedía interiormente, y eso no me agradaba. 

Yo escondía mis emociones de los demás sin saber por qué, pero lo hacía y el hecho de que Stacy sepa bien como leer mi rostro me asustaba demasiado. Ella podría alertar a cualquiera y podrían usar siempre mis emociones en mi contra. 

Yo siempre decía que los sentimientos eran los peores enemigos de uno mismo. 

Tom dio una última mirada y me guiño el ojo antes de volver a concentrarse en la carrera. En ese momento un motociclista de pelo oscuro como la noche intento rebalsarlo rozando una de las extremidades de su moto con la de Tom haciéndole perder el equilibrio. Mi corazón salto en mi pecho y Stacy apretó mi hombro con su mano, sobresaltándose. Pero Tom no se quedó atrás y también empujo su moto contra la de él, pero cuando vio que el pelinegro no bajaba la guardia y empujaba nuevamente contra la motocicleta de Tom, este se separó de él y dejo que lo rebasara solo un poco. 

Tom no iba a dejar que cualquier novato lo sobrepasara, así que acelero, acelero y acelero hasta que se encontró contra una roca sobresalida en la lisa pista y la motocicleta de Tom se alzó por lo cielos, todos nos quedamos boquiabiertos y con el corazón a punto de saltar de nuestros pechos mientras Tom se mantenía en el aire. Pocos segundos después Tom aterrizo ileso y siguió con la carrera como si nada de ello hubiera pasado. 

Todo en el recinto estalló en aplausos. 

Cuando la competencia termino y Tom quedo como vencedor, él salto sobre mí y me abrazo para luego hacerme girar juntos. 

—Nunca más vuelvas a hacerme algo así. Promételo —susurro en su oído una vez que las carcajadas se acentúan y estoy nuevamente con mis pies sobre la tierra. Él me mira desconcertado, quizás piensa que esta sería una experiencia que me gustara, única y lo fue, pero estuve más tiempo pensando en todas la probabilidades de que Tom cayera o volara por los aires que no me di tiempo de disfrutarla. 

—Lo prometo. —dice él.

(...)

El vuelo saldría solo en unos minutos y aun no estaba lista para dejar Chicago. 

Luego de la agitada noche insistí a Tom que me llevara nuevamente a casa, esa había sido mucha emoción en una sola noche. Ninguno de los dos quería que aquello acabara pero realmente, realmente, quería volver. 

En todos los segundos de aquellas dos horas había olvidado que la mañana siguiente debería tomar un avión para volver a mi tierra natal y a la ciudad en la que había pasado mis cuatro primeros años de vida. Podría encontrar muchas cosas allí de mi infancia que me habían arrebatado al decidir irnos a vivir a Londres, incluso podría aprender mucho más de mi madre. 

No me podía echar atrás ahora. 

Incluso con Tom atrás, tomándome del hombro mientras esperábamos que llamen a abordar, aun así no podía echarme atrás. Eso, principalmente, mostraría debilidad hacia él y a partir de eso podría manipularme, tampoco era como si quisiera echarme atrás, lo había estado pensando y esto me abriría muchas posibilidades de conocer a mi madre mediante personas que convivieron con ella mucho más tiempo del que yo misma lo hice. Y no podía dejar pasar esa oportunidad, no podría saber cuándo pueda convencer nuevamente a mi padre de que me deje ir hasta allí, el creía que todo lo que tenía que ver con el pasado de mi madre o con mi madre me lastimaría, creía que eso abriría una herida que ya había sanado, pero nunca lo sabría sino lo intentaba. 

El que no arriesga no gana, y yo quería tener el placer de ganar conocimientos de mi madre, como anécdotas que nunca pudo contarme o fotos que no pudo mostrarme, ni consejos que habría querido darme. 

Podría hasta conseguir un diario íntimo de ella allí. 

De pronto ya me encontraba entusiasmada por que llamen a abordar.

—¿Estas segura de esto? —pregunta Tom a un lado mío. Él había insistido en acompañarme al aeropuerto, aun cuando le dije que yo sola estaría muy bien y que prefería que él no estuviera ahí todo el momento esperando, que probablemente el tenia cosas más importantes que hacer, pero él lo negó todo y estaba empedernido en acompañarme.

—Lo estoy —murmure— Lo he pensado mejor y ya no tengo dudas. Me dará una gran oportunidad de conocer el pasado de mi madre. Lo siento mucho —dije creyendo que le debía una explicación y unas disculpas, como mínimo. 

—No lo sientas —dice Tom con los ojos apagados— Si eso es lo que quieres.

Unos minutos después me llaman para abordar y con todo el dolor del mundo cargado en mi pecho me tengo que despedir de Tom. Él tampoco parece muy feliz, pero le recuerdo un par de veces que quiero saber sobre mi madre y que nos volveremos a ver, el me desea suerte y asegura que hará todo lo posible para volvernos a ver. 

Por ultimo nos prometemos que no nos olvidaremos del otro. 

Nunca me había sentido tan emocionada por estar por los aires. 

Había viajado numerosas veces y nunca me había sentido tan libre como esta vez. 

La azafata paso un par de veces por el pasillo, preguntando a cada uno de los pasajeros si necesitaba algo. Le dije que no precisaba nada y ella me dijo que no dudara en llamarla si necesitaba algo o una bolsa de cartón. 

¿Tan mal me veía como para creer que precisaba vomitar?

Quizás se lo decía a todos los pasajeros.

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Prohibida | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora