CAPITULO 2

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— Hombres ebrios y una mujer en el baño incorrecto no creo que sea buena idea — su aliento se cuela por mi oreja para bajar a mi cuello y cierro los ojos ante el cosquilleo, menta y alcohol; asiento y lo veo sonreír de forma coqueta que me hace bajar la mirada ya que siento el rostro caliente lo que significa que me he sonrojado, no decimos nada en el transcurso que los desconocidos están en el baño solo se les escucha gruñir y balbucear cosas sin sentido y tengo que admitir que el silencio entre los dos se me hace agradable — se han ido creo que es hora de salir — su voz me trae de regreso y asiento despegándome de él, aunque tengo que decir que una parte de mi extraña su cercanía.

— Creo que te debo las gracias — digo una vez que estamos fuera del baño.

— No todos los días te encuentras a alguien guapa en los baños — me da un guiño y siento caliente mis orejas.

— En este caso, creo que por lo menos te tengo que invitar un trago — me encojo de hombros tomando la valentía que el señor alcohol me ha dado y lo veo pensarlo un poco para después asentir. 

— Y un par de canciones — asiento sin pensarlo y nos dirigimos a la barra.

Ambos pedimos nuestros respectivos tragos, he buscado discretamente a las chicas, pero creo que cada quien esta con alguien que las dejara sin caminar, sin pensarlo sonrió y el desconocido me imita.

— Tienes una sonrisa muy linda — dice mientras le da un sorbo a su trago.

— Imagino que con ese piropo te has de ganar muchos suspiros — digo con sarcasmo.

— No se lo digo a todas si es lo que crees, solo a las que se lo merecen — otro guiño y siento como mi pecho se infla un poco, coqueto de ley.

No sé cuántos tragos han pasado por nuestras gargantas, solo sé que me encuentro bailando con el desconocido, nuestros cuerpos se mueven al compás de la música, sus manos han pasado por mi cuerpo y las mías por el suyo, como si ambos quisiéramos recordarnos, no sé en qué momento nuestros labios se encontraron y nuestras lenguas han empezado una guerra por saber quién va a ser la ganadora, sus ojos dilatados y tengo que decir que los míos han de estar igual, a duras penas llegamos al baño, porque hemos perdido la sensatez, ambos parecemos necesitados, ya no éramos conscientes de lo que pasaba o de quien nos escuchara, solo se escuchaban nuestros besos y nuestros gemidos, mis manos tomaron su camisa para tirar de ella hacia arriba, sus manos tomando el borde mi vestido para subirlo y jugar con mis bragas haciéndome gemir por lo alto, el pudor y la vergüenza, todo se fue al carajo en cuento me penetro a su antojo, el dolor que sentí se fue a segundo término cuando ambos nos acoplamos al compás de nuestros cuerpos, tengo que aceptarlo, me siento cómoda estando sobre el en este estrecho baño, sus gemidos, mis jadeos, la pasión se ha hecho presente y tengo que decir que jamás pensé que se sintiera tan bien lo que estoy haciendo y si después me arrepiento a la mierda, vida solo hay una, minutos más tarde me aferre a su cuerpo como si mi vida dependiera de ello para besarlo y esconder mi cabeza en el hueco de su cuello para ambos llegar al esperado orgasmo con un gemido largo y sonoro.

Nos tomó un par de minutos recuperar el aliento, una parte de mi se siente culpable por haberle abierto las piernas a este desconocido, pero la otra se siente a gusto con saber que me sentí cómoda y más cuando me dejo cabalgar su cuerpo a mi antojo. 

— ¿Por qué no me lo dijiste? —dijo el desconocido cuando volvió a la realidad aun estando yo sobre él.

— ¿Eso hubiera cambiado algo? — dije una vez que lo vi directo a la cara, sabia a que se refería, pero no me arrepiento.

— Hubiera sido más delicado.

— No lo hubiera disfrutado — esta vez yo solté el guiño y ambos sonreímos, sentí su mirada pasearse por mi cuerpo y tengo que decir que sentí mis bragas húmedas nuevamente.

AMOR DE UNA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora