El fruto prohibido

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Algunos días antes, cuando Raquel y Aaron todavía no llegaban al Edén, Elizabeth y Jessica se encontraban en el hospital, estaban terminando de ordenar algunas cosas. Con una mirada gacha, Elizabeth habló.

―Jessica, hay algo que te debo decir.

―¿Qué pasa?

―Por unos días tendré que abandonar el hospital.

―¿Abandonar el hospital?

―Sí, verás, en la mañana Gael vino a hablar conmigo. Y, debido a una expedición, mañana saldrá con otros guardias, pero como Gael es un idiota, tendré que ir yo también a asegurarme de que haga las cosas bien. Solo será por unos días. Ana se encargará del aspecto administrativo y tú tendrás que encargarte del hospital hasta que vuelva.

―¿Encargarme del hospital?

―Sí, creo que ya puedes hacerlo, ¿o no?

―No, sí puedo ―respondió Jessica, alegre de que Elizabeth creyera en ella.

―Vale, entonces, por favor, mantén el lugar ordenado.

―Sí, está bien.

***

―¿Ahora qué haremos? ―preguntó Raquel.

Ya habían entrado al hogar de Melissa después de la amenaza de Marcos. Se encontraban a la mesa pues era el momento de comer.

―No creo que haya muchas opciones, supongo que simplemente aceptaremos su propuesta pero seguiremos investigando de forma discreta, ¿no? ―dijo Melissa mientras comía algunas frutas.

―En mi caso, preferiría eso, pues de lo contrario sería como viajar en vano, sin embargo, quería consultarlo con ustedes. Me sorprende que sin importar los riesgos no tengas problemas con esa decisión.

―A decir verdad, no me importa mucho. Además no estoy totalmente adentrada en la misión, por así decir, así que siento que no debería importar mucho mi opinión al respecto como para ponerme en contra.

―Claro que importa, la decisión te puede afectar.

―Quizá. Incluso así, estoy bien con lo que decidan. Creo que preferiría morir en una guerra que por la vejez.

―No hables como quien va a la guerra a morir ―dijo Aaron.

―¿Por fin aceptas que sí hay una guerra? Te lo dije.

―¿Qué? Por supuesto que no es una guerra, no es un conflicto de tal escala.

―Sea lo que sea, nuestras vidas correrían peligro, por lo que sigo teniendo razón.

―Eso no quiere decir que debas hablar sobre tu muerte con tanta tranquilidad.

―¿Tú qué prefieres que hagamos, Aaron? ―preguntó Raquel volviendo al tema inicial.

―Yo estoy de acuerdo con lo que decían, aun con los riesgos. Aunque hay algo que se me hace muy extraño.

―¿Qué cosa?

―Nos dio mucho tiempo para decidir que haríamos. ¿No es raro?

―Ahora que lo dices, sí. Todavía no anochece, incluso podría habernos pedido la respuesta hoy, o mañana al mediodía.

―¿Están sugiriendo que es una mentira para tomarnos desprevenidos y matarnos antes de la hora? ―preguntó Melissa.

―Es una posibilidad.

―Si resulta ser así, lo más seguro es que lo intente hacer esta noche ―dijo Raquel.

―¿En la noche?

Espora MoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora