Capítulo 15.

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Tom Kaulitz.

La luz del sol que se cola por la ventana es lo único que parece darle vida a la habitación. Nuestros rostros están impasibles, no puedo ver si Eloise está ansiosa, asustada, intranquila o alguna otra emoción que pueda descifrar en su cara, ella es toda una actriz, me mira de frente, sin miedo, sin pretensiones, solo tratando de leerme, pero yo también se ocultar algunas de mis emociones, otras salen a flor de piel por sí solas, pero aquel golpeteo que hace con el pie me indica que más que nada está nerviosa.

Aún no sé qué quiero sobre esta relación, no sé qué decir o hacer, soy como un niño perdido en el parque de diversiones junto a un puesto de algodón de azúcar, que está ansioso y triste por encontrar a su madre, o porque su madre lo encuentre, emocionado por querer comprar un algodón de azúcar que su madre le acaba de prohibir, pero ella no está acá, desilusionado por que no posee el dinero -ni la altura- para comprar aquel dulce, perdido por no saber qué camino elegir. Compararme con un niño no es lo mejor que pueda hacer, pero lo soy, soy solo un niño, todo es un juego para mí, la vida siempre fue un juego para mí, tomo mis decisiones como para ganar, porque soy muy mal perdedor, todo es un juego, las carreras son un juego, vivir en un juego tan frágil que hasta a veces prefiero no jugarlo, solo ponerle pausa a la partida y reanudarla solo cuando me sienta un adulto.

Es como aquella vez en el campamento; quería ser rescatado, pero a la vez quería rescatarme a mí mismo. Quería ser capaz de decir "Yo puedo". Entonces un recuerdo azota mi mente, y dentro de mis recuerdos me encuentro yo sentado en una cama de fierro con grandes manchas de óxido por todos lados, las sabanas están sucias, grandes manchas de humedad se sitúan en la pared, y puedo recordar el olor a musgo que tenía esa habitación, era insoportable. Aún me dolía la espalda y muchos músculos más por la actividad del día anterior, no me había visto en el espejo, pero estaba seguro que tenía unas largas y finas líneas rojas por toda mi espalda, el ardor era insoportable, pero no decía nada, apenas mantenía mis ojos en un punto fijo, gritaba internamente, le gritaba a mi padre por meterme en este mugroso lugar y gritaba a mi madre por permitírselo, le gritaba al mundo que ya había tenido suficientes de sus azotes, que ya no podía soportarlo más. Recuerdo que tanto quería salir de ese lugar, más que nada en este mundo, decía que ya había aprendido la lección, lo juraba. Era como una cárcel para jóvenes, la justicia no permitía ponernos en los mismos rangos que los criminales mayores, entonces nos mandaban aquí y nos dejaban hasta que alguien se apiadaba de nosotros o hasta que creían que habíamos tenido suficiente. Entonces un señor vestido con un antiguo uniforme de militar aparece en mi recuerdo, el señor tiene el cabello totalmente rapado y una boina del mismo color horrendo que el resto del uniforme tapaba su pelada, de hecho recuerdo muy bien a ese señor, el militar Taylor, el principal mentor de mis pesadillas, él era muy chapado a la antigua, y creía que la violencia que implementada en los jóvenes era el mejor remedio para hacer cambiar la actitud de alguno. Dentro de mi recuerdo pude ver un leve temblor en mi labio cuando él me miro con sus ojos negros, rápidamente mi cabeza giro al reloj viejo situado en unas de las paredes, aún no era mi turno, quizás la lista se había acortado o la fila había desaparecido rápidamente, pero en cambio de todas aquellas cosas horrorosas que imagine el solo dijo "Recoge tus cosas, ya puedes irte", y rápidamente como un rayo me levante de el fino colchón y empecé a juntar todas mis cosas en el bolso de mano que había llevado. Recuerdo a mi madre en el otro lado del pasillo con sus brazos extendidos hacia mí, quería gritarle que la odiaba por dejarme en este lugar lo que fueron unas tres semanas, quería gritarle que no necesitaba su ayuda, que yo podía por mí mismo, pero en cambio de gritarle todas sus verdades en su cara, lo único que hice fue rodearla con mis brazos y enterrarme en su pecho, por fin tranquilo de oír su corazón palpitar contra mí.

No quería volver a lo mismo que hace unos años, yo no pertenecía a ese lugar, para nada, allí me di cuenta de cuán débil era y soy actualmente, había aprendido demasiadas cosas sobre mí mismo, lo que nunca admitiría. Pero nunca volvería a ese lugar, nunca.

Entonces, supe que hacer.

Fije mi vista en Eloise, aún estaba mirándome, pero esta vez con el rostro distorsionado por la preocupación, me pregunto cuanto tiempo he estado enterrado en mi recuerdo.

La primera en decir algo fue Eloise.

—¿Dónde pasaste la noche? —dice Eloise con el ceño fruncido.

—Estuve en casa de Stacy. —dije cortamente. Ella asintió y no dijo nada más. Por unos minutos no dedicamos a mirarnos fijamente a los ojos.

—¿Vas a decirme lo que tienes que decirme o te vas a quedar ahí? —dijo finalmente cuando termino de escrutar mis ojos, pero yo no había terminado los de ella, o quizás solamente estaba retrasando lo inevitable.

—Ehm... Sí. —digo, pero me quedo en silencio. Ella me incita a seguir hablando.— No podemos ser más amigos. —digo rápidamente y cierro los ojos esperando su acción. Espere unos segundos antes de abrir nuevamente los ojos, esperándome ver el espacio que ocupaba Eloise vació, pero aún seguía allí, con el ceño fruncido y los ojos apagados.

—¿Qué? —su voz fue un corto hilo.— ¿Qué quieres decir con que...? —su voz se fue apagando a medida que hablaba, y ya me era imposible dirigirme completamente a ella. En cambio, le hable al aire.

—Es lo mejor para ambos. —musite. Su reacción fue mucho más diferente de lo que pensé, no lloriqueo ni me grito en la cara cuán hipócrita era, solamente recogió su bolso caro y se marchó del lugar musitando a penas un "Comprendo".

Pensé en ir tras ella, y como lo había hecho en miles de mis fantasías, darla vuelta y plantarle un casto beso en la boca, saborearla profundamente y luego decirle que todo era broma. Entonces ella realmente se enojaría, y me plantaría una bofetada bien merecida que aceptaría de todo gusto, pero eran solo eso, fantasías imposibles de cumplir, prohibidas.

Aunque imposible y prohibido no era palabras similares, estas fantasías estaban clasificadas en ambas.

Seguí fantaseando sobre un para nada posible futuro mientras veía a Eloise desaparecer por la parte más alta de las escaleras. Me gustaría saber que estaría pensando ella en este mismo momento, pero me lo puedo imaginar, ha de pensar que soy como todos los otros chicos, que soy un idiota, y yo también lo pensaba.

Mi corazón rugió estremeciéndose en una clara necesidad del alcohol más puro que pueda haber. Pero aún estaba recuperándome de la resaca anterior, quizás mi corazón gritaba que necesitaba una buena sobredosis de alcohol, pero mi hígado pedía piedad, y decidí darle una noche de descanso al pobre y maltratado hígado. En cambio, me conforme con una dosis de adrenalina recorriéndome las venas, necesitaba una buena carrera y esta vez no como un maldito y jodido espectador. Quería volver a sus andanzas de antes, olvidando lo que había pasado, como decía, era pasado y hoy era un día nuevo.

Como si dios hubiera escuchado sus plegarias la pantalla de su celular se ilumino con el nombre de Lukas garabateado en letras negras.

Gracias, Dios.

''El problema es que pensamos una cosa, sentimos otra y decimos todo lo contrario.''

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Prohibida | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora