Londres

11 1 0
                                    

26/01/2008, era un día lluvioso, miraba tranquilamente por la ventana de mi dormitorio el hermoso reloj de Londres, marcaba las 9:05 am, aun con sueño decidí darme un baño para poder despertar, pero nunca pensaría que ese sería mi último baño, después de salir de la ducha, me mire al espejo, vi un rostro cansado de unos 36 años, ante el mundo parecía joven, pero por dentro me sentía un viejo, mire mis manos blancas estaban temblorosas, tenía miedo porque sabía que esa sería mi última reunión, me fui a mi armario para ver mi traje junto a mi abrigo de tela italiana, mis zapatos Louis Vuitton hechos a mano, mi sombrero, mi camisa de color negro y el reloj dorado de mi padre junto a un revolver Colt que estaba colgado a un costado, tomo el arma para inspeccionarla, al abrir el tambor veo 6 balas, lo dejo en el velador cerca de mi cama, después cerré la puerta del armario, me vestí mientras miraba un cuadro pequeño de mi esposa que estaba apoyado en un ropero, al terminar, me miro al espejo, no era la gran cosa en cuanto a físico, solo media 1.70 cm con calzado de taco oculto, mis ojos de color café, mi pelo negro, tome el revolver y lo guarde adentro de mi abrigo, después me dirijo a la cocina para desayunar, al terminar de comer lave los platos y prendí la televisión, veo las noticias después del pasar los minutos revise la hora, al darme cuenta de que me quedaba un rato extra salí con calma de la habitación para poder dirigirme a la primera planta del hotel, mientras caminaba por los pasillos, encontré un ascensor, entro con cautela mirando a todos lados, ya estando seguro de que nadie me seguía, presiono el botón 1, se cierran las puertas y empieza a bajar lentamente, al llegar a la primera planta, salgo con cuidado para dirigirme al lugar de la recepcionista, estando frente a ella, muy amablemente le saludo:           
  —Muy buenos días, señorita Lucía
  —Muy buenos días, señor Betancourt, ¿Cómo durmió? ¿Algún problema con su habitación?
  —No, no tuve ningún problema, al contrario, me pareció maravillosa, solo me acercaba para informarle que saldré ahora y me gustaría saber si debo firmar algún papel.
  —No, señor, solo se deben firmar documento a la salida de noche para ser más exactos desde las 22:00 pm, en adelante.
      Al escuchar eso agradezco la información, volteo hacia la puerta y camino lento mientras observo cada mínimo detalle de los objetos a mi alrededor, al cruzar la puerta que da dirección a la calle, tomo aire, agarro con mi mano izquierda mi celular que estaba atorado en mi bolsillo para rápidamente llamar un taxi.   
    Luego de varios minutos de espera debajo de una zona techada veo aparecer entre la lluvia un auto negro, con una matrícula color blanco y en el techo tenía un pequeño, pero letrero amarillo que decía taxi, le hago señas y al llegar cerca de mí, el chofer baja la ventanilla y pregunta mi nombre, le asiento con la cabeza para rápidamente subirme al sector de pasajeros, le digo: 
—   Necesito urgentemente ir al restaurante Michael.
 
   Pasado 20 minutos de un largo viaje por fin llegamos, le pregunto el valor de la carrera, no me responde, pero igual le deje encima del asiento 15 libras esterlinas, luego me baje y camine a la entrada, veo a 2 guardias de negro, al verme abren automáticamente la puerta, me saludaron mientras caminaba hacia adentro, enfoco en cada paso mi vista al frente, veo una mesa redonda donde me esperaba un hombre de baja estatura, un tal Michael s, muy conocido por ser mano dura en los negocios, él se para de su sofá de cuero y me abraza después me ofrece tomar asiento, empezamos a dialogar mientras tomábamos un trago de Ron, hasta que empezó a demostrar su verdadero interés: Que es tratar de destruir mi hospital, ya que es la piedra del zapato para poder seguir con el proyecto de hacer los tratamientos contra el cáncer lo más costosos posible, le respondo que no permitiré eso.   
 
      Cuando respondí eso, Michael chasquea sus dedos y aparecen dos hombres detrás de mí, me toman de los brazos, para luego levantarme y llevarme en auto, al llegar me bajaron del auto, me llevaron a un callejón vacío con poca luz, sacaron sus armas y me apuntaron, metí mi mano en mi bolsillo y saque mi arma jale el martillo y les dije, caballeros podemos llegar a un mutuo acuerdo, no es necesario recurrir a las armas para solucionar todo, después de decir eso solo escuché el sonido de un disparo, mi mente se bloquea, siento que se acelera mi corazón, mientras caía lentamente al suelo, veo al cielo y me acordé de mi pequeña hija y mi esposa que debían estar esperándome en Francia, pero aquí estoy tirado como un perro a su suerte me despedí de esta vida pensando en que todo se acabó, hasta que desperté asustado en una ambulancia que se dirigía al hospital con paramédicos a ambos lados, al llegar a urgencias me enviaron en camilla a la sala 6 a operarme.   
  

OníricoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora