El gato y la curiosidad parte II

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El otoño se acercaba con ferocidad, no temía malgastar el tiempo. Las hojas naranjas volaban por fuera de los edificios donde las grandes investigaciones se llevaban a cabo. Ya había pasado casi un año desde que se retomó la investigación de la gruta. La muerte de Eric Noon había trastornado a Yahir Fold más de lo que ya estaba. Esa fue la razón de que pasara horas recluido todos los días a experimentar hasta hallar una forma de detener una masacre.

Algunas noches las pasaba sudoroso, con pesadillas de raíces, muertes, destrucción, edificios que caían, jarrones rotos, mares que se teñían rojos, pestes, tormento y desdicha. Un agudo y sumiso tamborileo sobre sus venas y arterias denotaban el miedo cuando Elena lo calmaba con su tibia mano de cerámica al fuego. Ella, que lo conocía bien, no se preocupaba, pues era consciente de que él padecía de pesadillas frecuentes. Con empatía lo abrazaba y le susurraba al oído.

―Todo estará bien, todo está bien, cariño.

Esa voz zumbante lo calmaba, lo regocijaba como en días pasados, como si estuviera libando el néctar de las flores. Un mantra de dulces arrullos sonoros que la manta de la cuna remojaba con fervor para acicalar el alma. Durante el día ella hablaba de los nuevos avances botánicos, biológicos o médicos con un tenue movimiento en la línea curva que reposaba sobre su rostro impasible y él se olvidaba de la muerte. Como un dulce ronroneo. Y la besaba. Quizá sí exageraba. Un detalle lo tranquilizaba junto a Elena: habían pasado ya varias semanas desde que murió Eric Noon; había sido un caso aislado.

Por otro lado, Elena se alegraba por el regreso de su amiga, Ezre Fermal. Ezre se había sumergido en las tormentosas aguas de investigaciones infructíferas que le quitaron tiempo desde que comenzó la locura científica de la gruta neón, por suerte hace poco había terminado su labor, por lo que Elena decidió invitarla al proyecto por ser una eminente bioquímica.

―Esto es fascinante, es como una novela que leí hace poco —dijo Ezre al ver los informes que Elena le preparó.

—Me sorprende que tengas tiempo para leer, pero sí, lo parece. Aún no me creo lo que estamos descubriendo, esto puede cambiar la ciencia para siempre.

—Hasta al mundo mismo.

—Sí, lástima que no podré ver los próximos avances.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Creo que en algunas semanas o meses me tendré que retirar del proyecto.

—¡¿Es una broma?! Tú eres quien ha hecho más por este proyecto, estoy segura de ello. Si te están expulsando por ser mujer, iremos a presentar una denuncia a...

—Ezre, tranquila, no es nada de eso.

—¿Entonces?... ¿Por qué te estás riendo?

—Porque no es nada malo, solo me pone feliz que te preocupes por mí.

—¡Pues dime de una vez! —exclamó, tomándola de los hombros para agitarla.

—Está bien... —tomó aire—. Estoy embarazada.

—¿En serio?

—Sí, es en serio.

Ezre se precipitó a abrazar a su amiga y gritar de emoción.

—¡No lo puedo creer!

—Pues créelo porque es verdad.

—Y ¿cómo se va a llamar? ¿Ya tienes ideas de nombres?

—¿Nombres? No, me acabo de enterar de esto.

—¿Quieres que te ayude a hacer una lista de nombres?

—Supongo que sí, tú debes de conocer muchos.

—A decir verdad, llevo un tiempo pensando algunos nombres en caso de una situación como esta.

Espora MoradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora