Al tratar de despertar miro a mi lado y veo a mi esposa, encima de mí estaba mi padre tratándome de hacerme reanimación para poder despertar, logro reaccionar bien, mi padre retrocedes para darme espacio, al pararme me doy cuenta de que mi casa fue quemada totalmente, me arrodillo al suelo y me pongo a llorar, ya que en cosa de segundos se destruyó algo que trate de construir por años, miro a mis hijos, me abrazan y dicen:
—Papá, tranquilo, estamos todos bien
—Si hijos, eso es lo importante.
Me seco las lágrimas para levantarme y busco mi celular, trato de hacer una llamada, el teléfono me arroja que no tengo señal, después veo un carro de bomberos aparecer, se bajan y tratan de apagar el fuego, al terminar después de haber luchado 10 minutos, me acerco al capitán, un hombre alto, de piel morena, con cuerpo robusto y le digo:
—Buenas noches, capitán
—Buenas noches, don Jefferson
—Muchas gracias por haber venido al rescate capitán
—Solo cumplimos con nuestro trabajo
Al terminar la conversación vuelvo donde mi familia a decirles:
—Tranquilos, suban al auto todos.
—A donde iremos
—Llamaré a un muy viejo amigo, para ver si nos puede dar estadía por unos días.
Me subí, luego pregunto a todos si se colocaron los cinturones, me dicen que sí, entonces procedo a echar andar el auto, salgo rápido del lugar, al estar lo bastante lejos, escucho mi teléfono sonar, María responde:
— Gustavo, necesitamos tu ayuda, habla María
— María, si estoy viendo las noticias, vengan a mi casa
— Gracias, Gustavo, vamos en camino de inmediato.
María cuelga el teléfono y me mira mientras manejo, me avisa que debo ir a casa de Gustavo, paro el vehículo justo cuando un semáforo se pone en rojo, prendo la pantalla del auto y enciendo el GPS, al entrar coloco la dirección y después veo el semáforo, continúo andando, después de 1 hora con 44 minutos de viaje llego a un pueblito llamado Chartres, al llegar buscamos la casa, al encontrarla, me estaciono y llamo a Gustavo para avisar que llegamos. Al avisarle, el enorme portón se abre de par en par, entramos hacia la puerta, me volteo para ver a mis hijos, estaban durmiendo, por eso el viaje fue tan silencioso, me bajo, en la entrada de la casa me esperaba Gustavo al verme me abraza y me dice:
—Amigo mío, siéntete en tu casa, bienvenido seas junto a tu familia, pero ¿Y tu esposa? ¿Y tus hijos?
—María está en el auto, las está haciendo despertar por el largo viaje.
—A bueno, ya está todo preparado para que duerman cómodamente.
—Muchas gracias, amigo, no sé cómo pagarte
—¿Pagarme?, amigo mío, yo te debo a ti
— ¿Por qué?
—Tú mandaste 5 metros bajo tierra a los tipos que mataron a mi hija
—Verdad, se me había olvidado, eso fue difícil, pero no imposible, ja, ja, ja
—Y también Susanita es mi ahijada y, jure, protegerla.
Terminamos de conversar y aparece María con Agustín y Susi tomadas de la mano, Gustavo las ve y saluda muy amablemente, después vamos a ver la habitación, al subir las escaleras del segundo piso veo los cuadros de la esposa de Gustavo, dibujos al óleo junto a foto de su hija que lamentablemente murió en una balacera, estando en el segundo piso veo la enorme alfombra de rojo y verde en dirección a uno de los baños, entramos a la pieza de Agustín, veo una cama enorme muy bonita a un costado un velador y un armario, luego Gustavo dice:
—Ese armario tiene ropa de sobra.
—Muchas gracias, amigo mío
—De nada sé que habrías hecho lo mismo por mí
—Por supuesto.
Al terminar la conversación, dejamos a Susi dormir en su habitación, luego seguimos y entramos a un dónde había una cama matrimonial y una cama más pequeña, un armario y un velador, Gustavo me dice:
—¿Está todo perfecto?
—Si amigo, muchas gracias nuevamente
—En esta habitación igual está todo perfecto.
Entramos a probar las camas, todo suave y cómodo, veo el armario y estaba lleno de camisas, pantalones de tela, en las puertas colgados unos cinturones de cuero, abro un cajón y encuentro mucha ropa interior. María coloca en la cama pequeña a Agustín de una forma muy delicada, luego va a ver su armario, se alegra y agradece el gesto. Salgo a conversar con Gustavo, nos dirigimos al jardín delantero, le digo:
—Gracias por lo que haces por mí
—No tienes nada que agradecer
—Mañana me comunicaré con alguna empresa para reconstruir mi casa
—No te apures, quédate el tiempo que sea necesario
—Muchas gracias, amigo mío
—Necesito pedirte algo
—Dime ¿Qué necesitas?
—Necesito que me acompañes con tu familia al Cementerio.
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Onírico
RandomJefferson Betancourt es dueño de un hospital infantil (Necker), perdió a su esposa muy joven por lo cual nunca pudieron tener un hijo, sufre una noche la pérdida de su casa, al intoxicarse con el humo cae al hospital donde empieza a vivir muchas cos...