Capítulo 7.

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Tom Kaulitz.

Siempre he querido compartir este lugar con alguien especial, alguien que sepa apreciar lo que la naturaleza le brinda. Nunca había conocido a nadie que a mi pesar todo esto le interesara, siempre pensé en traer aquí a Stacy, es una gran amiga de la infancia, la conozco desde hace años, es como la hermana que nunca tuve y tampoco soñé, yo sé que ella si apreciara el gesto, le agrada la naturaleza, pero no se sentiría correcto traer a una mejor amiga –potencialmente hermana- a un lugar como este, que para mí es especial. Pues lo encontré en un día en el que me sentía solo, no solamente en el ámbito amoroso, sino en la vida, aunque mi madre siempre haya estado allí para mí, atenta a mis necesidades y siempre queriendo aconsejarme, no era el amor que yo buscaba en ese tiempo, yo quería a alguien con quien compartir la vida, yo quería mi propio pedacito de cielo, entonces encontré este lugar, cabalgando en Noah mientras pensaba en todo lo anterior, y me quede mirando el paisaje extasiado, sorprendido por tanta belleza.

Y es cuando me di cuenta que el amor no hay que buscarlo, el amor llega solo y cuando uno menos se lo espera, quizás también cuando uno menos lo necesita, en tus rachas de soltero, pero que llega estoy seguro que en algún momento llega, es ahí cuando me subí a la cima de la pared rocosa y me deje en manos del viento, que me lleve a donde me tenga que llevar, eso no importa, solo que me lleve con él, y me deje caer a la masa de agua con la adrenalina corriéndome en las venas. Y ahora tengo alguien con quien dejarme caer, alguien especial, a quien estuve esperando un largo tiempo, alguien que estará bajo mi esperándome a que caiga para atraparme, o en inversa, yo esperando a que caiga, aunque nunca la dejaría caer, tengo esa necesidad de preguntarle “¿Dónde estuviste toda mi vida?”, pero sonaría muy cursi, y yo no soy para nada del tipo cursi.

Antes de ella solía venir todas las visitas mensuales a casa de la abuela aquí, me perdía por horas en el bosque hasta dar con la “cascada”, como yo la he llamado, pero realmente no creo que pueda ser llamada una cascada, más bien es un pequeño río que sigue su curso hasta dar con una especie de pequeño precipicio que origino la naturaleza, el agua no cae con tanta fuerza debido a que el terreno no es lo suficientemente elevado como para hacerlo, sin embargo la vista es espectacular.

Doy fe en ello.

Eloise esta extasiada, lo puedo ver por sus expresiones, como he dicho anteriormente ella es muy transparente y puedo ver que es una de las cosas que más odia de ella. Su boca se curva en una gran sonrisa de oreja a oreja en donde se asoman una perfecta hilera de dientes blancos, sus ojos brillan con emoción repentina, ella no esperaba ver un paisaje en toda su gloria. Y entonces salta rápidamente del caballo sorprendiéndome, hace solo algunos minutos ella estaba aterrada de montar uno y ahora se encuentra saltándolos con una audacia profesional.

Ella se acerca hasta la orilla donde el agua cristalina deja ver las piedras amarillentas por los años del suelo.

Y allí esta, arrodillada a la orilla del acantilado, disfrutando del tacto con la naturaleza.

—Es hermoso ¿verdad? —susurro en su oído. Puedo ver como la piel de su cuello se eriza y me alegra causar eso en ella. Solo en ella.

Me es inevitable no dirigir mi mirada hasta sus ojos, ellos brillan con dos luceros, ellos son la luz y yo soy el insecto, cautivado por su resplandor, es imposible que hace unas pocas horas ella estuviera sobre mi hombro, con su cabello desordenado sobre mí y ahora se ve tan perfecta, casi imposible.

—Único. —estuvo ella de acuerdo, giro su cabeza apenas topándose con mi rostro.

¿Por qué tenemos que estar tan cerca, pero tan lejos a la vez?

Ignoro mi último pensamiento, también ignorando las ganas indescriptibles de sentir el suave tacto de sus labios sobre los míos, ignorando todo lo que ella me produce, tomó su mano listo para dar el siguiente paso, casi al instante de haber tomado su mano se crea una fuerte corriente, y estoy seguro de que ella la sintió tanto como yo por la manera en que su cuerpo se tensó. Un suspiro después, emprendimos camino, la guie con cuidado diciéndole todas las veces en lo que algo podría atentar con su salud física, tropezando debes en cuando pero nunca dejándola caer, unos minutos después ella se dio cuenta que nos estábamos dirigiendo a la cima, de inmediato negándose, es una chica terca, no importa cuántas veces le diga que no le pasara nada, o que le repita que la vista desde arriba es genial, no importa lo fuerte que tome su mano o que nunca la he dejado caer, ella quiere volver a una superficie segura.

Prohibida | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora