Invernadero

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Sergio suspiró para tranquilizar la tensión que le causaba contar esa larga historia. Intentó recordar qué más le habían preguntado.

―¿Eso es todo? ―preguntó Melissa.

―La mayoría por lo menos. Creo que eso responde sus dudas.

―Falta que nos digas la razón de que nos ayudaste.

―Porque te vi a ti, Raquel, con el libro de tus padres. Pensé que era una zona muy cercana a la gruta; até los cabos y asumí que eras la hija de Fold. No estaba equivocado. Salvarte es una forma de retribuirle lo que hizo por mí.

"¿Debería decirle la verdadera razón ahora o debería esperar?", se preguntó Sergio internamente.

―¿Cuándo se conocieron?

―Después del desastre, decidí ayudarlo en su investigación.

―Entiendo, pero ¿por qué nos abandonaste?

―¡Ah, cierto! Eso es sencillo de responder. Los abandoné porque me vigilaban. Tenía encargada una misión y estaba conmigo otro tipo de la Asociación. Me metería en problemas si descubría que los ayudé. Además no los abandoné siempre, o bueno, por lo menos eso traté.

―¿A qué te refieres?

―Le pedí a un amigo llamado Raúl que los cuidara un tiempo, aunque, al no verlo aquí, supongo que nunca se encontraron.

―No, sí lo encontramos, solo que... él murió.

―¿Murió? ―no quiso detener el paso; lo volvió errático.

―Sí, por las esporas.

Sergio trastabilló un poco. Inhaló el aire que perdió. Miró el horizonte. Los tintes blancos de las nubes seguían en el cielo. No estaba bien detenerse, no hasta la noche. Contuvo la respiración. Suspiró y habló.

—Comprendo, al menos ustedes están bien. En fin, hay que acelerar el paso al nuevo destino.

—¿Puedo preguntar cuál es ese destino?

—A un laboratorio de la ciudad de Zenrer. Ahí se continuaron las investigaciones de Fold.

—Entonces ¿es cierto que la cura ya está casi terminada?

—Podría decirse, mejor hablemos de eso al llegar.

—Te gusta atrasar las cosas, ¿no? —recriminó Melissa.

—A veces es mejor que afrontar la realidad.

Evitaron dentro de lo posible los descansos hasta que llegó el anochecer, ante el cual se vieron forzados a reposar en una llanura, entre algunos árboles impasibles y estrellas flotando sobre el purpurino cielo, igual a los líquenes. Todos escucharon sus corazones en un silencio extraño, de ventanas a la esperanza perdidas, sensaciones extrañas y sueños por cumplir. La consciencia se podía perder entre la bruma. Raquel distinguió algo debajo del símbolo de la Asociación de la Serpiente Morada en la ropa de Sergio; era la inscripción de dos letras mayúsculas: "RA".

—Oye, Sergio, ¿qué significan esas letras?

—Son la sigla de "Rango Alto".

—¿Rango Alto?

—Sí, se lo dan a los miembros de la Asociación que consiguen sangre de un escarabajo.

—¿De un escarabajo? Esas cosas son gigantes.

—Y son resistentes —agregó Sergio—. Herir a uno y sobrevivir es equivalente a ser un gran cazado. Como se imaginaran es un título difícil de conseguir.

Espora MoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora