Capitulo [25]

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Hwasa se acomodó sus lentes, mirando el rostro de Namjoon antes de sonreír.

—Dime algo que te guste de Hoseok —le dijo, viendo la forma en que el alfa fruncía sus cejas—. Una cualidad de Hoseok.

Namjoon vaciló un momento, tratando de pensar en lo que le estaba pidiendo la psicóloga. Pasaron varios minutos en los que no dijo algo.

—Su resiliencia —habló, con voz débil—. La forma en que... en que podía reponerse cada vez que le hacían daño. Ya fueran sus padres, yo o los niños. A veces... a veces le hacíamos daño y Hoseok no se echaba a morir, él podía... él podía... Él recibía todo eso y se esforzaba en seguir adelante, a pesar de todo. Fue... fue capaz de dejarme y llevarse a los niños, incluso si era peligroso. Hoseok es... es resiliente.

La mujer anotó algo en la libreta, asintiendo con la cabeza.

—Dime algo que te haya gustado de Hoseok cuando lo estabas conociendo—volvió a preguntarle.

Humedeció sus labios en lo que trataba de pensarlo. ¿Cuántos años habían pasado desde que vio al omega por primera vez? Más de veinte años. Por dios, ¿cómo el tiempo podía pasar tan rápido entre ellos?

—Me gustaba... Por dios, me gustaba su humor —Namjoon tragó saliva—. Él siempre... Hoseok siempre ha tenido un humor extraño, así que a veces hacía comentarios estúpidos o sin sentido, pero me daban mucha risa, demasiada, y si yo me reía caóticamente, él también... Él también estallaba en carcajadas. Podíamos reírnos hasta que el estómago nos dolía y Hoseok me pedía que me detuviera.

De sólo pensarlo, podía sentir sus labios estirándose en una sonrisa melancólica. A veces, recordaba a ese Hoseok joven, de diecisiete años, con el cabello teñido de azul, sus lindos labios en forma de corazón los cuales amaba besar, sus hojuelos al sonreir y mejillas un poquito regordetas. A Namjoon le gustaba pellizcarlas, pincharlas, ver como la piel se hundía por su dedo, antes de oír las protestas del omega. En esa época, cuando salían, se llenaban de mimos, cariños y besos.

—Ahora dime algo que no te haya gustado de él —continuó Hwasa.

El hombre también lo pensó varios minutos, tratando de buscar las palabras correctas para expresarse. Esos últimos meses se esforzó mucho más en controlar lo que iba a decir, porque cuando lo miraba en retrospectiva, se dio cuenta de que a veces decía cosas que podían hacer daño sólo porque no podía ser razonable.

—Hoseok siempre fue cerrado con sus sentimientos —habló, con la voz apagada—. Desde que lo conocí, cada vez que se sentía triste o... o quería llorar, se ocultaba de mí. Le dije en muchas ocasiones que no era necesario, que podía llorar conmigo, pero pocas veces lo hacía. Fue criado para... para poner siempre los sentimientos de los demás por sobre los de él, hasta el punto en que... Yo me acostumbré a eso —confesó, culpable y triste—. Terminé acostumbrándome y obligarlo a pensar en mí, siempre en mí, y nunca en él.

—¿Te arrepientes de eso?

—Demasiado —sintió un dolorcito en su garganta, ese dolor que reconocía como las ganas de llorar a punto de estallar—, ahora me arrepiento demasiado, pero siento que ya es tarde, ¿o no?

—Nunca es tarde para disculparse —corrigió la omega, pensativa—. Ahora dime, ¿qué vio Hoseok en ti para aceptar estar contigo? ¿Qué crees que le gustaba de ti?

Aquella pregunta lo agarró completamente desprevenido, todavía pensando en lo mal que actuó con el omega los últimos meses, la forma en la que lo trató. En su momento, pensó que estaba haciendo lo necesario para que no le dejara, después de todo, su padre fue permisivo, amable y amoroso con su madre, y ella no dudó en abandonarlo. Cuando era niño, pensaba que ellos se querían y deseaba tener una relación de esa forma con un omega, pero cuando Yerim tuvo la oportunidad, se marchó. Pensó que, si actuaba como el alfa que se esperaba de esa sociedad, Hoseok no le dejaría.

Four Seasons               [NamSeok]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora