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La tarde soleada y calurosa no era ningún impedimento para que los chicos salieran a jugar juntos a la calle. A ambos le encantaba salir a andar en bicicleta en sus tiempos libres, lejos de cualquier tipo de competencia.
— No puedo dejar de soñar con llegar a la fórmula uno. ¿Te imaginas peleando juntos por una victoria? —soñaba despierto el joven monegasco, mientras caminaban a la par con sus bicicletas.
— Ya lo creo.
Sus ojos verdes se dirigieron hacia él luego de oír esa respuesta tan vacía. Usualmente Max siempre se mostraba muy motivado al respeto.
— Hey, ¿te sientes bien?
— Olvídalo, Charles...
Decidió hacerle caso. Sabía lo chillón que podía volverse cuando estaba irritado, así que simplemente no le dio más importancia. Sin embargo, no se había quedado tranquilo. Él odiaba ver a sus amigos sentirse mal y no hacer nada al respecto.
Fueron en las bicis cuesta arriba por una colina desde la cual podían ver parte de la minúscula ciudad de Mónaco. Se sentaron a observar desde su punto favorito, todo a su alrededor. Max traía el rostro agotado, sin el brillo usual que Charles notaba a diario en sus ojos.
— ¿Quieres agua? —le ofrece el local, a lo que él asiente, agradeciendo.
El silencio se hizo entre ellos durante unos segundos en los que abundaba el ruido en sus mentes. Antes de que Charles pudiera hablar para volver a preguntar, Max habló.
— Quiero ir a casa, Charles —murmuró tomando sus rodillas, escondiendo la mitad de su rostro entre sus brazos.
— ¿No te sientes cómodo aquí? Puedo hablar con mamá, mudarme temporalmente con Arthur y dejarte el cuarto para que estés más cómodo —comentó con una sonrisa reparadora, colocando su mano en su espalda.
— No es eso... extraño a mi familia. En realidad, extraño cuando era un niño y no tenía todas estas responsabilidades y presiones que tengo ahora —soltó, como si fuera algo que venía callando desde hace mucho tiempo—. Quiero volver a casa. Abrazar a mamá, decirle lo mucho que la amo. Llegar y oír que mi padre me diga que se siente orgulloso de su hijo, y vivir en una familia normal.
— Ay, Max —se puso de rodillas para abrazar al neerlandés con todo su cuerpo, al oír que estaba al borde del llanto.
Así estuvieron durante un tiempo. Las cantidad de pruebas y carreras a las que Max se sometía, estaban siendo demasiada presión en ese momento. Necesitaba el apoyo de su familia, pero ellos estaban lejos.
Aún así, no importaba dónde estuviera, Charles siempre estaba allí. A pesar de ser rivales en pista, él era la persona más buena y fiel con la que se había podido cruzar. Agradecería que sus vidas se hubieran cruzado.
— Gracias por quedarte conmigo, y ayudarme siempre. No sé cómo agradecerte...
— Tu amistad es todo lo que necesito —responde, tranquilizando al rubio.
Las palabras del monegasco, y tal vez su simple compañía lograron recomponer el buen humor de Max. Volvieron a ponerse de pie, esta vez para dar vueltas sobre aquella colina en sus bicicletas y poder recorrer un poco de los alrededores de aquel lugar.
A pesar de que estaba oscureciendo, los dos seguían divirtiéndose, intentando trucos y corriendo carreras de velocidad de unos pocos metros.
Las luces de la calle se iban encendiendo a medida que el Sol se escondía por el horizonte. La energía de aquellos dos chicos parecía no agotarse jamás, en especial la de Max quien estaba realmente motivado, por alguna razón.
Charles lo miraba quieto en su lugar, con una gran sonrisa mientras lo veía pasar frente suyo, intentando hacer una wheelie. Realmente quería hacer todo lo posible para que la estadía de Max en su casa fuera lo más llevadera para él posible.
Le costaba formar amistades en su entorno por aquella forma de ser tan particular que supo adoptar con los años. No era fácil mantener amistades fuera de éste de igual manera, porque pasaba la mayor parte de sus días compitiendo o intentando mejorar.
El monegasco lo sabía, y juró que siempre sería la mano que lo levante cuando él se caiga. Le tenía un aprecio muy especial, eran más que solo amigos en pista.
Mientras pensaba en eso, irónicamente, el rubio cayó de su bicicleta hacia el suelo. El ruido lo alarmó y corrió hacia él, preocupado.
— ¡Max! —gritó a la distancia, mientras intentaba acercarse lo más rápido que podía— Max, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño?
— Un poco —gruñó suavemente, observando el pequeño raspón en su rodilla y deteniendo el ligero sangrado de su brazo—. Creo que esto de las piruetas no es lo mío.
Charles rió y le tendió la mano, para ayudarlo a recomponerse.
— Ven, volvamos a casa. Le he dicho a mamá que prepare tu comida favorita.
— ¿De verdad? —el brillo en sus ojos era innegable— ¡Gracias, Charles!
Dejó su bicicleta a un costado para abrazarlo. El castaño respondió igual, feliz de hacerlo sentir como en casa.
Emprendieron camino cuesta abajo hacia casa. Estaba oscuro pero aún así se podía ver perfectamente. Ambos estaban hambrientos y cansados.
Al llegar y dejar sus bicicletas sobre la entrada, corrieron hacia la habitación de Charles donde Max se sentó en su cama para revisar sus heridas.
— Espérame, ya vuelvo.
No tardó demasiado antes de volver con algunas cosas entre sus manos y cerrar la puerta tras él. El neerlandés no estaba muy convencido de lo que estaba por hacer.
— ¿Estás seguro, Charles? Prefiero dejarlo así antes de que me arda y me duela peor...
— No puedes dejar las heridas así sucias y al aire libre, pueden infectarse. Anda, siéntate y quédate quieto, yo haré el resto.
Hizo caso. Primero trató la herida en su brazo, limpiando la sangre seca sobre ella con un líquido que, para suerte de su amigo, no dolía en absoluto. Envolvió un pequeño trozo de gasa y lo colocó sobre su brazo, fijándolo con cinta para la piel.
— ¿Mejor? —preguntó, sin soltar su brazo.
Max solo asintió con la cabeza. Se lo veía conmovido, agradecido por el trato tan lindo que Charles le daba. No solía esperarse eso de las personas, pero sabría que con él, podría acostumbrarse.
El castaño se arrodilló en el suelo frente a él para tratar la herida en su rodilla. Solo estaba algo sucia por el golpe así que la limpió con un paño húmedo y le echó algo para que pudiera curarse más rápido.
— Gracias Charles. Me siento mucho mejor ahora —confesó en voz baja, apenado pero feliz.
Él simplemente se sentó a su lado, y lo envolvió en un conmovedor abrazo. Max cerró sus ojos, entendiendo que no estaba solo. Podría extrañar a su hogar y su familia, pero los Leclerc le habían dado la mano que él siempre había necesitado.
Charles se separó para dejarle un pequeño beso en su mejilla.
— Sabes que siempre estaré aquí para ti.
El abrazo continuó en silencio. Era todo lo que los dos necesitaban en aquel instante. Hasta que una voz, los obligó a volver a la realidad.
— ¡Chicos, la cena ya está lista! —llamaba su madre desde abajo.
— ¿Vamos? —lo invitó Charles a ponerse de pie, estirando su mano hacia él. A lo que Max respondió sonriendo.
— Vamos.
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𝘳𝘢𝘤𝘪𝘯𝘨 𝘪𝘯𝘴𝘵𝘪𝘯𝘤𝘵 ㅡㅡ f1 one shots
FanfictionOne shots gay de la Fórmula 1 *son solo shipps ficticios, no shippeo a nadie en la vida real!