La primera aldea

27 3 0
                                    

La incesante lluvia era un grave problema, Aaron seguía sin moverse con total plenitud, Raquel estaba exhausta. Lamentablemente, no era una situación idónea para detenerse; dudaban poder dormir en esas condiciones.

―Será mejor que sigamos avanzando hasta encontrar un refugio o hasta que se calme la lluvia.

―Con estas condiciones es lo mejor.

El cielo clamaba con brío para recordarle al bosque que esa era la tormenta más fuerte en algún tiempo. La tierra se transformaba en lodo. El brillo astral era ocultado por nubes grises, permitiendo ser guiados exclusivamente por manchas en los árboles o centellas. Los viajeros buscaban las zonas con menor precipitación para cubrirse temporalmente en la búsqueda de un mejor lugar.

―No parece que esto se vaya a detener pronto ―dijo Aaron casi gritando para elevar su voz por encima del ruido de las fuertes gotas.

Pronto comenzó una cuesta arriba con suelo resbaladizo. Sosteniéndose de este mismo o de donde pudiesen pudieron continuar su avance ahora iluminado por frecuentes relámpagos. La situación empeoraba.

―¡Creo que veo una saliente lo suficientemente grande para resguardarnos!

Con algunas dificultades lograron llegar hasta ahí. El lugar que usaron para resguardarse era pequeño para dos personas, pero suficiente. De vez en cuando alguna gota tenía permitido escurrir por debajo de la saliente para caer en sus cabezas. No obstante, era mejor que las miles de gotas fuera.

―Me pregunto si esto acabará para cuando salga el sol.

―Veo complicado que sea así.

―Esta es la peor tormenta que he vivido ―dijo Aaron.

―¿En serio? Yo he visto peores, la diferencia es que en todas me podía refugiar en la cabaña...

―Lo siento por eso.

―No, está bien. Está mejor que antes ―respondió Raquel con total sinceridad.

―Te creeré ―dijo Aaron al no ver falsedad―. Donde yo vivía era más seco, por ende no llovía seguido y si lo hacía era poco. Era necesario hacer expediciones muy seguido por agua y comida.

―Eso explica por qué la práctica de la agricultura era difícil.

―Sí. En conclusión, no estoy acostumbrado a estas tormentas, ¿de verdad tenía que ser así nuestra última noche en este bosque?

―Lamentablemente así está siendo. ¿Te molesta si tomo la primera guardia nuevamente?

―Al contrario, sigo bastante cansado. Me sorprende que siempre quieras hacer los primeros turnos.

―Es importante hacer un hábito.

―A decir verdad. Por eso mismo trataré de dormir hasta mi turno. No te duermas hasta entonces.

―No lo haré.

La noche continuó sin tanto pesar. La lluvia se acabó a la llegada del alba, las nubes permanecieron en el cielo ya sin más gotas que cayeran. Una hora después del alba partieron con un poco de lentitud debido al lodo. Los senderos cada vez eran más extraños o difíciles ―no faltaron tropiezos.

Cerca del mediodía se percataron de la disminución en el tamaño de los árboles: estaban cerca del final del bosque. Al poco tiempo notaron que conforme estos disminuían, el terreno sufría una depresión.

―¡Puedo verla, ahí a lo lejos! ¡Estamos tan cerca, por fin vamos a llegar!

Raquel aumentó su velocidad para llegar antes, su cansancio no le estaba importando en ese momento. Aaron la siguió sorprendido por su emoción. Esos puntos que realmente eran pequeñas edificaciones de madera brillaban en los ojos de quienes llegaban, iluminados por una bola brillante que nunca veían directamente.

Espora MoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora