Cuidado con los insectos

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Raquel y Aaron decidieron descansar a lado de la cascada para recibir el rocío de esta y soportar el calor infernal. Un descanso bien merecido después de una caminata de dos horas. Se sentaron en unas de esas grandes rocas para poder mirar el paisaje. Era bastante bello contemplar las grandes hojas, los troncos espaciosos y las lianas ladinas a pesar del silencio.

―Parece que es un bosque tropical, ¿no? ―dijo Aaron.

―Eso parece. Quizá por eso la advertencia de los insectos: son habituales en esta zona.

―Lo sé, pero no parece haber alguno.

―Y eso me intriga. Debería haber por doquier.

―Mejor no pensemos en eso. En algún punto lo descubriremos, ¿no crees?

―Me imagino que sí ―Raquel se levantó y fue al borde del río. Sumergió las manos. Entonces, con un rápido movimiento, salpicó a Aaron.

―¡Oye!

―Te estoy ayudando a refrescarte.

―Sí, claro ―Aaron se levantó y se dirigió de igual manera al lago para salpicarla también.

―¡Ah! ―Raquel respondió volviendo a salpicar a su amigo.

La situación siguió así algunos minutos hasta que terminaron completamente empapados. Luego se volvieron a sentar para secarse y continuar su camino.

―Te tomaste demasiado en serio esto; mi cabello está muy húmedo.

―Tú empezaste.

―Ya, pero fui más gentil: tú estás más seco que yo.

―Yo diría que estamos casi igual en ese aspecto.

―Tú lo dijiste: casi.

Al poco tiempo se desviaron un poco de la trayectoria original para buscar arbustos con frutos comestibles. Aaron miraba fervientemente la cantidad de orquídeas y plantas en general que había, ya que no había visto tanta variedad antes. Raquel, por su parte, pensaba en la desconocida identidad del arquero que antes los defendió para no enfocarse en la pérdida de su hogar.

Finalmente, encontraron unos arbustos y árboles con frutos en gran cantidad, así que los recolectaron.

―Deberíamos irnos rápido de esta zona. La existencia de estos frutos indica la presencia de insectos polinizadores cerca y, de ser tan peligrosos como decía la nota del arquero misterioso, estaremos en un gran problema.

Raquel mantenía la mochila abierta para que Aaron guardara los frutos más aptos mientras miraba el entorno en busca de cualquier señal de peligro o insectos. En la rama de un tronco lejano alcanzó a ver algo.

―Aaron, creo que hay una colmena de abejas cerca.

Raquel le indicó a Aaron dónde la había visto. Era cierto, había una colmena ahí. Una gran colmena reposando de su existir mientras una abeja daba vueltas cerca suyo. La vista de aquel polinizador logró captar la presencia de dos humanos.

Raquel se colocó la mochila al hombro lentamente como si eso evitara ser atacados por una diminuta abeja. Aaron comenzó a retroceder preparándose de igual manera para huir. Entonces, el insecto con colores que recordaban al peligro voló velozmente en su dirección.

Raquel y Aaron no tuvieron de otra que correr entre los árboles tratando de perderla en el camino para evitar problemas: desconocían si poseía alguna habilidad extraña como los árboles de la gruta o la serpiente que atacó a Raquel tiempo atrás. Los ojos de Aaron observaron las hojas de las ramas a su alrededor, en las cuales parecían ocultarse otras abejas.

Espora MoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora