CAPÍTULO 25

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Narrador

Las palabras del hijo de Greta Campell no paraban de taladrar su mente, se encontraba en camino a la casa que había compartido por años con su esposo aún con lágrimas corriendo por sus mejillas, con su amado Adam Campell, aquel hombre que había roto todas sus barreras de aquellos años, aquellas que así como ahora había creado, aquellas que fueron alzadas por la decepción, por la traición, por las mentiras de aquel hombre antes de Adam, aquel que le juro amor eterno, aquel hombre que la elevó al cielo y la dejo caer al mismo infierno.

Las rejas de la mansión Campell se abrieron, pocas veces ella venía, ya que no tenía un lugar establecido dónde vivir, se la pasaba viajando, pensando que eso aliviaría el dolor en su corazón, venia solo cuando sentía que estaba olvidando al amor de su vida, cosa que era algo absurdo, lo hacía cuando creía que no encontraba paz, su cabellera rubia caía en sus hombros, acompañado de un vestido a su medida, la casa estaba vacía, era de imaginar que el poco personal estaría durmiendo, pero era mejor así, odiaba que la vieran rota, subió las escaleras haciendo sonar sus tacones sobre la acera, recorrió los barandales, miro desde el segundo piso la mesa que adornada el recibidor, aquella por el que había discutido con Adam, sonrió cuando los recuerdos llegaron a su mente.


Flashback

— ¡ADAM! — grito Greta desde la entrada — Esa mesa horrorosa no va a estar aquí — puso sus manos sobre su cintura mientras gruñía, odiaba esa mesa, el color y el diseño era espantoso al menos para ella, ante sus ojos solo era un pedazo de tronco viejo de cedro, barnizado y con patas.

— Cariño — dijo de forma melosa cuando estuvo cerca de ella — déjala en ese lugar, le da un toque elegante — los brazos de Adam rodearon a Greta por la cintura y ella gruño.

— Es demasiado espantosa, que la lleven al cuarto de invitados — Greta hizo señas para que los empleados la movieran, pero Adam los detuvo.

— Quiero esa mesa en ese lugar, si se atreven a moverla están despedidos — la voz firme de Adam retumbó en todo el lugar y los empleados asintieron.

— Adam estoy hablando enserio — ella se cruzó de brazos mientras fruncía el ceño — quiero esa mesa fuera de aquí ahora.

— Dime tus razones para quitar esa mesa — Adam se cruzó de brazos y sonrió con burla — si son válidas la quitamos — se encogió de hombros y espero las razones de su querida esposa.

— Antes que nada es espantosa, dos, Nick se puede tropezar con esa cosa, las patas no son nada confiables — Adam recorrió la mesa que ante los ojos de su esposa era espantosa, pero lo que ella no sabía es que esa mesa de tronco de cedro era en dónde terminó su primera cita, dónde le robó aquel beso que empezó su historia — ¿Has pensado que si le cae encima a nuestro hijo lo podría lastimar? — ella esperaba que su esposo entendiera sus razones pero la sonrisa de su esposo le quitó las esperanzas.

— Esa mesa se queda en ese lugar cariño, quieras o no — Adam paso a lado de su esposa dándole un beso en la frente aún con la sonrisa en sus labios, Greta no sabía cómo reaccionar, Adam jamás le había dicho que no a algo que ella quisiera cambiar en su casa.

— ¡ADAM! YO ME VOY A DESHACER DE ESA HORROBLE MESA — no escucho respuesta de su parte solo una carcajada que provenía de su habitación, su piel se erizo al escucharlo reír, Adam tenía ese efecto en ella, gruño y giro para dirigirse a la cocina, la discusión le había dado hambre.

AMOR DE UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora